Consideraciones
Marcello Pignataro [email protected] | Lunes 17 marzo, 2008
Marcello Pignataro
Las leyes de la física son universales, inamovibles y nos afectan a todos por igual. Todos nos mantenemos pegados al piso por los mismos 9,8 m/s2 independientemente de nuestro peso, condición social, estatus laboral o sitio de residencia.
Las leyes de aceleración y velocidad también rigen para todos. Cuando manejamos o nos desplazamos en autobús, nuestros cuerpos viajan a la misma velocidad que el objeto en el que estamos montados, con una aceleración constante o igual a cero. Si el aparato frena, nuestro cuerpo mantiene las mismas velocidad y aceleración y se sigue desplazando igual. Si el frenado es suave, nuestro cuerpo tenderá a frenar de igual forma; por el contrario, si el vehículo tuvo que frenar abruptamente —sea por necesidad del conductor o porque colisionó contra algo— nuestros cuerpos mantienen la aceleración en cero, pero la velocidad es constante.
Las consecuencias de esto último son, generalmente, los accidentes, choques y demás fatalidades que constantemente vemos en nuestras carreteras.
A mis estimables lectores que piensan salir de vacaciones en estos días les digo que las playas, montañas o destinos vacacionales a los que se dirijan… no se van a mover de lugar. Siempre van a estar ahí, esperándolos para que los disfruten.
El exceso de velocidad en la carretera no va a originar que el sitio de descanso se quede más o menos rato “esperándolos”. Más bien, si la velocidad es excesiva, su sitio de descanso puede ser otro no temporal, sino eterno.
La combinación de alcohol con automóvil nunca ha dado buenos resultados. Si a esa ecuación le sumamos exceso de velocidad, los resultados son siempre volátiles. En este caso tenemos que guiarnos por evidencia científica, porque las personas que han realizado esta mezcla nunca han salido vivas del evento para relatarnos su experiencia. Lo peor: se han llevado consigo a personas que, posiblemente, nunca en su vida han experimentado con situaciones de ese tipo, inocentes y posiblemente con planes de vida diferentes a los del conductor —o conductora, como quedó demostrado en varios especiales de televisión recientemente — imprudente.
Así como nos hemos organizado —sin quererlo— en ocasiones anteriores para conciertos, eventos masivos, protestas pacíficas, etc. tratemos de hacer lo mismo para romper un récord en esta Semana Santa: cero muertes en carretera. Estoy seguro de que, si nos lo proponemos, lo haremos. Seré el primero en enviar la documentación respectiva a los libros Guinness para que el registro quede para la eternidad.
Tengo mucha fe en los proyectos de ley que se han presentado en este sentido. No tengo ninguna fe en que la Asamblea Legislativa los pase con la prontitud y rapidez necesarias. Es por esto que todos debemos conducir como si ya las leyes existieran. Cada vez que voy a tomarme un trago y manejar, me debo imaginar que me van a cobrar ¢200 mil o más de multa, me van a suspender la licencia y agregaría yo al proyecto, si no es que ya existe— deberé realizar algunas horas de trabajo comunitario. Esa situación mental funciona para mí.
Pero lo que más funciona, sin lugar a dudas y sin excepción, es el hecho de pensar que mi familia me espera en casa (cuando salgo solo) o que mi familia se encuentra conmigo en el vehículo. Eso nunca falla.
Por favor: si toma no maneje, si maneja no tome.
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