Campaña electoral e Internet
Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 15 enero, 2010
Campaña electoral e Internet
La actual campaña electoral me parece bastante atípica, si la comparamos con lo que han sido eventos de esta naturaleza en el pasado. Las causas de esa atipicidad son múltiples, como sucede con todos los procesos de índole social y cultural, a diferencia de los hechos de origen natural que suelen ser unicausales. Sin embargo y por razones de brevedad, me limitaré a apuntar ahora como causa importante en los cambios mencionados tan solo a la revolución operada en los medios tecnológicos de comunicación de masas.
Lo destaco porque esos cambios suelen producir las mayores transformaciones en la historia. Baste con mencionar la invención de la imprenta y la difusión del libro en los orígenes de la modernidad. En tiempos más recientes, los debates televisivos fueron un factor determinante para que el joven senador John Kennedy ganara las elecciones en 1960.
Hoy la mayor revolución en la comunicación de masas es Internet. Su uso ingenioso y masivo fue un elemento nada desdeñable en el triunfo del mulato Barack Obama en las más recientes elecciones de Estados Unidos. En Costa Rica, el que el movimiento de rechazo al TLC lograra el apoyo de la mitad de la población en el referendum del 7 de octubre de 2007 se debió en buena medida al uso hábil y abundante de esos recursos de comunicación por parte de la oposición, que solo invirtió unos cuantos millones de colones frente a los miles de millones a que recurrieron sus defensores.
Lo dicho explica en buena medida por qué la actual campaña electoral no es como las anteriores, en donde las calles y lugares públicos eran ocupados por manifestantes con banderas y metiendo ruido para expresar su apoyo al candidato de sus preferencias. Hoy solo se ven hileras de vehículos para ir a alguna fiesta popular. Tampoco se ven “plazas públicas” en las comunidades, ni concentraciones de fuerza en el Paseo Colón como cierre de campaña. Ahora los mensajes e intercambio de opiniones se multiplican a través de Internet.
La diferencia está en que hay una presencia más personalizada en contraposición al carácter masivo y, por ende, un tanto anónimo de las manifestaciones tradicionales. En Internet se mezclan por igual las confrontaciones ideológicas con los ataques personales, las discusiones en torno a las propuestas programáticas como la crítica o defensa de la trayectoria individual y hasta de la vida privada de los candidatos. Lo anterior se debe a que la comunicación se hace desde la intimidad de los hogares.
Por esta razón considero un despilfarro inmoral el que se estén gastando más de ¢4 mil millones en propaganda inspirada en el marketing comercial, usando para ello los recursos del erario público recurriendo a la deuda política. Creo que ya es hora de hacer una verdadera reforma en materia de legislación electoral, con el fin de hacer las campañas más cortas.
Por su parte, el Tribunal Supremo de Elecciones debe disponer por ley de recursos para organizar, en igualdad de condiciones, espacios para debates. Igualmente se debe ser muy estricto en cuanto a las fuentes de financiamiento de los partidos. Considero que así se contribuiría a combatir la peligrosa tendencia al abstencionismo que se viene acentuando en las últimas décadas.
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