Lluvia de centros desesperados al cierre del juego
Gaetano Pandolfo [email protected] | Jueves 24 octubre, 2024
En el partido Saprissa y Sporting, se presentó una situación muy común en el fútbol costarricense.
Hernán Medford, técnico de la visita presenta una formación cautelosa y muy de moda. El típico y moderno 4-5-1.
Línea de cuatro en defensa con Gustavo Feoli, Ariel Soto, Christopher Meneses y Walter Cortés. En la cintura dos volantes centrales, Luis Flores y Jaylon Hadden, el catracho Alejandro Reyes y Kendall Porras como “dieces” y Víctor Medina, recostado en el costado izquierdo, aislado y alejado del “nueve”, Steven Cárdenas, único delantero.
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Saprissa abre la cuenta temprano, en el minuto 14 con gol de Jefferson Brenes, se apodera del dominio del juego y obliga al portero Adonis Pineda a determinantes acciones. En el marco morado, Esteban Alvarado disfruta de dulces vacaciones.
Sporting no representa ningún peligro en ofensiva, pero la retaguardia, las intervenciones de Adonis y los desaciertos del ataque morado sostienen el 1-0.
Llega al minuto 60, el minuto mágico de las variantes. Pareciera qué en el fútbol costarricense, obligan a los técnicos a realizar cambios en la alineación hasta que llegue el bendito minuto 60.
Observar un cambio en el primer tiempo, de no ser por lesión, como los ordenaban técnicos como Orlando de León, Odir Jacques y Juan Luis Hernández Fuertes, es un milagro.
En el mágico minuto 60, Medford ordena tres variantes y entran Anthony López, Royner y Harry Rojas. Pocos minutos después ingresa Doryan Rodríguez.
Lógicamente, Sporting refuerza su ataque y genera más opciones ofensivas. A Meneses se le escapa el gol del empate por centímetros.
Y es en el cierre del juego, incluyendo los minutos de reposición, que se presenta la situación que queríamos comentar al principio de esta nota.
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Cuando los equipos van perdiendo por un gol de diferencia y le quedan al juego pocos minutos, los futbolistas empiezan a lanzar balones al área enemiga. Bola que queda suelta o tiros libres y se eleva la pelota al corazón del área contraria. Uno, dos, cuatro, seis balones al punto de penal del equipo rival.
Lógicamente que crecen las oportunidades de gol, pero el reloj avanza y entonces los jugadores le piden al árbitro que descuente más tiempo.
La pregunta que suelto es ¿por qué esa lluvia de centros desesperados al área rival, la dejan para el minuto 85 y no los lanzan desde el inicio del juego?
Y qué conste que esta es una pésima costumbre futbolera de los doce equipos.