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Navidad en violencia

Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 14 diciembre, 2012


El pueblo trabajador produce riqueza en abundancia, pero esta riqueza se distribuye con una inequidad que no tiene parangón en nuestra historia reciente


Navidad en violencia

Luego de varias semanas de haberse lanzado la temporada navideña en la sociedad de consumo, se respiran ahora los aires de una Navidad más cercana a nuestras tradiciones. Contrario a como se vive la Semana Santa, que se aprovecha para ir a la playa o al campo, en la Navidad es el hogar el que, adornado con un portal y en torno a una mesa con tamales, lo que tipifica esta celebración. Se escucha el célebre villancico ”Noche de paz”, que se hace eco del canto de los ángeles en torno a la cueva de Belén. Con ello, se hacía realidad, según el Evangelio de Lucas, el anuncio de los profetas de Israel, según el cual el nacimiento del Mesías trae aparejado el advenimiento de una era de paz para “todos los hombres (y mujeres) de buena voluntad”.
Pero, más que paradójico, resulta insultante para esta hermosa tradición el que, si miramos en nuestro entorno nacional (al internacional me referiré próximamente) vivamos hoy en una sociedad agobiada por la violencia que se ha instaurado como nunca en nuestra relativa historia de paz. Y digo “relativa” porque, si bien nuestra historia no ha sido nada pacífica, si miramos a los países vecinos, ciertamente es mucho menos sangrienta.
Lo anterior no es más que la consecuencia de la madurez política, mostrada a través de su historia, por un pueblo que ha sabido construir mediante procedimientos eminentemente políticos, esto es, sin soportar feroces dictaduras, instituciones políticas que posibilitan una vida aceptablemente democrática. Por el contrario, hoy vemos que la violencia nos invade por doquier, con lo que esta convivencia democrática que tradicionalmente nos había caracterizado, se ha deteriorado de manera alarmante. Es consecuencia, no podemos celebrar la Navidad en estas circunstancias, sin experimentar un sabor amargo en nuestro paladar y un sobresalto en nuestra conciencia.
La raíz del problema no es de índole económica sino política. El pueblo trabajador produce riqueza en abundancia, pero esta riqueza se distribuye con una inequidad que no tiene parangón en nuestra historia reciente. Costa Rica es el país en donde la distancia entre ricos y pobres más se acrecienta en toda América Latina. Mientras en la mayoría de los países de América del Sur disminuye la brecha entre ricos y pobres, mientras en Nuestra América la pobreza disminuye, en Costa Rica los índices de pobreza se han aumentado en los cuatro últimos años y ha crecido el desempleo y el subempleo.
Es de este caldo de cultivo donde se nutre la violencia que desangra a nuestro país. Las cifras no nos dejan margen al error. Mientras el desempleo abierto llega a la alarmante cifra del 10%, el subempleo y la economía informal llegan al 39%. Lo cual quiere decir que la mitad del sector laboral vive en condiciones más que precarias, tierra fértil para el narcotráfico en los sectores bajos y para el lavado en sectores más altos de la pirámide social. Por eso los costarricenses debemos preguntarnos a conciencia de qué lado estamos: o de los ángeles y su mensaje de paz, o de Herodes y su sangrienta reacción.

Por Arnoldo Mora

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