De la noche a la mañana
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 06 julio, 2009
De la noche a la mañana
Uno a veces cree —o quiere creer— que cuando termina un año y empieza otro nuevo la realidad cambia. Que pasar de un siglo a otro es pasar al futuro. Que cuando uno cumple años —como es mi caso en este día— la vida toma otro rumbo.
Pues no. Nos equivocamos. Del 31 de diciembre de cualquier año al 1º de enero del próximo todo sigue igual, excepto el año. Del fin de un siglo al inicio de otro no existen modificaciones, excepto en el calendario. El día de nuestro cumpleaños nada se modifica, excepto nuestra edad.
Todos recordamos el 31 de diciembre de 1999 con sus celebraciones mundiales y sus fantasmas de cataclismos. Nos despertamos el primer día del nuevo siglo con la esperanza de haber dejado muchas cosas atrás.
Ya fuera el 2000 o el 2001 el primer año del siglo XXI, hoy —a finales de su primera década— encontramos resabios de un pasado reciente mezclados con el fascinante desarrollo de las comunicaciones.
Si a mis trece años supe, a la distancia y con información más que distorsionada, lo que sucedió el 11 de setiembre de 1973 en Chile, hace una semana, a sus catorce y dieciséis años, mis hijas vivieron segundo a segundo el golpe de estado en Honduras.
Manuela, Valeria y yo pasamos la mañana del domingo pegadas al televisor. Las transmisiones directas por Internet se interrumpían para mostrar imágenes capturadas por teléfono celular o dar paso a comunicaciones satelitales y a enlaces entre Atlanta, Tegucigalpa, San José, Caracas, Washington y Nueva York.
Si a mí me sigue sorprendiendo el avance tecnológico en las comunicaciones, a mis hijas les sorprendió lo acontecido en Honduras. Tuve que explicarles qué era un golpe de estado y cómo actúan los militares en ellos. Les pareció incomprensible e indignante el trato dado al señor Zelaya. Ignoraban que eso y mucho más sucedía a diario en nuestro continente treinta años atrás.
A mí me pareció estar viviendo un triste déjà vu, no solo por violentar a un gobierno elegido democráticamente sino por el arcaico lenguaje utilizado por Hugo Chávez para condenar el hecho. Tuve que explicarles a mis hijas el otro significado de la palabra gorila.
La comunidad internacional no ha tenido más opción que condenar el golpe de estado, independientemente de que el presidente Zelaya les guste o no. En el siglo XXI no es políticamente correcto justificar estas acciones. Ni siquiera Estados Unidos se puede dar el lujo de hacerlo y menos aún su joven y moderno presidente Obama.
¿Qué solución diplomática existe para reanudar las relaciones entre Honduras y los demás países, sobre todo los centroamericanos? El cierre de la frontera hondureña ya está perjudicando seriamente a gran cantidad de exportadores nacionales.
Nada cambia de la noche a la mañana aunque la más conocida canción de Alux Nahual diga lo contrario. El siglo XX y sus males siguen presentes en el XXI. Para bien y para mal.
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