Más de lo mismo
Marcello Pignataro [email protected] | Martes 21 octubre, 2008
Más de lo mismo
AC/DC regresa al mercado con alto voltaje
Marcello Pignataro
Para La República
Cuando las cosas han funcionado tan bien por 30 años, no tiene sentido realizar cambios. Y AC/DC ha venido sonando igual desde su primer disco, allá por 1975, cuando “High Voltaje” vio la luz en Australia.
Ya el sencillo “Rock and roll train” nos decía, más o menos, que las cosas no iban a cambiar mucho… y no hay nada de qué quejarse. Nuevamente los hermanos Young, Malcolm y Angus, se encargan de la composición de los 15 temas que lleva la nueva producción de AC/DC, “Black Ice” con una duración ligeramente inferior a una hora.
Las guitarras inconfundibles al inicio de cualquier canción llevan la marca de AC/DC por todo lado.
Con la alineación considerada como más clásica —desde la muerte de Bon Scott, en 1979— de nuevo Brian Johnson en las voces, Phil Rudd en la batería —reincorporado desde el Ballbreaker, en—, Cliff Williams en el bajo y los hermanos Young en la guitarra, AC/DC regresa al mercado con alto voltaje.
Metallica regresó luego de cinco años de silencio, y lo hizo muy bien. AC/DC lo hace después de siete años, y lo hace muy bien. Faltará ver el famoso “Chinese democracy” de Guns ‘n’ Roses, en noviembre, luego de diez años de no sacar nada, para ver si 2008 es el “año de los regresos”.
Volviendo al disco, AC/DC mantiene una base rítmica sólida y fuerte con tres músicos que se conocen de memoria (Malcolm, Rudd y Williams).
Brian Johnson mantiene su falsetto carraspeado de siempre —otra de las características de AC/DC— y Angus está como el vino: cada día mejor.
Como mencioné antes, “Rock and roll train” nos da la bienvenida a un paseo de rock de verdad, sin ingredientes artificiales.
Como canciones destacadas —si se puede destacar alguna en particular, porque todas son buenísimas— están “Anything goes” (¿próximo sencillo?), “Big Jack”, “Wheels”, “She likes rock and roll” (destinada a ser coreada con fuerza en los conciertos) y la canción que da título al disco.
Completan los 15 temas “Skies on fire”, “War machine”, “Smash ‘n’ grab”, “Spoilin’ for a fight”, “Decibel”, “Stormy May day”, “Money made”, “Rock’n’roll dream” y “Rocking all the way”.
Las composiciones son sencillas, sin muchos aspavientos, pero siempre demostrando la calidad y potencia de cada uno de los integrantes del grupo.
Las letras con doble sentido (incluso se especuló que el disco se iba a llamar “Strap it on”, en clara alusión a ciertos juguetes sexuales) también se vuelven a hacer presentes.
Esto es lo que gusta de AC/DC y eso es lo que los hace ser lo que son.
El disco viene en cuatro presentaciones diferentes, en las que la única variable es el color del logotipo de AC/DC. También hay un par de ediciones especiales —que incluyen camiseta, gorra y sticker— para los coleccionistas y apasionados del grupo.
En síntesis, “Black Ice” nos hace sentir bien.
En tiempos de músicas digitalizadas electrónicamente, instrumentos secuenciados y artistas prefabricados, reconforta saber que el rock and roll —el de verdad— no ha muerto sino que, por el contrario, está lejos de hacerlo.
AC/DC regresa al mercado con alto voltaje
Marcello Pignataro
Para La República
Cuando las cosas han funcionado tan bien por 30 años, no tiene sentido realizar cambios. Y AC/DC ha venido sonando igual desde su primer disco, allá por 1975, cuando “High Voltaje” vio la luz en Australia.
Ya el sencillo “Rock and roll train” nos decía, más o menos, que las cosas no iban a cambiar mucho… y no hay nada de qué quejarse. Nuevamente los hermanos Young, Malcolm y Angus, se encargan de la composición de los 15 temas que lleva la nueva producción de AC/DC, “Black Ice” con una duración ligeramente inferior a una hora.
Las guitarras inconfundibles al inicio de cualquier canción llevan la marca de AC/DC por todo lado.
Con la alineación considerada como más clásica —desde la muerte de Bon Scott, en 1979— de nuevo Brian Johnson en las voces, Phil Rudd en la batería —reincorporado desde el Ballbreaker, en—, Cliff Williams en el bajo y los hermanos Young en la guitarra, AC/DC regresa al mercado con alto voltaje.
Metallica regresó luego de cinco años de silencio, y lo hizo muy bien. AC/DC lo hace después de siete años, y lo hace muy bien. Faltará ver el famoso “Chinese democracy” de Guns ‘n’ Roses, en noviembre, luego de diez años de no sacar nada, para ver si 2008 es el “año de los regresos”.
Volviendo al disco, AC/DC mantiene una base rítmica sólida y fuerte con tres músicos que se conocen de memoria (Malcolm, Rudd y Williams).
Brian Johnson mantiene su falsetto carraspeado de siempre —otra de las características de AC/DC— y Angus está como el vino: cada día mejor.
Como mencioné antes, “Rock and roll train” nos da la bienvenida a un paseo de rock de verdad, sin ingredientes artificiales.
Como canciones destacadas —si se puede destacar alguna en particular, porque todas son buenísimas— están “Anything goes” (¿próximo sencillo?), “Big Jack”, “Wheels”, “She likes rock and roll” (destinada a ser coreada con fuerza en los conciertos) y la canción que da título al disco.
Completan los 15 temas “Skies on fire”, “War machine”, “Smash ‘n’ grab”, “Spoilin’ for a fight”, “Decibel”, “Stormy May day”, “Money made”, “Rock’n’roll dream” y “Rocking all the way”.
Las composiciones son sencillas, sin muchos aspavientos, pero siempre demostrando la calidad y potencia de cada uno de los integrantes del grupo.
Las letras con doble sentido (incluso se especuló que el disco se iba a llamar “Strap it on”, en clara alusión a ciertos juguetes sexuales) también se vuelven a hacer presentes.
Esto es lo que gusta de AC/DC y eso es lo que los hace ser lo que son.
El disco viene en cuatro presentaciones diferentes, en las que la única variable es el color del logotipo de AC/DC. También hay un par de ediciones especiales —que incluyen camiseta, gorra y sticker— para los coleccionistas y apasionados del grupo.
En síntesis, “Black Ice” nos hace sentir bien.
En tiempos de músicas digitalizadas electrónicamente, instrumentos secuenciados y artistas prefabricados, reconforta saber que el rock and roll —el de verdad— no ha muerto sino que, por el contrario, está lejos de hacerlo.