De RAS a JAM, en eso quedamos
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 10 enero, 2013
El Lic. Arias cayó víctima de los espantos que evoca eso de “los Arias” (insaciable afán de poder, continuismo, argolleros)
De cal y de arena
De RAS a JAM, en eso quedamos
Rodrigo Arias Sánchez colgó los guantes. Prefirió tirar la toalla a exponerse a la crueldad de una sonora derrota por la vía del knock-out en la convención del partido.
Su gestión ministerial, su capacidad intelectual, su habilidad política, el padrinazgo de Oscar Arias, su prominente presencia en las estructuras partidarias, todo eso que meses atrás se valoraba como un activo invencible, se hizo poca cosa ante los temores que suscita la enorme concentración de poder acumulado por su clan y la repulsa generada por los vicios y corruptelas que ahí se incubaron y respecto a los cuales la opinión pública no percibió ni en don Rodrigo ni en don Oscar el latigazo condenatorio y excluyente.
Ello, más su figura nada carismática, más el seguimiento implacable que le hizo la prensa ligada a los círculos de poder económico y financiero que algo les cobran a los Arias, más la refulgente administración municipal “de varilla y cemento” de su rival, más el temor de que fuese amalgama para las filas no liberacionistas, está en la suma de las razones de su fracaso. Los sondeos de opinión hablaron.
El Lic. Arias cayó víctima de los espantos que evoca eso de “los Arias” (insaciable afán de poder, continuismo, argolleros).
Pero esa tarjeta roja en modo alguno es una purga del ideario político y filosófico de los Arias. Aunque solo fueron dos cuatrienios, sus más conspicuos adláteres cumplieron con diseminar y arraigar fuertemente su visión marcadamente neoliberal de lo que debe ser el país, el Estado y el gobierno, muy distinta de la inspiración histórica del Partido Liberación Nacional —sus estructuras fueron habilidosa y pacientemente cooptadas y se silenciaron resistencias— y en altanero desafío al Estado Social de Derecho que traza la Constitución Política.
Se van los Arias pero su semillero y su norte no. A su modelo se le apunta gran impulso al aparato económico y exportador; también mayores índices de inequidad, pobreza y desempleo así como un olímpico desdén por el mandato del primer párrafo del artículo 50 de la Constitución que ha quedado en letra muerta.
Todo en coincidencia con la inscripción en el Registro Mercantil de una nueva razón social: PLN S.A. A la medida de quienes buscan su mutación en maquinaria electoral y en fragua del tráfico de influencias.
Johnny Araya está a sus anchas en una zona de confort inédita en la política costarricense. Sin rival a lo interno y con los de la acera de enfrente acuartelados en una serie de “derechos de llave” —algunos proclives a los halagos divisionistas— es como para no hacer aguas ni para ocuparse de rescatar la bandera de la social democracia auténtica.
No posee ni el coraje ni la formación ni la cultura política requeridas para una cruzada como la que supone encarar a los neoliberales. Pero cuidado; también tiene su “sombra” y también debe rendir cuentas. No le bastará pregonar metas, también se le exigirá explicar CÓMO las va a alcanzar.
Álvaro Madrigal
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