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Martes, 26 de noviembre de 2024



FORO DE LECTORES


La vida y la muerte de un hombre cabal

Alberto Salom Echeverría [email protected] | Viernes 14 abril, 2023


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Alberto Salom Echeverría

[email protected]

(Lecciones de Vida)

Albergo la certeza que una vida íntegra y prodigiosa de un ser humano, determina en una gran medida, con escasas excepciones, la forma como enfrentará su propia muerte. El deceso, sobre el que tanto se ha escrito y es lo único que tenemos por cierto en la vida, continúa siendo una incógnita para cada persona, ya que, lo que sabemos sobre ello es apenas el primer paso, cuando un ser humano deja de existir. Podemos hablar de las circunstancias alrededor del hecho, nos podemos referir a cómo expiró, su último aliento, si estuvo consciente o no en este su último suspiro, si lo enfrentó con valor y dignidad, así como de otras circunstancias; pero, del resto es muy poco lo que se puede decir. Se ha especulado de experiencias de personas que fueron dictaminadas muertas y parecen haber revivido, algo han expresado de su experiencia; sin embargo, la ciencia no tiene certeza de esos momentos, siguen siendo episodios raros, excepcionales, ¿insondables acaso?

La gran mayoría de las personas creyentes, se aferran a su fe en la vida en el más allá. Aunque, ahora hasta en el mundo cristiano católico, algunas autoridades eclesiales se han referido a esta creencia negando la idea un poco infantil de que algún día, después del juicio final, estaremos todos reunidos con el Padre Celestial. Al menos la creencia ha servido para paliar la tristeza por la pérdida de algún ser querido. El propio papa Emérito Benedicto XVI, aseguró que el purgatorio no es un lugar del espacio, del universo, sino un fuego interior que purifica el alma del pecado. (Cfr. “Tras el Infierno y el Limbo, el Papa elimina la dimensión física del Purgatorio.” Estas palabras de Ratzinger siguen la línea marcada anteriormente por el Papa Juan Pablo II, quien consideraba que el purgatorio existe, pero no como "una prolongación de la situación terrenal" después de la muerte, sino "el camino hacia la plenitud a través de una purificación completa". https://www.20minutos.es/noticia/925937/0/benedicto/purgatorio/infierno/).

De cualquier manera, carecemos de evidencia científica que nos permita descifrar cómo es la vida después de la muerte. Lo que sí nos es dable afirmar es que una vida digna de cualquier ser humano, reafirmada y sustentada por su solidaridad hacia los demás, llevada con base en principios exigentes, de honestidad y sacrificio en la sociedad en la que le correspondió desenvolverse, independientemente de sus convicciones religiosas o de su fe, crea condiciones propicias para una muerte compadecida consigo mismo y resignada ante lo ineludible. Así hemos visto morir a muchos seres humanos, hombres y mujeres de sentimientos puros y nobleza en su accionar, quienes llegados al término del camino y convencidos de su final, parece como si, por estar satisfechos con su vida, hubiesen perdido el temor tan común a lo ignoto.

El comunicador Gerardo Zamora fue conocido como profesional en su rama, trabajando en Teletica canal 7; ulteriormente trabajó en la Universidad Nacional (UNA). Gerardo constituye en mi concepto, una de esas personas de una vida ejemplar, envidiable para sus semejantes. Así fue reconocido siempre, por su esposa, la hermosa e inteligente comunicadora Ginnés Rodríguez. Semejantes elogios y reconocimiento le tributaron los numerosos asistentes al sepelio en su honor, familiares, amigos y compañeros de trabajo, quienes, embargados por la tristeza hasta las lágrimas, le brindaron un fragoroso aplauso al término del oficio religioso.

“Duele hasta respirar” nos dijo su inseparable esposa Ginnés. Su relato, sobre la gran pesadumbre que le ha producido la muerte de Gerardo, a mí, como ex rector de la UNA, donde me relacioné más con Gerardo Zamora, me provocó un estrujamiento del corazón. Quiero repetir una parte de las hondas palabras de Ginnés Rodríguez, con el objeto de poner de relevancia ese profundo y auténtico amor que sobresale de la pareja en las actuales circunstancias: “Duele mucho, duele todo; hasta despertar y respirar, duele el alma, duele dar respuestas a Lucy y Marcelo (sus hijos), duele pensar en el pasado y duele más pensar en el futuro tan lindo que imaginamos juntos.”

A Ginnés la entiendo en toda la dimensión de la pena por la que atraviesa. Inevitablemente me remite a la aflicción por la que atravesó también mi entonces joven madre, hace ya muchos años, cuando falleció mi padre en un accidente inesperado. Las mismas preguntas que han planteado los hijos de Gerardo y Ginnés, Lucy y Marcelo, las hicimos entonces mis hermanos y yo, plagados igual que ellos de interrogantes (algunas incontestables en ese momento), a nuestra madre que, en plena juventud de su adultez -apenas había sobrepasado los treinta años- ya había adquirido un cruel padecimiento discapacitante, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), por entonces muy poco conocida; fue la misma que había adquirido el beisbolista estadounidense Lou Gehrig y un poco después la padeció el genio que revolucionó la física, Stephen Hawking. Por lo tanto, creo saber del dolor que están sufriendo esos niños hoy junto a su madre.

