Un Carreño cibernético
Claudia Barrionuevo [email protected] | Martes 26 noviembre, 2013
Alguien debería publicar un manual para el buen uso de esta red social que incluya reglas de urbanidad y buena educación
Un Carreño cibernético
Había una vez otra vida: con otro paisaje, otra rutina, otras relaciones, otras verdades absolutas. En realidad ha habido una inmensa cantidad de realidades, más allá de los universos paralelos.
Hasta hace pocos años sobrevivíamos sin Facebook. No existía, no lo conocíamos, no nos hacía falta. Recuerdo las primeras incursiones de mis hijas en Hi 5 a finales de 2003 y el pánico que me provocaban esos contactos cibernéticos de los jovencitos. Dos años después surgió Facebook y todas las relaciones y la información personal que manejamos cambiaron de manera radical para todas las generaciones.
Me negué a tener un perfil en Facebook durante años: cuando Manu, mi hija mayor, se fue del país por nueve meses quise saber de su vida en el exterior y así también, entre 2011 y 2012, le seguí la pista a mi otra hija, Vale.
Al principio le tenía pánico a la bendita red social y no aceptaba la amistad de casi nadie, excepto de mis verdaderos amigos. Con el tiempo acepté a algunos conocidos, luego a amigos de mis amigos (siempre después de visitar sus páginas y saber más o menos quiénes eran), y, últimamente, a cualquier contacto en común, sin tomarme el trabajo de la investigación.
En este largo proceso aprendí la utilidad de exposición profesional en Facebook. En mi página publico mis artículos de opinión (consiguiendo que mis artículos tengan más lectores) y promociono mis espectáculos teatrales (logrando mayor publicidad de los mismos).
Es un medio utilísimo para ser contactada profesionalmente, sobre todo fuera de Costa Rica.
Si necesito buscar actores para recomendarlos a mis alumnos de cine o para realizar algún espectáculo, mi primera opción son mis contactos en Face. (Por cierto, recomendación para cualquier actor, bailarina o cantante: pongan una buena foto de perfil. Si alguien los busca y no los conoce, el retrato de su mascota favorita no es útil).
No visito la página de nadie: no tengo tiempo ni ganas. Veo lo que sale en mi página de inicio y oculto a los que publican demasiadas cosas (no tienen vida); a los evangelizadores (no lograrán nada conmigo) y a los fundamentalistas en cualquier campo (bastante me cuesta mantener el equilibrio como para soportar verdades absolutas).
Me gustan los comentarios de actualidad nacional que comparten los analistas; los aportes musicales o artísticos que algunos expertos nos regalan; la felicidad de mis amigos cercanos.
Da vergüenza cuando los adultos publican sus “situaciones sentimentales”; o ponen fotos “románticas” (que pueden cambiar en el trascurso de un mismo año), o exponen su despecho por una relación terminada recibiendo los “me gusta” de sus amigos.
¿Pelearse en público con alguien que ni siquiera conocen? (o conocen, da lo mismo) Es ridículo. Escriben con rabia sin pensar en lo que redactan y olvidando la ortografía. ¡Y estoy hablando de los mayores!
Alguien debería publicar un manual para el buen uso de esta red social que incluya reglas de urbanidad y buena educación. Algo así como un Carreño cibernético.
Claudia Barrionuevo
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