Tica alucinó en ultramaratón comparándola a subir el Everest tres veces seguidas
Walter Herrera [email protected] | Viernes 21 septiembre, 2018
Con la bandera de Costa Rica en sus manos, la ultramaratonista Sandra Mejía completó los 330 kilómetros de recorrido del “Tor des Geants” (Torre de Gigantes) en Italia, considerada la carrera de montaña más dura del mundo.
Esta es la segunda ocasión en que participa tras abandonar a mitad de la prueba en 2017 debido a una bacteria que contrajo en su pie.
Nuevamente regresó este año, y no lo tomó como una revancha, sino como una nueva oportunidad para superarse.
Tampoco estuvo exenta de males de salud.
Sufrió una bronquitis una semana antes de iniciar el recorrido, pero sus deseos pudieron más que la enfermedad.
La prueba tiene un desnivel positivo de 24 mil metros, el equivalente a subir el monte Everest tres veces seguidas y por noveno año consecutivo, el valle de Aosta en los Alpes italianos fue el escenario de la competición.
Los corredores disponen de un tiempo máximo de 150 horas para completar la aventura y la falta de sueño fue su principal rival, que a la postre le produjo alucinaciones.
De esta manera, la corredora de 39 años demostró que no hay montaña ni valle lo suficientemente alto para interponerse en su camino.
Mejía conversó con LA REPÚBLICA sobre el proceso para convertirse en una “Gigante”.
Entrevista
Sandra Mejía
Ultramaratonista costarricense
¿Cuándo decidió volver a correr esta carrera tan dura luego de retirarse por un problema en el pie la primera vez?
El año pasado cuando lo intenté me entró una bacteria en el pie después del kilómetro 100, yo ahí sabía que había terminado, la bacteria hizo estragos, pero cuando me retiré quedó el deseo de terminar la prueba, no me quería sentir derrotada.
Ahí se está expuesta a todo, uno entrena y come bien pero hay factores que no se pueden controlar.
Cuando vine de regreso en el avión me dije que lo iba a lograr y empecé preparándome desde ahí.
Esta vez finalmente completó la carrera, ¿cómo salió todo?
Esta vez todo fue muy satisfactorio, todo fluyó bien, incluso entrené cuando llegué a Francia y me tranquilizó que reaccioné bien.
Eso sí, una semana antes me dio bronquitis y no lo podía creer, creí en un principio que era una tos pero sí tenía infección, igual le hice caso omiso, pero por dicha esta vez hizo mucho calor y eso me ayudó.
El año pasado fue un congelador con temperaturas bajo cero grados.
Para respirar es más fácil cuando está cálido. Esta vez llevaba mucha ropa térmica y el calor era tanto que quería agarrar unas tijeras y cortar la ropa, hacer shorts de la licra.
¿Cómo fue la preparación durante todo el año?
Estuve casi un año entrenando. Hice un programa donde progresivamente aumentaba las cargas en volumen.
Competencias tuve pocas, cuatro, y fueron muy específicas.
Corrí 100 km en Nicaragua y gané; en México una por etapas y quedé cuarta entre las mujeres, aquí hice una vertical y una en San Carlos, pero no me fue bien porque me deshidraté, tuve un descontrol de electrolitos.
Esta vez también hice mucho énfasis en el entrenamiento funcional.
¿Cómo es el paisaje durante estos más de 300 kilómetros?
Se desarrolló en un valle, rodeado por las siete montañas más altas de Europa, la idea era subir y bajar todas, por eso se llama Torre de Gigantes.
Pasamos por típicos pueblos italianos, casas de piedra.
En la montaña había senderos muy inclinados, mucho bosque con pinos y en la cima típica vegetación de páramo, similar al cerro Chirripó.
Los últimos 500 metros de cada cima eran rocosos y totalmente verticales, había partes donde me amarré con cadenas y cuerda por el peligro de los acantilados.
¿Por qué se dice que es la carrera de montaña más dura del mundo?
La prueba tiene un desnivel positivo de casi 31 mil metros, lo cual es el equivalente a subir el monte Everest tres veces seguidas.
En sus redes sociales señaló que lo más difícil de todo fue la falta de sueño, ¿Cómo lo manejó?
No dormir me aniquiló. Después de dos días de no dormir hacía el intento, pero cuesta porque el cuerpo no se “resetea”, no estás durmiendo y uno trata de desconectarse pero en lugar de eso sufrí alucinaciones.
Durante la competencia si acaso dormí tres horas durante las 135 de la carrera.
Muscularmente sabía que iba bien, estaba superentrenada en la corrida.
¿Qué alucinó?
Uno imagina cosas, veía caras en cada piedra, veía figuras, como los emoticones de WhatsApp (risas). Todos se ríen de mí cuando les digo que incluso vi a Abraham Lincoln, eso no sé de dónde lo saqué, uno cree que solo ve cosas del pasado, pero no.
También vi un duende recostado, pero cuando me acercaba veía que era una roca.
¿Cómo superó estos momentos de desesperación al no poder dormir junto con el cansancio?
Solo pensaba en superar los 100 kilómetros que hice el año pasado.
Cuando lo superé aún iba entera y eso me ayudó.
El ser humano es dado a quejarse de todo, más bien hice al revés, agradecí estar ahí y cuando estaba cansada o con sueño admiraba el paisaje, tomaba agua, me relajaba y ese era mi ritual de siempre.
Y cuando se ponía muy feo me ponía a cantar y me entretenía (risas). No me sé ninguna canción entera pero hacía un mosaico de canciones. Se me dañó la música antes de venir.