¿Hay resignación para ellos? Sí la hay, y genuina resignación; de allí aprenderemos todos para enfrentar la vida y la ineludible muerte, la propia y la de un ser querido en cualquier momento que se presente. Gerardo Zamora vivió la enfermedad que padeció, con auténtico valor. Su enfermedad fue un meningioma en su ojo derecho; se trataba, en su caso, de una masa tumoral benigna, la cual es generalmente atípica, que afecta la vía visual anterior. La literatura dice que el crecimiento de dicha tumoración conduce a la pérdida visual progresiva que, a su vez lleva irremediablemente a la ceguera, derivado de la presión que ejerce sobre el nervio óptico. Esto fue justo lo que le ocurrió a Gerardo Zamora, por lo que en el 2021 los especialistas debieron extirparle el ojo afectado. Debió ser intervenido quirúrgicamente ocho veces; el tumor no obstante ser benigno, se reprodujo en varias partes de su cabeza.

En una entrevista que le hizo la periodista Fernanda Matarrita, el pasado 16 de abril, en un dechado de humildad que lo enaltece, Gerardo Zamora declara que tuvo horas de desvelo y llanto. Y agrega que lo dice para que no se piense que podría pasar por alto algún momento de flaqueza y creerse erróneamente que él era un superhéroe y que desde el primer momento había ido con todo para enfrentar la enfermedad. (Cfr. Gerardo Zamora: “Así fue su lucha de tres años en la que nunca faltó la esperanza.” La Nación, 6 de abril, 2023. Entrevista por Fernanda Matarrita). Por el contrario, el carácter se forja frente a la adversidad, pero todo ser humano, que tiene ante sí semejante desafío, es por entero normal que se doblegue en algún momento; no conozco entre las muchas biografías que me precio de haber leído, ninguna persona de valor, ni Cristo, ni Gandhi, entre las mujeres la Madre Teresa de Calcuta, Juana de Arco, o madame Curie, que no hayan pasado por momentos de debilidad. Más bien, el quebranto en la brega cotidiana para salir adelante, cuando se sortea con éxito y somos capaces de remontarlo para salir con bien del desafío, es lo que le proporciona templanza al espíritu, que consiste en una de las cuatro virtudes cardinales que modera los apetitos desenfrenados de los sentidos. La templanza en el ser humano representa un punto de elasticidad en el carácter. Esto es lo que produce admiración en la experiencia de vida de Gerardo Zamora: su capacidad para enfrentar la adversidad, a pesar de haber sentido miedo, quizás desilusión en algún momento, para levantarse, endurecerse conociendo sus debilidades, atemperarse y llegar hasta el mismo final con dignidad, probablemente con la satisfacción de haber plantado ante la enfermedad su mejor cara, una extraordinaria capacidad para ponerse de pie, enhiesto a pesar de sentir la saña de la enfermedad tras de sí.

Además, ahí estuvo su magistral esposa Ginnés, quien nunca lo abandonó. El espíritu de lucha de ambos es el legado más portentoso que le han dado a sus hijitos Lucy y Marcelo. Ellos con el tiempo sabrán aquilatar la envergadura del carácter de su padre y la templanza y solidaridad de su madre y los emplearán acaso, como un formidable ejemplo de vida, inspirador, aleccionador, de coraje y perseverancia; en el caso de Gerardo, hasta donde sus fuerzas se lo permitieron.

Gerardo Zamora será recordado por su humildad, por su deseo de vivir hasta el último momento con la esperanza cultivada en el fragor de una dura lucha, en la que pudo más su inteligencia, unida a su perseverancia y sentido de la dignidad, su amor a los suyos y por qué no a la humanidad entera. Este es su legado. Sus múltiples amistades, sus colegas en la UNA, tendremos que sentirnos estimulados, aguijoneados en el mejor sentido de la expresión, para avivar así la llama de nuestro compromiso con los demás, con nuestro planeta enfermo, pero que puede ser rescatado. Gerardo, Ginnés y sus hijos nos han desafiado con su actitud ejemplar, habremos de pasar por este mundo dejando huella del bien andar, sin trabarnos en los baches, ni aletargar el paso por pusilanimidad. Luego, al final de sus días, mediante un video Gerardo, nuestro Gerardo nos dijo: “Gente, siempre, siempre ver el vaso medio lleno, -y agregó señalando con su dedo índice cada una de las cavidades de sus ojos- a mí no me falta un ojo, yo tengo un ojo…Lo que tengo a mi favor, no lo que me falta. No ir lamentándose por la vida, sino ser agradecido y vivir un día a la vez… Cada día tiene su propio afán dicen las sagradas escrituras. Vivamos intensamente el día de hoy … vivir un día a la vez.” ¡Qué coraje! ¡Qué gallardía! ¡Qué valor! Gracias Gerardo Zamora, gracias Ginnés Rodríguez, gracias, Lucy y Marcelo. Gracias por vuestra lección de vida.













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