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Dialéctica

Después del referéndum

Juan Manuel Villasuso [email protected] | Viernes 12 octubre, 2007


Ya pasó el referéndum. Terminó un proceso en el cual los costarricenses hemos vivido una experiencia inédita que ahora merece análisis y reflexión con miras al futuro.

Muchas cosas buenas pueden destacarse. El referéndum hizo realidad el que los ciudadanos, por medio del sufragio, pudiéramos ejercer la capacidad de legislar en un tema de trascendencia para el país. También hizo posible debatir de manera amplia y en casi todos los rincones del territorio nacional las bondades y peligros del TLC. De igual manera permitió que muchas personas, de distintas procedencias y estamentos sociales, se coaligaran para defender y promover su posición.

Muchas cosas malas también se observaron. Por una parte, la conjunción del poder económico, el poder mediático y el poder político que de manera unificada respaldaron el SI y emplearon sus múltiples recursos para obtener el triunfo. Por otra, las deficiencias de la ley del referéndum que contribuyeron a que el Tribunal Supremo de Elecciones no tomara las medidas adecuadas para lograr un mayor equilibrio entre las posiciones contrapuestas. Finalmente, la participación de las autoridades del gobierno cuya influencia contaminó la toma de decisión de los electores, lo cual no debería volver a ocurrir.

Estos aspectos positivos y negativos del referéndum deben ser tomados en cuenta para hacer los ajustes requeridos a fin de fortalecer los primeros y eliminar los segundos. Si queremos perfeccionar los futuros ejercicios de democracia directa y en general lograr un régimen electoral mas equitativo, deben hacerse reformas en la legislación y en la práctica; y debe aprovecharse esta coyuntura para realizarlo a corto plazo.

Lo que sigue ahora, después del referéndum debería ser un esfuerzo de construcción con amplia participación. Los resultados muestran de manera fehaciente que la visión de porvenir del pueblo costarricense está dividida. Una mitad privilegia el crecimiento y la apertura con énfasis en el mercado y la otra mitad se opone a que esa estrategia ponga en riesgo la solidaridad y la equidad.

Este puede ser el momento en que, después de varios años en que hemos presenciado en el país un diálogo de sordos, podamos de nuevo sentarnos a definir un camino propio, a escribir entre todos esa página en blanco de la que habló Oscar Arias en su alocución del domingo pasado después de conocer el recuento de votos.

Conjugar el crecimiento con una distribución más equitativa del ingreso y de la riqueza y colocar en la misma fórmula la inserción en el mercado mundial y la protección de los grupos sociales más vulnerables no es una tarea fácil, pero tampoco es un imposible para un pueblo que en el pasado ha logrado muchas cosas únicas que son motivo de orgullo nacional.

La formulación de una agenda de desarrollo, como lo propusieron los Notables en su informe y lo reiteraron tres universidades públicas, la Conferencia Episcopal y la Defensoría de los Habitantes debería ser la meta a alcanzar.

Existen diversas propuestas en las que se pueden identificar elementos comunes con los cuales comenzar a trabajar. Hay coincidencias en tópicos como infraestructura, educación, salud, banca de desarrollo y varios aspectos relacionados con la reforma del Estado.

El avance en estas materias sería de gran provecho para el país y un excelente preámbulo para luego incursionar en aspectos más polémicos donde seguramente la respuesta no estará en los extremos, sino en una solución ecléctica al mejor estilo costarricense.

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