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De salud y ocurrencias

Marcello Pignataro [email protected] | Lunes 22 junio, 2009



De salud y ocurrencias


Mientras todo el país se concentraba en reforzar las medidas de salud e higiene para no quedar contagiado de la gripe porcina, las ventas de alcohol en gel y mascarillas se disparaban hacia la estratosfera y algunas farmacéuticas veían ante sus ojos el negocio del siglo, en el Hospital San Juan de Dios teníamos un brote de una bacteria (Clostridium difficile) desde enero que se mantuvo en el anonimato.
Aprovechando la enorme atención que se centraba sobre la H1N1, la difficile se hizo la difícil y se negó a salir en los medios. No fue hasta que la prensa empezó a informar que ya se había cobrado siete víctimas en un mismo hospital cuando nos empezamos a enterar y preocupar.
Es la misma prensa la que nos informó, la semana anterior, que, pese a que el brote surgió durante el primer mes del año, no fue hasta el quinto –—cuando ya las muertes sumaban 25— que la administración del Hospital empezó a tomar medidas para prevenir contagios adicionales. Los mismos trabajadores del centro de salud mencionan su disconformidad con la falta de información y el riesgo que corrieron ellos y sus familiares al verse expuestos a una bacteria con alta potencialidad mortal.
La bacteria, inclusive, se aprovechó de la desinformación y de la falta de cuidado para mudarse a otros dos hospitales y sigue cobrándose víctimas mortales.
No cuesta mucho leer en los periódicos, en los blogs y en distintas páginas de Internet, los constantes maltratos y desprecios por parte del personal de los hospitales para con los pacientes.
Hay dos profesiones en el país que, a mi criterio, necesitan una enorme vocación para ejercerlas: una es la educación y otra la medicina. Haciendo un breve análisis de los acontecimientos —en ambos campos— de los últimos años, no creo que cueste mucho llegar a la conclusión de que la vocación por ejercer se ha perdido.

En otro orden de cosas, y como parte de las ocurrencias risibles que se dan en este país, un grupo de funcionarios del fútbol quieren que los costarricenses paguemos una suma mensual por ver los partidos del Campeonato.
Aducen que con ello se colaborará a generar los recursos necesarios para adaptar a los equipos y campos de fútbol con los nuevos requisitos de la FIFA.
Apartando de tajo lo absurdo que puede resultar cobrar por ver el futbolito de nuestro país, me pregunto si, como cliente potencial del sistema, tendría yo derecho a algunas exigencias por el servicio que pagaría: en primera instancia, que eliminen de tajo los anuncios de media pantalla que impiden la visibilidad del partido completo, que dejen de decir “Tiro Libre Los Patitos”, “Saque de Esquina ACME” (a veces siento que solo falta el “Pitazo Inicial XYZ”) y, de lo más importante, que me dejen escoger al narrador y al comentarista que yo quiera, para no tener que escuchar si las guitarras suenan o si las gaviotas vuelan.
También quiero a David Villa, a Franck Ribéry y a Michael Ballack en Saprissa.
Eso sin tomar en cuenta que me gustaría que todos los partidos se jugaran en canchas impecables, que no se dieran jugadas por debajo de la mesa (ni por arriba tampoco), que los juegos se ganen en la cancha…

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