Deuda social
Leiner Vargas [email protected] | Martes 19 junio, 2012
Reflexiones
Deuda social
Mucho se habla en estos días de la deuda pública, de su impacto en los indicadores financieros y en los mercados en general, para bien o para mal. Sin embargo, es muy poco tratado por los economistas de corte liberal el tema de la deuda social y de su impacto en la productividad y en la competitividad país de largo plazo.
Podríamos decir que la deuda social es un concepto más complejo que se asocia con un factor ético poco presente en el debate de políticas públicas de la actualidad.
Se trata de lo que falta por incluir, del desafío no atendido por las políticas en educación, salud, vivienda, cultura, etc. Es decir, es el equivalente a la tarea pendiente del Estado y de los ciudadanos de un país.
La deuda social es el resultado de la acumulación de requerimientos sociales no atendidos por el Estado y los ciudadanos y que van generando desigualdad extrema y pobreza, pero sobre todo, exclusión social. Es claramente un elemento que atenta contra la convivencia en sociedad en todos los sentidos. Es un represor de libertades en el sentido del concepto popularizado por el Premio Nobel de Economía Amartya Sen. Es también la principal causante de la inseguridad y el vandalismo social en el que vivimos. En sí mismo, puede ocultarse en los no informados o invisibles como está de moda, sin embargo, la sociedad pierde cada vez que este grupo de actores ensancha sus diferencias con el resto.
La deuda social es el equivalente a los montos no cobrados en impuestos producto de la corrupción de los empresarios y de la negligencia tributaria del gobierno, la deuda social aumenta cuando aumenta la incapacidad para gestionar el gasto público o lo que es peor, la corrupción y despilfarro de los mismos.
La deuda social se incrementa con las erráticas políticas de inversión pública como el caso de la Refinería Ruinosa de RECOPE o con las decisiones oportunistas para favorecer a grupos de interés y no a la sociedad en su conjunto.
La deuda social es entonces un imperativo ético que debe saldarse, no solo con menos subsidios para los empresarios de zonas francas o con leyes más estrictas para quienes hoy en día se saltan el impuesto de ventas o realizan contrabando a vista y paciencia del Estado; la deuda social no puede seguir creciendo bajo la mirada pasiva de los ciudadanos.
Atender la deuda social es entonces una prioridad de cara a una sociedad más justa y democrática, pero requiere firmeza y honestidad en la gestión pública, algo que pareciera cada vez más lejos de la realidad costarricense.
Pareciera entonces que Costa Rica quisiera seguir teniendo un Estado clientelar y que las políticas públicas no van ligadas a este hecho. Mayor represión policial, verjas más altas o guardaespaldas a nuestros hijos no serán suficientes para quienes aspiran a vivir en el país más feliz del mundo si seguimos ampliando la deuda social de nuestro país.
Leiner Vargas Alfaro
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