Desconfianza democrática
Jonathan Prendas [email protected] | Lunes 16 mayo, 2022
Jonathan Prendas Rodríguez
Consultor
Según un informe publicado recientemente por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulado “La clave para la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe” la confianza popular en los gobiernos de América Central y el Caribe es menor al promedio de la OCDE, este es un dato alarmante, pero lo es más que Costa Rica, para el 2020, incluso se ubicó por debajo de la media de la región, es decir, esta es una evidencia sustancial de que los últimos 8 años causaron serios daños a la democracia nacional.
Validar los hallazgos de ese índice es sencillo en el caso de Costa Rica, en las últimas elecciones nacionales la consigna popular era no votar a favor de, sino que era votar en contra de, factor que debe ser resuelto por los actores políticos y sociales de la actualidad, así como por toda la sociedad en su conjunto integrándose y no aislándose.
El mensaje que las nuevas generaciones reciben en el hogar, la formación cívica que se dé en los centros educativos y la información que construyan los medios de comunicación serán vitales para recuperar el positivismo que tradicionalmente ha irradiado nuestra sociedad.
Este trabajo conjunto que nos debe ocupar para sostener la democracia costarricense va más allá de vivir de las glorias pasadas, pues cada día la coyuntura nacional e internacional hace que debamos reinventarnos para así satisfacer cada una de las necesidades individuales históricas, más las nuevas que se van sumando producto de los efectos de la pandemia, así como de la pobreza acumulada y del desempleo por la falta de oferta y demanda del mercado.
Lograr este reto descansa en la veracidad del nuevo poder ejecutivo, en la efectividad del nuevo poder legislativo, en la celeridad del poder judicial, en la objetividad de los medios de comunicación y en la justicia colectiva de los costarricenses para reconocer lo bueno, señalar lo malo y forzar a la transparencia del país denunciando cuando algo esté mal.
En este conjunto de pilares convive el “pura vida” del aquí no pasa nada, con el razonamiento de la vida real que nos señala un deterioro social importante, sin embargo, es acá donde tenemos el mayor de los problemas pues en las últimas elecciones, tal como lo evidencia el estudio del BID, el pilar de la confianza en los gobernantes fue seriamente golpeada. El voto castigo contra el partido oficialista y los actores que cogobernaron a ellos, dejándolos a muchos de ellos fuera del escenario político de los siguientes 4 años.
Ese golpe al fundamento de la elección es perfectamente atribuible a una desconexión entre el votante y la política de gobierno en los últimos 8 años, algo que puede ser demostrado en la última campaña donde no solo se votó de una forma más que clara para evitar que otro ganara, sino por la abstención registrada especialmente en la zonas costeras y rurales del país.
Según los datos oficiales del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) en Limón, Puntarenas y Guanacaste se registró una abstención promedio cercana al 50% del padrón electoral, es decir, 1 de cada 2 personas mayores de 18 años en estas zonas validan los datos del BID y que se puede resumir en que tenemos una sociedad democrática enferma que urge atender y rescatar.
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