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Luis Guillermo Solís

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 03 abril, 2014


El 2 de febrero, más del 60% del electorado votó por el cambio, por purgar el continuismo, por rescatar el modelo de Estado Solidario y la transparencia en las artes de gobierno


De cal y de arena

Luis Guillermo Solís

Lo dejaron solo en el último y decisivo tramo de la importantísima carrera. Sin embargo, en la meta lo está esperando un rival. Un antagonista con pocas probabilidades de ganarle la carrera, por un tropezón, por una fatalidad de esas tan raras pero no imposibles en la política.
Tal el caso de Thomas Deway ante Harry Truman o el de Vargas Llosa ante Alberto Fujimori. La ley de probabilidades, empero, indica que Luis Guillermo Solís va a ganar la carrera y será, por tanto, el próximo Presidente de la República.
¿Quién lo iba a decir pocos meses atrás, cuando en la convención interna del Partido Acción Ciudadana se vaticinaba su derrota?
¿O en el recién pasado diciembre, cuando aquel personaje era descalificado por desconocido o se le adjetivaba como apóstata por haber repudiado a Liberación Nacional del que fue secretario general?
Las encuestas fueron implacables con él, bien fuese por un artificioso diseño técnico de su configuración o porque a la hora de su divulgación se manoseaban sus cifras.
Igual lo negreaban los grandes conglomerados periodísticos que sin ningún rubor ético lo invisibilizaban. Hasta los bancos le negaron el crédito para su campaña puesto que LGS no aparecía sino muy relegado en los sondeos.
Verruga de nuestra democracia este maridaje entre encuestadoras y bancos, una derivación espuria consentida por el Tribunal Supremo de Elecciones aunque advertida por los Observadores de la OEA como deformante cualitativo de lo que debe ser una puja entre partidos en un marco de igualdad jurídica e institucional.
Difuminada la candidatura de Johnny Araya, toda la atención se volcó sobre LGS. Qué hace, cómo lo hace, qué piensa, dónde está, quién le acompaña, venga para acá o para allá… sin faltar la impertinente reprimenda por pensar distinto del empresario, del catedrático, del periodista que le salen al paso con la soberbia propia del ignorante a exigirle una definición política o ideológica afín a ellos porque si no “el país se hundirá en la incertidumbre”.
No son muchos pero sí son muy ruidosos y tienen poder forjado tras décadas de dominio y control de los centros de toma de decisiones (el gobierno, los partidos, la prensa) imponiendo un modelo de gestión política y económica en línea con la apertura comercial, la anquilosis del Estado Social de Derecho, la devastación de las potestades de regulador e interventor del Estado, su sumisión al mercado. Para consolidar tal modelo les bastó el control del PLN y del PUSC por 30 años y ordenar las negras y las blancas según sus intereses.
Hasta que ocurrió lo que advirtió Lord Acton: el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.
No hay mal que dure cien años ni pueblo que lo resista.
El 2 de febrero más del 60% del electorado votó por el cambio, por purgar el continuismo, por rescatar el modelo de Estado Solidario y la transparencia en las artes de gobierno. Ese es el mandato que recibe Luis Guillermo Solís, el más votado esa fecha.
Confío en que sepa ser consecuente con sus electores.

Álvaro Madrigal

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