Lecciones como observador electoral
Jonathan Prendas [email protected] | Lunes 01 marzo, 2021
Jonathan Prendas
Diputado
Nueva República
Defensor de la libertad y de la democracia que resguarda la soberanía del pueblo, su derecho a elegir a sus gobernantes, el fin de semana participé como observador internacional en las elecciones en El Salvador, un proceso que tenía como fin escoger a los alcaldes y a los diputados de esa hermana nación. Se trata de 84 congresistas y de los representantes de los 262 municipios en los que se encuentra dividido el país.
Mi papel y el de los otros compañeros diputados que formamos parte de esta delegación fue examinar el desarrollo de las votaciones, verificar su legalidad y garantizar que la voz del pueblo se manifestara de manera pacífica, eficaz, sin obstáculos ni contratiempos, en un país que experimenta cambios profundos en su estructura política. Nuestra presencia, y la de los demás observadores internacionales, tenía como propósito dar fe de su legitimidad e imparcialidad.
La experiencia fue enriquecedora y aumentó mi compromiso con la democracia costarricense y latinoamericana, con los procesos electorales. La democracia está viva en nuestra región, pero requiere nutrición, cuidado y el pleno involucramiento ciudadano para fortalecerla, preservarla; depende de la participación de todos los habitantes para materializar sus anhelos comunes, mejorar su interacción con el Estado y consolidar una forma de gobierno justa basada en el diálogo y el consenso.
Formar parte de los procesos de toma de decisiones públicas es fundamental porque es un derecho, pues esas políticas tienen gran repercusión en las vidas de las personas, pero también es un ejercicio que les permite a los ciudadanos manifestarse, hacerse escuchar y luchar contra el déficit de representación que empieza a carcomer la confianza ciudadana.
También implica un proceso de retroalimentación con los gobernantes y los representantes populares, pues las elecciones constituyen un mecanismo eficaz para entender que el pueblo no debe ser considerado ya como un solo conjunto homogéneo, sino más bien como una serie de grupos de personas con historias, experiencias, dificultades y realidades particulares.
La democracia se ve amenazada cuando se considera un modelo estático, mecánico o económico y no como un mecanismo para mejorar las políticas públicas, para fortalecer las instituciones que nacen y se desarrollan en torno a aquéllas, para favorecer la rendición de cuentas y empoderar a los ciudadanos.
Cada vez somos más conscientes de que las voces de indignación que escuchamos en nuestra región por las crisis económicas, sociales o políticas no exigen otro régimen distinto a la democracia, sino que anhelan alcanzar su realización auténtica, asegurar que se efectúen los cambios que la sociedad exige y necesita.
Las experiencias latinoamericanas, y las propias, nos enseñan que vivir en democracia no nos exime de los errores ni de los riesgos, pero sin duda el peligro más grande de todos es llegar a perderla. A menos de un año de vivir nuestros propios comicios, Nueva República hace un llamado para valorar, defender y participar de este maravilloso proceso democrático.