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La migración “a la inversa”: ¿por qué los estadounidenses están reubicándose masivamente en México… o en Costa Rica?

Ignacio Guzmán [email protected] | Viernes 19 agosto, 2022

Nacho Ignacio

La nueva dinámica de los jóvenes profesionales, una parte de ellos conocidos como “nómadas digitales” se está viendo exacerbada por la movilidad de la era tecnológica.

Esta situación está obligando a países que no concebimos tradicionalmente como receptores de migrantes, a adoptar las medidas necesarias para disfrutar de los beneficios de una población migrante con disponibilidad de recursos y con un empleo generalmente bien remunerado en otro país (es decir, que no se canibaliza en este sentido con la población local), pero que, si no es adecuadamente gestionada, no estaría exenta de fricciones con los habitantes locales de las ciudades a las que decidan desplazarse.

Para entrar a nuestro tema, este año 2022 se ha caracterizado por los altísimos niveles de inflación en la mayor parte de los países del continente americano, en donde los Estados Unidos no son precisamente una excepción. De hecho, la administración del presidente Biden está realizando numerosos esfuerzos (aparentemente, sin mayores resultados) para contener el aumento del índice de precios al consumidor, los altos costos de los alimentos, combustibles y alquileres, entre tantos otros, convirtiéndose esta situación en uno de los principales desafíos del gobierno norteamericano.

Sumado a este escenario, algunas ciudades de los estados de California, Texas, Arizona, Washington o Nueva York lidian actualmente con sus propios retos en materia de vivienda, tanto por el alto costo para adquirir un apartamento o bien, para rentarlo.

Dentro de los principales agraviados en este contexto se encuentran los jóvenes que inician su vida laboral, quienes se han quejado de tener serias dificultades para acceder a oportunidades de vivienda asequible cerca de sus centros de trabajo.

En la otra mano tenemos una extensa lista de cambios ocurridos durante la pandemia. En lo que nos interesa, diferentes trabajadores, principalmente domiciliados en zonas con mayor costo de vida, por ejemplo, la Bahía de San Francisco, Nueva York o Los Ángeles, gracias a las facilidades del teletrabajo se relocalizaron en ciudades o países que les permitían vivir en mejores condiciones con sus mismos ingresos, mientras ahorran, invierten, se divierten con mayor holgura, adquieren planes de pensión más robustos, crecen culturalmente y simultáneamente pueden viajar.

Es importante mencionar que, la situación que se expone en este artículo, parte de circunstancias en las que la calidad del trabajo no se ve disminuida, independientemente del lugar en que se realice y, al menos hasta ahora, la compensación o salario del trabajador no se ve afectada tampoco por la ubicación geográfica en donde se encuentre. No obstante, vale indicar que sí hay diferentes discusiones abiertas sobre estas nuevas disparidades relacionadas con costo de vida del domicilio del trabajador.

Por ejemplo, el Departamento de Estado mexicano indica que hay 1.6 millones de ciudadanos estadounidenses viviendo en México, aunque no se tiene certeza de cuántos viven en la capital. Además, los datos del censo mexicano rastrean solo a los extranjeros que han solicitado la residencia, y la mayoría de los trabajadores remotos no han aplicado para una visa o estatus migratorio regular debido a que la normativa mexicana en materia migratoria – en relación con los vecinos estadounidenses - es bastante tolerante.

Esta nueva realidad trajo nuevas cuestiones. A saber, si aquellos colaboradores de una misma empresa, viviendo en ciudades, países o jurisdicciones con niveles de vida más “amigables”, deberían percibir el mismo salario de aquellos que se mantenían cerca de las oficinas de la compañía. O bien, a dónde deberían cumplir con sus obligaciones tributarias. Pero esta conversación la dejamos para otra ocasión.

Los altos costos de vida están redefiniendo la migración y las posibilidades de los países receptores

Abonando a lo indicado párrafos arriba, hoy en día las dificultades que experimentan muchos estadounidenses para preservar el estilo de vida al que se encontraban acostumbrados, está presionando a muchos ciudadanos a buscar estas opciones fuera de su país, principalmente, en el vecino del sur: México.

Esta situación, en conjunto con las facilidades del teletrabajo, ha motivado a que el 62% de los estadounidenses consideren trabajar desde otro país.

El estado de California, colindante de la República Mexicana, tiene el segundo costo de vida más alto de los Estados Unidos, únicamente después de Hawái, en donde el precio de la vivienda promedio ronda los US$ 800.000, sumado a una serie de costos asociados importantes como seguros, electricidad, agua, alimentación, gas o internet, que no escapan del encarecimiento sostenido experimentado en los últimos meses. Además, el país no ha resuelto un problema endémico respecto a los costos vinculados a la salud y seguridad social que – lamentablemente – se ha visto alimentado por un descontento in crescendo de la población en materia de fiscalidad e impuestos, incremento de la delincuencia e inseguridad, asuntos relacionados a la política nacional, etcétera.

Los Ángeles Times ha recogido en un artículo que la acelerada migración de estadounidenses hacia México - desde el inicio de la pandemia de COVID-19 - es probable que continúe a medida que aumenta la inflación. Además, se están transformando algunos de los barrios más emblemáticos de las ciudades en enclaves de expatriados.

Aunque no es un fenómeno que impacta únicamente a las ciudades mexicanas, se ha evidenciado que, en determinados barrios interesantes de la CDMX, los alquileres se disparan a medida que los estadounidenses y otros extranjeros compran casas y los propietarios intercambian inquilinos a largo plazo por viajeros dispuestos a pagar más en Airbnb. Por si fuera poco, las taquerías, fondas, pulperías, y bares de la CDMX están siendo reemplazadas por estudios de pilates, espacios de coworking y cafés cada vez más exclusivos.

