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Martes, 6 de mayo de 2025



FORO DE LECTORES


Pensar en grande no es una opción: es una obligación

Christian Rivera [email protected] | Lunes 05 mayo, 2025


Christian Rivera


La reciente presentación gratuita de Lady Gaga en Río de Janeiro —financiada por el ayuntamiento y celebrada frente a más de dos millones de personas en la playa de Copacabana— no fue simplemente un concierto. Fue una estrategia de desarrollo, un acto de visión política y económica que convirtió el espacio público en un escenario global. El turismo se reactivó con más de medio millón de visitantes adicionales, se proyectó una inyección de más de $120 millones en la economía local, y se posicionó nuevamente a Brasil en el mapa cultural del mundo.

¿Por qué es relevante esto para Costa Rica? Porque mientras otras ciudades piensan en grande y actúan con osadía, nosotros seguimos atrapados en el modelo del “pico y valle”: temporada alta y temporada baja. Peor aún, enfrentamos una caída sostenida en la visitación turística, según datos del SINAC 100 mil personas menos visitaron en el 2024 nuestros parques nacionales y áreas protegidas. Esto es una situación agravada por el modelo de apreciación del colón, que encarece al país frente a competidores regionales, y por la inseguridad creciente que deteriora nuestra marca país. Y sin embargo, ante este panorama, muchos sectores siguen aplicando las mismas fórmulas, esperando resultados distintos.

Parafraseando irónicamente a Einstein: seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes no es perseverancia… es necedad.

Es momento de rebelarse ante la resignación. De abandonar los lamentos estacionales y activar todo aquello que ya tenemos en nuestras manos: cultura, deporte, gastronomía, y el espacio público como punto de encuentro y vitrina del alma costarricense.

Costa Rica ha tenido ejemplos exitosos: el Ironman en Guanacaste, que atrajo a más de mil atletas internacionales y dejó millones en ingresos; la carrera Sol y Arena en Puntarenas, que transforma una ciudad dormida en un polo dinámico de comercio y orgullo local; los festivales de música en playa y montaña, las competencias de surf en Jacó y Santa Teresa, los eventos de ciclismo, maratones, torneos de fútbol base y mucho más. No nos faltan ideas ni talento; nos falta voluntad política, articulación territorial y valentía para romper esquemas.

Los gobiernos locales tienen en sus manos una herramienta poderosa y subestimada: el diseño de actividades itinerantes que activen sus comunidades con contenido cultural, deportivo y turístico. Esto es una inversión en empleo, convivencia, identidad y marca país. Lo demuestran países como Brasil, España, Colombia y México, donde la cultura y el deporte se usan como motores de regeneración urbana, cohesión social y desarrollo económico.

Hemos caído en la trampa de pensar que la temporada baja es un castigo inevitable. Pero la lluvia no es enemiga del turismo. La “temporada verde” podría ser nuestra temporada de oro si supiéramos reencantar al viajero con experiencias únicas en cada rincón del país. Imagine un festival de gastronomía autóctona en Limón bajo toldos blancos y música calipso, una carrera nocturna en La Fortuna iluminada por antorchas, un encuentro de cantautores en las montañas de Zarcero, o una feria de bienestar y yoga en las playas del sur. Todo es posible si se convoca al sector privado, se articula con visión y se pierde el miedo a lo nuevo.

Costa Rica necesita pensar en grande. Y en el idioma de las grandes decisiones, pensar en grande no es una opción: es una obligación.

El turismo sigue siendo uno de los motores principales de nuestra economía. Si queremos defenderlo, proteger empleos y regenerar oportunidades, debemos salir del molde. El espacio público puede ser nuestro escenario más poderoso, si lo activamos con inteligencia y sensibilidad. Es tiempo de dejar atrás las excusas y comenzar a diseñar una Costa Rica donde la cultura, el deporte y la gastronomía no sean ornamentos, sino herramientas de transformación.

El ejemplo de Copacabana no es una extravagancia brasileña. Es una señal. ¿Qué estamos esperando nosotros?







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