Maradona no ha aceptado su enfermedad
Gaetano Pandolfo [email protected] | Martes 17 noviembre, 2020
Diego Armando Maradona es alcohólico.
No lo digo yo, lo dice uno de sus médicos, el Dr. Carlos Díaz, psicólogo y miembro del equipo médico que atendió al exfutbolista en la Clínica Olivos, centro médico donde lo operaron exitosamente por un hematoma en la cabeza.
El médico de cabecera del “Pelusa”, Leopoldo Luque agregó que Diego, supuestamente sustituyó su adicción a la cocaína por el alcohol, que lo condujo a un consumo problemático y poco controlable.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sido tajante en calificar el alcoholismo como una enfermedad y al alcohólico como un enfermo.
Entonces: Diego Maradona es un enfermo alcohólico, pero, como sucede en la mayoría de los casos, él no lo acepta, ni lo reconoce.
La información internacional nos narra que Maradona fue trasladado a Nordelta, un residencial privado en la localidad de Tigre, con el propósito prioritario de que inicie su recuperación en una residencia cercana a la de su hija Giannina.
¡Tremendo error de los médicos!
Primero, porque Diego por ahora no ha aceptado ser alcohólico. No ha dicho que lo es y que voluntariamente se someterá a un tratamiento. Son sus médicos, Díaz y Luque los que lo califican como alcohólico y claro que lo es, pero ningún tratamiento va a funcionar sin la aceptación humilde del enfermo.
Segundo: este par de galenos, parece que ignoran que el alcoholismo básicamente es una enfermedad emocional, aparte de física y mental, además de incurable y mortal, de manera que al enfermo alcohólico hay que rodearlo y construirle un entorno que no lo afecte ni lo quiebre emocionalmente.
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Eso parecen comprenderlo los médicos cuando afirman que “la idea es que Diego esté rodeado por las personas más cercanas, porque esos vínculos van a poder ayudarlo a su recuperación, aparte de que sus hijas podrán controlarlo”.
Pero, todo este entorno es ideal en una familia “normal”, pero el mundo sabe y conoce que la relación de Maradona con su exesposa y sus dos hijas es de perros y gatos, que no se hablan y existen demandas judiciales en las dos vías.
Diego habla públicamente pestes de sus hijas y éstas, más inteligentes y comprensivas lo toleran.
Dudamos entonces que en ese pacífico vecindario de gente adinerada y residiendo cerca de una de sus hijas, enemiga pública, pueda Maradona hallar la paz y el equilibrio emocional, vitales y determinantes en el arranque de la recuperación de su enfermedad.
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