Estos cambios y procesos de exclusión que experimentan los locales, mexicanos en el caso de la CDMX, o bien costarricenses en zonas costeras o algunos sectores de la capital, que emergen como lugares ajenos a las posibilidades económicas de la mayoría de la población, han traído - ¿cómo no? – diversos resquemores.

En ciudades como París, se cuentan por docenas, situaciones de hostilidad hacia algunos extranjeros, residentes o turistas. Además, en otras latitudes, como Berlín o Barcelona, en los últimos años los lugareños han organizado grandes protestas por el turismo excesivo y devorador de propiedades urbanas por parte de firmas de inversión globales.

En México o incluso otros países de Latinoamérica, es muy probable que no exista aún este rechazo, pero efectivamente, están resistiendo o experimentando procesos de exclusión en sus propios barrios y ciudades a causa de la movilización de extranjeros por razones de conveniencia económica.

Costa Rica no es ajeno al fenómeno, ¿Cómo lo estamos encarando?

No debemos perder de vista que nuestro país se ha visto beneficiado – en diferentes formas y niveles – de los ingresos provenientes de los visitantes extranjeros, principalmente turistas que conforman un sector de servicios fuerte y robusto, del que nos beneficiamos todos directa e indirectamente desde hace varias décadas.

No obstante, los turistas están trasladándose de sectores tradicionalmente vacacionales para asentarse en las ciudades o pueblos, conviviendo de manera más directa con los habitantes locales y permanentes.

Personalmente, en el barrio en que habito en San José, coincido frecuentemente con ciudadanos extranjeros, que trabajan, realizan pasantías o eligen estancias prolongadas para trabajar remotamente, ya no en lugares naturalmente vinculados al turismo extranjero, sino en nuestra ciudad capital. Esta posibilidad ciertamente ha afectado el valor del sector inmobiliario, principalmente para arrendamientos, pues los propietarios eligen ofrecer sus inmuebles en plataformas como Airbnb antes que en un contrato a largo plazo para un costarricense que desea residir y trabajar en la misma zona. Estas circunstancias han contribuido a encarecer los arrendamientos de forma importante.

El pasado 4 de julio de 2022, el Poder Ejecutivo firmó el reglamento a la Ley N° 10.008 conocida como “Ley de Nómadas Digitales”, en donde se establecen las condiciones de ingreso y estancia para los profesionales extranjeros.

La normativa ya había sida aprobada por la Asamblea Legislativa desde mediados del 2021. Sin embargo, algunas diferencias entre el Instituto Nacional de Turismo (ICT) y La Dirección General de Migración y Extranjería dificultaron el proceso de conclusión del reglamento.

Según datos del ICT, existen aproximadamente 35 millones de nómadas digitales a nivel global y un 50% proceden de Estados Unidos, el cual es el principal mercado de emisión de turistas en el país, por lo cual si Costa Rica logra captar un 0.25% tomando en cuenta solo el ingreso monetario de un viajante solo de US$ 3.000 mensuales, el país estaría teniendo un ingreso de US$ 3.125 millones anuales.

La Ley y el reglamento permiten que trabajadores extranjeros que laboran en servicios digitales de manera remota, puedan permanecer en el país por espacios de un año prorrogable a uno más.

Adicionalmente, el reglamento propone una vía rápida que aceleraría el proceso de la condición migratoria como nómadas digitales, en donde hay un máximo de 15 días para resolver la solicitud del extranjero, la cual se puede gestionar mediante la plataforma digital Tramite YA.

Aunque nuestro país ya cuenta con casos de trabajadores remotos o deslocalizados, algunos de ellos bajo la modalidad propuesta por la ley como “nómadas digitales”, la mayoría de éstos se encuentran bajo un estatus migratorio irregular.

Finalmente, persiste el descontento de algunos sectores de la población estadounidense respecto a asuntos de política interna, criminalidad, impuestos, inflación y costo de vida (principalmente vivienda). A este panorama podemos abonarle dos elementos esenciales: (i) nuestro país se ubica a algunas pocas horas de viaje de aeropuertos estratégicos como Dallas, Houston, Miami, Los Ángeles o Nueva York; además, (ii) Costa Rica cuenta con una ventaja geográfica en relación con los usos horarios de los Estados Unidos que le permite a quien se avecinde en nuestro país, no experimentar problemas para coincidir con sus colegas ubicados en los Estados Unidos.

Estos factores nos permiten creer que Costa Rica podría crecer en este nicho de atracción de profesionales extranjeros para que ejerzan sus trabajos desde nuestro país en condiciones económicas más cómodas.

Habitualmente, la regulación persigue a la industria y en este caso no estamos frente a una excepción. Habrá que dar algunos meses para entender si los “estímulos” y facilidades otorgadas mediante la Ley N° 10.008 fueron suficientes e invitarán a los extranjeros ubicados en nuestro país o aquellos que buscan una nueva locación para que elijan nuestro país. Por otra parte, aunque Costa Rica ya ha experimentado la recepción de migraciones de diferente naturaleza, orígenes y condiciones, este fenómeno global podría tener implicaciones directas en la especulación inmobiliaria, la transformación urbana y la redefinición de algunas zonas citadinas. Tendremos que esperar la reacción del mercado y, sobre todo, de los vecinos.






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