Oportunidades laborales, familia y género
Larissa Arroyo [email protected] | Miércoles 03 agosto, 2016
Para pensar que es posible ocupar un espacio, es determinante ver a otra persona similar a nosotras ocupando este espacio. ¿Cómo soñar ocupar un puesto de poder, si no reconocemos en quien lo ha ocupado como alguien con características similares a las nuestras? Estas son barreras “invisibles” para las mujeres en el acceso a oportunidades laborales y sobre todo a los puestos de decisión.
Hace unos días, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) seleccionó a Paulo Abrão para el cargo de Secretario Ejecutivo. Conviene decir que según la misma CIDH, la selección fue el resultado de un proceso amplio, abierto, transparente y participativo. No obstante, es pertinente también considerar el acceso a estos puestos desde una mirada de género y del acceso de las mujeres a los derechos humanos: de las 5 personas candidatas, 3 fueron hombres (Brasil, Uruguay y Colombia) y 2 fueron mujeres (Estados Unidos y Belice). Para hablar de igualdad de género en el acceso a las oportunidades y sobre todo a los puestos de poder, se ha de considerar mucho más que los elementos formales.
Lo cierto es que en materia de números, si sacamos las cuentas a nivel histórico, pareciera que ser hombre le da una ventaja para ser comisionado de tal entidad o incluso juez de la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos. Claramente no hay, ni podría haber, una regulación expresa que diga que hay puntos más por ser hombre o puntos menos por ser mujer, no obstante, hay que ver más allá de la igualdad formal para poder acceder a una igualdad sustancial. Hay profesiones históricamente asociadas a lo masculino como sinónimo de liderazgo y poder. Nuestro ejemplo nacional en el binomio doctor-enfermera y sus correspondientes colegios: “Colegio de Médicos y Cirujanos” versus “Colegio de Enfermeras”. El lenguaje traduce sin duda la realidad de la discriminación por género.
Siguiendo, con el ejemplo de una entidad regente en los Derechos Humanos, parece conveniente recalcar que la elección de Paulo Abrão en la CIDH estuvo influenciada por la decisión de no postularse del Secretario Ejecutivo anterior, Emilio Álvarez Icaza. Sobre esto, merece importancia la explicación que él dio en una carta abierta, difundida en el mismo portal de la CIDH en enero de este año. Más allá de las razones políticas, merece atención la importancia que le dio a lo que él llama "pacto conyugal". Con candidez, él relató que la decisión de ejercer tal cargo fue hecha de manera conjunta con su esposa y familia pero que la consecuencia fue que impactó en la realización de varios proyectos de su esposa y que en Estados Unidos, ella ha visto disminuido o frenado su crecimiento profesional.
La ventaja de vivir en pareja
La propuesta socio-jurídica que tradicionalmente se ha hecho para promover las uniones, ya sea matrimonio o unión de hecho, es que una vida en común permite gozar además de cariño y compañía, de solidaridad o de cooperación y mutuo auxilio como lo establece incluso nuestro Código de Familia, muchas veces para la procreación.
No obstante, históricamente la propuesta social de familia fue la de una pareja heterosexual, en la cual el hombre era proveedor y la mujer, subordinada a éste, tenía la obligación del trabajo doméstico y de cuido. De esta forma, la familia y sus individuos se desarrollan según la autoridad de un sólo hombre como "pater familias". Esto cambió un poco en el siglo pasado, gracias al valor y la lucha de algunas visionarias que desafiaron el sistema, las mujeres empezaron a tener acceso a oportunidades laborales remuneradas. Desgraciadamente, esto significó también una doble o triple jornada para las mujeres, quienes asumieron en adición al trabajo doméstico y labores de cuido, un trabajo remunerado.
Yo soy para ti, tú eres para mí
Decidir construir un proyecto conjunto de vida en común, implica muchas veces la toma de decisiones en detrimento de los intereses personales de una de las partes, siendo la mayoría del tiempo las mujeres la parte que tiene que cubrir el costo. La idealización de la “familia” como concepto base de nuestro sistema social y jurídico y la venta del amor romántico, visto como sacrificio, deja al descubierto un problema no resuelto: ¿Qué ocurre cuando los proyectos de vida de dos personas en una relación se apartan o incluso chocan?
No tengo ninguna intención de proponer el tipo ideal de pareja o de “pacto conyugal” pero es vital que hombres y mujeres, nos cuestionemos más allá del imaginario de San Valentín, del amor por siempre, del príncipe azul y las medias naranjas, cómo nos afectan las relaciones en nuestro propio desarrollo personal y el de la otra persona que decimos amar o con la cual estar en pareja.
Nuevas masculinidades y nuevas formas de familias
Las oportunidades laborales son impactadas por el género, los roles y estereotipos de género vistas como las expectativas que se tiene socio-culturalmente de las mujeres y de manera particular por las relaciones sentimentales, así como los esquemas de familias y en particular la llamada “tradicional”. El tema prueba no ser de menor importancia si caemos en cuenta que el tipo de relación que las mujeres hayan tenido y de los pactos de pareja que hayan acordado repercute de manera significativa en las posibilidades de desarrollo y consecuentemente de ingresos, particularmente porque de nosotras se ha esperado que seamos las responsables principales del cuido de la familia entera, incluso llegando al punto de asumirlo como algo natural aunque no lo sea.
Celebro que un hombre en un puesto de influencia, como Emilio Álvarez Icaza, no dude en hacer público su compromiso de evitar que su carrera obstaculice, de manera permanente, el desarrollo del proyecto de vida de su esposa y aunque aplaudo a los hombres que pueden cuestionar sus esquemas tradicionales de familia, me enorgullezco aún más de las mujeres que han luchado por siglos para que esto ocurra y las cuales nos han heredado, tanto a hombres como a mujeres, la locura de pensar que es posible construir un mundo más igualitario.