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¿Bolsa o casino?

Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 06 octubre, 2008


¿Bolsa o casino?

Claudia Barrionuevo

Creo firmemente que el Estado somos todos: todos debemos trabajar por el bien común y el Estado tiene la obligación de regular ese bienestar. Por eso, ministerios como el de Salud o Educación son piezas claves —o deberían serlo— de cualquier gobierno del mundo. La salud de uno es la de todos y la educación también. Obviamente la economía no se queda atrás en cuanto a la responsabilidad estatal: el bienestar económico tiene que ser accesible a cualquier ciudadano y el Estado debe velar por eso.
Hace 14 años el gobierno de José María Figueres decretó el cierre del Banco Anglo. El Banco Central había intervenido dicha institución al descubrir que se habían realizado inversiones anómalas en títulos de deuda venezolana. Las pérdidas por estas inversiones iniciaron en ¢8.500 millones y posteriormente ascendieron al doble.
Hubo quienes consideraron innecesario el cierre del banco. El presidente Figueres defendió su decisión argumentando que era más caro mantenerlo abierto. En todo caso la intervención estatal al Banco Anglo —ya fuera para cerrarlo o no— era indispensable.
Un año después, en 1995, se aprobó la apertura bancaria, rompiendo el monopolio de la banca estatal que había regido por años. Pese a los temores de muchos —yo me incluyo— de que la apertura debilitaría a los bancos nacionales, esto no sucedió y —a pesar del cierre del Banco Anglo- otros bancos estatales aún siguen siendo fundamentales en nuestra economía.
En este nuevo siglo muchos intentan convencernos de que la solución a todos nuestros problemas es el libre comercio y la privatización de toda empresa estatal. Parecen no aprender de la experiencia mundial que ha demostrado que la corrupción, la ambición desmedida y la falta de conciencia han dominado estos procesos.
No conozco nada de las bolsas mundiales y nunca he ido a un casino. Pero he visto mucho cine y en las películas de Hollywood sobre ambos temas las coincidencias son muchas.
Por lo menos a nivel emocional: tanto en Wall Street como en Las Vegas la ambición, la excitación, los nervios, las mafias, las pérdidas que provocan depresiones angustiantes y las ganancias que llevan a un aumento excesivo de adrenalina entre los participantes, son comunes.
Conocí a un hombre que “jugaba” en la bolsa —como quien juega en el casino— y perdió $1 millón. No se suicidó pero su salud decayó seriamente hasta que murió.
Famosos son los casos de suicidio de la gran caída de la bolsa en los años 20 y muy conocida es la historia de la “gran depresión” en Estados Unidos que tuvo repercusiones económicas muy serias.
Hoy —debido a los juegos monetarios de los grandes inversionistas mundiales y la irresponsabilidad de las hipotecas norteamericanas— Estados Unidos está al borde del colapso económico.
También es importante en este juego de apuestas, la proximidad de las elecciones, donde —por primera vez en la historia— un negro podría ser el próximo presidente de esa nación.
No deja de resultar curioso que el país que más ha defendido la privatización de absolutamente todo, intervenga estatalmente la economía privada inyectando más de $700 mil millones. ¿Entonces? ¿La economía debe ser privada o estatal? Parece que depende de a quienes les convenga. Y siempre mandan los que más tienen y —por lo tanto— más tienen que perder.

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