Una toalla, una crisis y mil desafíos
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 13 marzo, 2014
El país necesita un PLN preñado de aquellos ideales que inspiraron su nacimiento y que coadyuvaron tanto en la forja de la democracia social y política
De cal y de arena
Una toalla, una crisis y mil desafíos
Esta vez el Partido Liberación Nacional cayó por causa de sus propios errores, no pocos graves y reiterados impunemente a lo largo del tiempo.
No generó los indispensables procesos de asepsia que también son exigibles a los partidos políticos en la tarea de prolongar su existencia.
Como no hay cuerpo que resista un mal por cien años, finalmente cayó exhausto, impotente ante las exigencias de cambio y renovación que impone una nueva realidad que no supo entender y contaminado por los vicios de la mala gestión de gobierno.
El veredicto popular fue un lacerante repudio al Partido y a su candidato: le negó la confianza el 2 de febrero con la peor votación (29,7%) de su historia, abatió su presencia parlamentaria a otra cifra pobrísima (18 curules) y le mandó someterse a una segunda consulta electoral cuyos resultados le serían catastróficos, según adelantaron las encuestas. De ahí que su candidato presidencial optara por tirar la toalla y evitarle al Partido una humillación histórica.
“Nos derrotó el temor al continuismo”, dicen Araya y sus seguidores. Claro, continuismo es la prolongación de una forma de gestión política propia del PRI mexicano con todos los vicios de una maquinaria electoral insensible a controles, frenos y contrapesos.
Es alargar la inercia ante la explosiva irrupción de la corrupción; es mantener la ineptitud política de la administración Chinchilla; es extender la vida de un modelo de desarrollo presente en el deterioro de los índices del estado solidario.
Es asignar cinco diputaciones a figuras destacadas de este gobierno como es también repetirse en una ruta ideológica partidista apóstata.
Todo esto provocó la tarjeta roja del 2 de febrero, un repudio que recayó sobre el “cucarachero” (la mugre) y el “alacranero” (el canibalismo) asentados en el Partido.
Por añadidura, nominó un candidato muy ralito que a poco de andar mostró torpe marcha, fragilidad intelectual y débil exigencia a la hora de integrar sus equipos de trabajo y que para terminar hace un desesperado ejercicio de travestismo político para captar apoyos de los más conservadores estratos sociales y económicos.
El PLN no está muerto. Sí está mal quebrado y con grave anoxia. Está en el interés nacional que supere la crisis a fin de retornar a los niveles de benéfica beligerancia política e institucional con los que coadyuvó a la construcción de aquella Costa Rica progresista, social y económicamente equilibrada, y con una estructura democrática envidiable.
Es hora, entonces, de que reemprenda el recorrido por los caminos que condujeron a su creación en Finca La Paz de San Ramón, llenos de idealismos y afanes renovadores en lo social, en lo económico y en lo moral.
El país necesita un PLN preñado de aquellos ideales que inspiraron su nacimiento y que coadyuvaron tanto en la forja de la democracia social y política.
¡Qué daño le produjeron los jactanciosos, los autistas, los mediocres, los corruptos que invadieron sus estructuras y que lo lanzaron a estos riscos!
Álvaro Madrigal
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