Los países de América Latina que tienen deflación y por qué una caída de precios no siempre es tan buena como parece
Cecilia Barría - BBC News Mundo | Viernes 17 octubre, 2025

Durante décadas, la inflación ha representado una amenaza persistente para América Latina.
Sin embargo, hay dos países de la región que actualmente tienen deflación, es decir, un nivel de inflación negativo.
Se trata de Costa Rica (-1%) y Panamá (-0,3%), las dos naciones latinoamericanas que terminaron septiembre con el Índice de Precios al Consumidor (IPC) en rojo comparado con el mismo período del año anterior.
Aunque las razones son distintas para cada país, existen algunas causas comunes.
Odalis Marte, secretario ejecutivo del Consejo Monetario Centroamericano, explica que la caída en los precios de los combustibles, junto con la disminución en el valor de ciertos alimentos a nivel internacional, han coincidido para que algunos países de la región registren inflación muy baja o negativa en los últimos meses.
El Salvador, que llevaba cinco meses con deflación, recién recuperó los números azules, pero marcando apenas un 0,3%. En su caso, también ha influido, entre otras causas, la reducción de aranceles a alimentos importados.
Y en el caso de Costa Rica ha sido determinante la apreciación de la moneda local frente al dólar.
Según Carlos Acevedo, expresidente del Banco Central de Reserva de El Salvador y actualmente consultor independiente, la deflación que estamos viendo en la actualidad también se explica por un "efecto pospandemia", es decir, el costo de la vida llegó a niveles exorbitantes, que las bajadas actuales no son un reflejo de una crisis, como ha ocurrido en otros países con problemas deflacionarios.
Entonces, como la base de comparación ha sido alta, la deflación no es un síntoma preocupante.

"Lo veo como una estabilización de los precios, como una corrección de los precios", comenta en diálogo con BBC Mundo.
Mientras Costa Rica acumula cinco meses consecutivos de caída de precios, Panamá cumplió un año de IPC negativo.
Que los países tengan deflación es un fenómeno bastante inusual en Latinoamérica y, como explica Benjamin Gedan, investigador de Johns Hopkins University, "no constituye un objetivo de política económica, especialmente si es la consecuencia de una economía estancada".
Aunque el sentido común podría decirnos que mientras más caigan los precios, mejor para nuestro bolsillo, en realidad no es tan así.
¿Es bueno para el bolsillo de los consumidores?
El economista Marte señala que en el corto plazo los consumidores sienten un bienestar porque mejora su capacidad de compra, pero en el mediano plazo, "la deflación puede afectar el crecimiento económico y la capacidad de las familias de generar más ingresos".
Hay que tomar en cuenta, explica, que "en muchos países cuando la inflación es muy baja o negativa, no hay aumentos salariales", baja el consumo, hay menos producción, la economía crece menos.

Se puede formar una especie de círculo negativo en el que, pese a que los precios están más bajos que hace un año atrás, el poder de compra puede seguir siendo bajo y ciertamente sin empleo o con el sueldo estancado, la deflación no juega a favor de las finanzas personales.
La deflación en Panamá y Costa Rica "no es preocupante", le dice Marte a BBC Mundo, porque son países cuyas economías están creciendo.
Contrario a otras experiencias, se trata de una deflación con crecimiento aparejado.
Si la deflación se extiende por algunos trimestres, "no pasa nada", explica, porque forma parte de un proceso de adaptación.
Observando estos países, la deflación no es un reflejo de una recesión, es más bien, un fenómeno asociado a la evolución de factores externos e internos, apunta.
Para entender cómo influye el contexto internacional, conviene tener en cuenta que la estructura del gasto de los hogares varía de un país a otro, según el peso (la ponderación) que tienen los productos dentro de la canasta familiar utilizada para medir el IPC.
En Costa Rica, Panamá y El Salvador (que pese a haber salido de la deflación, de todos modos está rozando el 0% de IPC), señala Marte, pesa mucho el precio de los combustibles y de los alimentos en la medición general del costo de la vida.

Esto no es así en otros países donde la importancia que tienen ciertos productos importados no es tan preponderante.
Y en lo que se refiere a asuntos más locales, influye la decisión de un determinado gobierno de subsidiar un producto.
En El Salvador, por ejemplo, el precio de los combustibles está subsidiado, una política que permite amortiguar las escaladas de precios en el exterior.
Desde una punto de vista más amplio, si la deflación persiste en el tiempo en la economía de un país, las cosas podrían complicarse, en la medida que afecta la actividad económica.
Pero, por ahora, no parece ser el caso latinoamericano. "No creo que la caída de precios en estos tres países vaya a ser permanente", dice el economista.
Carlos Acevedo tampoco cree que esta deflación se convierta en un problema.
Sin embargo, como en la pospandemia subieron tanto los precios, muchas familias no sienten que los precios realmente hayan disminuido.
Aunque el IPC sea bajo o incluso negativo, comparativamente hablando, "la vida sigue siendo cara", respecto a los precios que había antes de la pandemia, apunta.
El mejor ejemplo es Costa Rica, "un país caro porque la disminución de precios es marginal" en relación al alto costo de la vida, explica.
"La gente no lo siente en su bolsillo" y, de hecho, al conversar con costarricenses, lo primero que dicen es que la vida está carísima.
¿Qué pasa cuando la deflación se vuelve permanente?
Uno de los ejemplos paradigmáticos de una deflación muy negativa es el caso japonés y lo que se conoce como "la década perdida" del país asiático.
En los años 90, Japón experimentó una profunda crisis económica con caída de la demanda interna, bajas tasas de interés, debilidad del yen, altos niveles de deuda y falta de inversión empresarial.

Con una población muy envejecida y más preocupada por ahorrar que por consumir, las empresas bajaron sus precios sin conseguir que el consumo se reactivara, en medio de un estancamiento económico, quiebra de compañías y aumento de los préstamos morosos.
La deflación crónica que tuvo Japón representó por mucho años un gran problema económico.
Lo que suele ocurrir es que en un proceso deflacionario la gente posterga el consumo a la espera de que los precios sigan cayendo y eso, a su vez, hace más difícil que la economía se recupere.
Se crea un círculo vicioso donde la disminución del consumo agudiza la caída de precios y la falta de inversión.
Tanto la inflación muy alta, así como la demasiado baja, no son buenas noticias y aunque cada país define su meta inflacionaria (el nivel que le conviene a esa economía en particular), el objetivo ideal de precios suele moverse entre un 2% y un 4%, dicen los economistas, como norma general.
Eso es lo que suele considerarse un "nivel sano" de inflación.
De todos modos, lo que está pasando en Costa Rica, El Salvador y Panamá sigue siendo visto por los economistas como algo pasajero, teniendo en cuenta que sus economías crecen a un ritmo incluso más rápido que otros países de la región.
Claramente están en la vereda contraria de una recesión.
Históricamente, Latinoamérica ha ganado fama por su control de la inflación.
Las "experiencias dolorosas" del pasado impulsaron reformas en muchos países que garantizan la independencia de los bancos centrales y una política monetaria responsable, dice Benjamín Gedan.
Y aunque siempre es un tremendo desafío conseguir el nivel inflacionario óptimo para cada economía, los economistas están de acuerdo en que las lecciones aprendidas en las décadas pasadas han dejado una huella positiva en la región.

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