La propiedad intelectual y las PYME
Monserrat Soto Roig [email protected] | Lunes 26 abril, 2021
El Día Mundial de la Propiedad Intelectual 2021 busca destacar el papel de la propiedad intelectual en las pequeñas y medianas empresas, como factor para incrementar la competitividad en el mercado.
Partiendo de esta premisa todo apuntaba a que desde el punto de vista teórico hay muchísimo que aportar al tema: ¿qué es una marca? ¿para qué sirve? ¿qué tengo que hacer para inscribir una patente? ¿cómo funciona un contrato de licencia? ¿a qué va esto del derecho de autor? ¿Lo necesito? ¿Por qué me agrega valor? Tendría a la mano varios de consejos, alguno que otro tip amañado y bastantes casos de estudio que compartir. Pero esto lo podemos dejar para otro día.
Desde el punto de vista práctico la historia es otra. ¿Qué tendría una abogada asalariada como yo que decir al respecto, desde la perspectiva de un emprendimiento? Muchos dirán que poco. Otros dirán que nada. Creo que tanto los “muchos” como los “otros” en una u otra medida, tendrían razón.
Es por eso que mejor voy a hablar de lo que sé. Vamos primero con algunos números.
Las PYME, según las define el Ministerio de Economía y Comercio (MEIC), son unidades productivas permanentes, con recurso humano organizado y administrado hacia la realización de actividades comerciales, industriales o de servicios.
En cuanto a recurso humano se puede considerar a la empresa pequeña cuando cuenta de 10 a 35 colaboradores y mediana cuando cuenta de 35 y hasta 100 colaboradores. ¡Hasta 100 colaboradores! Imagínense ¡Hasta 100 mentes trabajando juntas con un fin en común!
Si a lo anterior, sumamos que a febrero de 2021 se cuenta, según los datos del MEIC, con alrededor de 25,000 PYME registradas en Costa Rica, las posibilidades de creación intelectual en una unidad como lo es una PYME incrementan exponencialmente. Qué maravilla, ¿no?
Pues no necesariamente. Estos datos no implican que todos los emprendimientos que se organicen bajo la figura de una PYME, van a tener una participación en la industria creativa o tendrán ideas innovadoras susceptibles de protección bajo cualquiera de las modalidades de propiedad intelectual, sin embargo, la gran mayoría recurrirán al menos a una marca de fábrica o de servicios para promocionar su negocio.
También habrá otras que empezarán el proceso a la inversa y generarán un negocio a partir de una creación intelectual a la que le vean potencial de explotación comercial. Este ha sido el caso de muchas de las grandes creaciones de nuestra historia, que no necesariamente nacen en un laboratorio o en un estudio de diseño, sino que pueden nacer de una cuestión tan anecdótica como el paseo en la montaña que llevó a George de Mestral a notar que había unas plantitas que de manera obstinada se adherían a la tela de su pantalón y al pelaje de su perro y que esto podría ser útil y ¡presto! Nació el Velcro ®. Si bien la patente ya cayó en dominio público y durante su vigencia fue víctima de muchos imitadores, la marca sigue llevando directo al origen del producto.
Y es que los bienes intelectuales se crean en las condiciones más interesantes: como medida desesperada, que es básicamente la génesis de Fanta ®, que se creó ante la imposibilidad de Coca-Cola GmbH, localizada en la Alemania Nazi de comercializar con Estados Unidos ni obtener el sirope base de la Coca Cola durante la II Guerra Mundial; como acción de protesta y rebelión, que es el caso de Netflix ® que surge del hartazgo de su creador por pagar multas por atraso en videos rentados a Blockbuster; siguiendo un buen consejo como el caso de Jeff Bezos quien optó por cambiar el nombre de su emprendimiento de Cadabra a Amazon, pues alguien le mencionó que el nombre sonaba muy similar a la palabra “cadáver” en inglés; o por necesidad, como las vacunas del COVID-19.
“¡Claro!” dirán los muchos y los otros, “Es muy fácil hablar de casos de éxito cuando se habla de Amazon.” Y nuevamente tendrían razón. Pero hasta las empresas más grandes tuvieron un inicio, y sabrán ustedes mejor que yo que los inicios son duros. Hasta el mismo Steve Jobs tuvo que vender su camioneta y Steve Wozniak su calculadora programable para construir el prototipo de Apple I. A pesar de estos primeros pasos y aun en condiciones de pandemia, para Apple el 2020 cerró con un incremento en sus acciones del 81% alcanzando una capitalización bursátil de 2 billones de dólares. La Coca-Cola nació en una farmacia y hoy es una de las marcas más valiosas y cotizadas del mundo.
“¡Ah!” dirán de nuevo, “pero es que Apple y Coca-Cola no son solo marcas.” Tendrían razón una vez más. Sin embargo, vale decir que The Coca-Cola Company y sus subsidiarias tienen sus bases en una receta ultra-secreta de un producto que es su bandera y que Apple puede llegar a registrar hasta 5,000 patentes por año para mantener la delantera en materia de innovación.
Parte del secreto detrás del éxito de estas empresas es que han sabido identificar sus fortalezas en innovación y posicionamiento del mercado y lo han monetizado y ello solo ha sido posible mediante la protección de los bienes intelectuales y la obtención de derechos sobre ellos. La razón es muy sencilla: no puedo disponer de lo que no tengo. Así como no puedo vender una casa que no me pertenece y en ese tanto, ese activo no figura a mi favor, una patente que no he protegido no está oficialmente dentro de mi patrimonio y por tanto cualquier posibilidad que tenga de negociar con ella se ve sensiblemente debilitada, por no decir eliminada.
No se debe perder de vista que los derechos de propiedad intelectual que se obtienen en el caso de las marcas y las patentes por la inscripción y en el derecho de autor por la creación, dan la posibilidad de explotación exclusiva y excluyente del bien, respecto de terceros. Así, la no protección de los bienes intelectuales y asegurarse un derecho sobre ellos, disminuye el apalancamiento -leverage- frente a terceros, sean inversionistas, compradores y ante el mismo público consumidor.
Estudios realizados por la Oficina Europea de Patentes y la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea en el 2019 arrojaron como resultados que las PYME que han presentado al menos un derecho de propiedad intelectual tienen un 21 % más de probabilidades de registrar un período de crecimiento posterior y son un 10 % más propensas a convertirse en una empresa de alto crecimiento.
En un panorama como el actual donde tantas empresas están sucumbiendo a la pandemia y otras tantas están surgiendo como medida alternativa a las pérdidas de empleo, todo apunta a que debería priorizarse la identificación de los bienes intelectuales, así como su protección de cara al crecimiento robusto, seguro y sostenido de los emprendimientos.