Roy Herrera - Quo vadis arbiter?
Quo vadis arbiter?
En ocasiones se escucha a los detractores del arbitraje quejarse del desempeño de los árbitros al dirimir sus causas. El poco interés en los asuntos que resuelven, la carencia de conocimientos especializados, la indebida valoración de la prueba aportada o la inadecuada fundamentación de los laudos que emiten, son tan solo algunos de los reclamos que usualmente aparecen cuando se aborda el tema, ya sea que los reclamantes se encuentren en un debate académico o simplemente estén justificando la obtención de un resultado adverso (caso en el cual normalmente aderezan sus protestas con la supuesta falta de objetividad y/o independencia de algunos árbitros).
Acorde con su condición de humanos, los árbitros no son perfectos; pero están lejos de ser la causa principal de los problemas que apuntan sus inculpadores.
Para empezar, parafraseando un viejo proverbio español, es indudable que “Cada litigante tiene al árbitro que se merece”. Resulta increíble que algunos colegas se quejen de la calidad de los tribunales arbitrales cuando, en la gran mayoría de los casos, ellos mismos participan activamente en la escogencia del órgano decisor.
Por otra parte, no es tarea de los árbitros sino de los litigantes, preparar los alegatos de manera clara y presentar la prueba de forma tal que el tribunal, al realizar su análisis y valoración, pueda encontrar en ellos el sustento apropiado de las pretensiones. Dicho de otra manera, “si los ingredientes que se aportan no son de primera calidad, difícilmente el chef, por muy bueno que sea, pueda preparar un platillo gourmet”.
Finalmente, no huelga recordar que las causales de recusación son semejantes en la jurisdicción arbitral y en la jurisdicción ordinaria, por lo que los criterios que se aplican para valorar la objetividad e independencia de los árbitros son iguales, o incluso más estrictos, a los que se les aplican a los jueces. Siendo así, no hay razón para afirmar que la imparcialidad del órgano decisor se encuentra asegurada de mejor manera cuando los tribunales ordinarios son los encargados de dirimir los conflictos.
Todo lo anterior no significa que no existen puntos en los que se debe seguir trabajando con los árbitros (depurar las listas de neutrales, exigirles capacitación constante, etc.); sin embargo, es mezquino cerrar los ojos a los esfuerzos que día a día realizan instituciones estatales, centros administradores de arbitrajes, árbitros y muchos litigantes para permitirnos contar con mejores tribunales arbitrales, asegurando con ello que la práctica del arbitraje siga creciendo y fortaleciéndose en nuestro país tal y como lo ha venido haciendo desde el año 1998.
“Los perros ladran Sancho amigo, es señal de que avanzamos”.
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