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NOTA DE TANO


El poder embriaga y marea

Gaetano Pandolfo [email protected] | Lunes 05 abril, 2021

Gianni Infantino, el papá de los tomates

El poder los embriaga. Los marea.

De pronto, sin el mínimo esfuerzo, se les abre un mundo nuevo que los atrapa y cautiva.

Como dirigentes del fútbol nacional, conocen a los dirigentes del fútbol internacional. Quedan embelesados y los imitan.

Se dan pasos en falso y se van dejando botados los valores.

Asisten invitados a congresos y eventos de la transnacional y observan a los jerarcas en compañía de hermosas mujeres. Reinas de belleza y modelos, atrapadas en la billetera del viejo goloso.

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Rápido, la mayoría copia los comportamientos. Se rompen los matrimonios y en el próximo viaje, el dirigente criollo viajará al otro mundo en compañía de su amante. Incluso lo hacen en el mismo vuelo, o se topan en el “lobby” del gran hotel diez estrellas.

Pompa y poderío.

¡Llegaron a las Grandes Ligas!

Viajes al por mayor: son cinco o seis selecciones nacionales masculinas e igual número femeninas.

Competencias en todo el planeta; se reparten los boletos en las sesiones de “trabajo”. Río de Janeiro, Leningrado, Viena, Madrid, Buenos Aires, Moscú, Suráfrica, Génova, el mundo a tus pies y todo de gratis.

A aquel joven “campechano” y humilde que emigró de una zona rural para representar a su club en la “Casa de los Sustos”, de pronto se le presenta un universo de ensueño, jamás imaginado.

Se codean con los más grandes de los más grandes, no en valores ni estatura, sino por lo que representan y se pliegan en procura del abrazo o la foto que –según ellos- los inmortaliza.

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Saboreado el delicioso confite, disfrutado del manjar a manos llenas, conociendo el mundo sin aportar un centavo de su bolsa, salvo los gastos que demanda la “querida” de turno, el único propósito, la única meta, el deseo supremo del dirigente criollo ya con roce internacional, no será nunca el papel que pueda hacer en una cancha la Selección Nacional de su Patria.

Después de moverse en las Grandes Ligas, a este desvalorado personaje, solo le interesará una cosa: ¡La reelección!

Jamás va a soltar esa teta y, para mantenerse aferrado a ella, hará lo que se tenga que hacer en los oscuros entretelones de las asambleas, en procura de alcanzar los votos que lo sostengan en su nueva vida de rey.

La misión de reelegirse resulta un pastel de chocolate, para quienes por mantenerse en su nuevo mundo, renunciaron a principios y valores. Solo hay que negociar con tipos de idéntica calaña que en ese “mundillo” sobran.

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