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COLUMNISTAS


Cervantes y el buen gobierno

Rodolfo Piza | Miércoles 17 febrero, 2016


 La buena política no puede vivir sin sueños, pero no podrán ser sueños imposibles

Cervantes y el buen gobierno


Este año, cumplimos 400 años de la muerte de dos titanes de la literatura. Los dos más grandes en español y en inglés, respectivamente, que nos regalaron una nueva forma de abordar el mundo, la literatura y el lenguaje: nuevas palabras, nuevos giros y un modo de entender nuestros complejos, grandezas e ilusiones.
Hoy me concentro en el de nuestro idioma, Miguel de Cervantes Saavedra, quien nació en Alcalá de Henares en 1547 y murió el 22 de abril de 1615. Su vida fue apasionada y turbulenta (entre viajes, cautiverios, guerras, heridas, deudas, y prisiones por decir algunas).
Mi primera lectura del Quijote fue en el Colegio Seminario. Don Paco Lobo nos exigía leerlo y yo tendría 14 y 15 años por lo que, a decir verdad, no le agarré el gusto hasta que nos descubrió los capítulos relativos a la Ínsula de Barataria, de la II Parte: “una ínsula hecha y derecha…, donde si vos os sabéis dar maña, podéis con las riquezas de la tierra granjear las del cielo”. Aprendimos entonces a ilusionarnos con las andanzas y los pensamientos del Caballero (quien solamente desbarraba en tocándole la caballería, y en los demás discursos mostraba tener claro y desenfadado entendimiento) y con su voluntad de deshacer entuertos, así como con la simpleza y refranes –sin ton ni son- de su escudero Sancho Panza y con la agudeza de sus juicios.
“Yo imagino que es bueno mandar, aunque sea a un hato de ganado” afirmaba Sancho. A renglón seguido vienen los consejos del Quijote: ”Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría… Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres… Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores; porque, viendo que no te corres, ninguno se pondrá a correrte; y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio… Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico... Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la misericordia… No te ciegue la pasión propia en la causa ajena… Al que has de castigar con obras no trates mal con palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones…, y en todo cuanto fuere de tu parte, sin hacer agravio a la contraria, muéstratele piadoso y clemente, porque, aunque los atributos de Dios todos son iguales, más resplandece y campea a nuestro ver el de la misericordia que el de la justicia…”
La política, aunque debe sortear las triquiñuelas y los excesos, no se reduce a ellos. El objetivo no es sentarse en la silla de un gobierno, sino en saber lo que se puede y se debe hacer desde ella, por la comunidad y el país en que vivimos. La buena política no puede vivir sin sueños, pero no podrán ser sueños imposibles: (“soñar el sueño imposible…, alcanzar la estrella inalcanzable”, “to dream the imposible dream…, to reach the enrichable star” en la versión del Musical “The Man of La Mancha”). Como en la Arquitectura, se tratará de construir obras que no existen, pero que pueden, material y humanamente, construirse sobre el terreno de nuestra sociedad.

Rodolfo E. Piza Rocafort
 

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