El espejo de la sociedad—la Asamblea
Carlos Denton [email protected] | Miércoles 10 agosto, 2022
La presidencia de un país normalmente es aspiracional; la persona que ocupa el puesto, hombre o mujer, debería ser más inteligente, más astuta, mejor vestida, con mejor visión y capaz de ser más elocuente que la gran mayoría de sus compatriotas. En contraste la asamblea o congreso normalmente es un “espejo” de lo que es la sociedad.
En la asamblea hay personas con educación superior pero también hay quienes han apenas cursado la escuela primaria, hay profesionales y también de todo tipo de ocupación incluyendo operaria de salón de belleza, chofer, oficinista, agricultor pequeño, periodista, constructor y muchas más. En la gran mayoría de las democracias es la asamblea el “primer poder” de la República. Por eso el país se llama “república”—representantes del público.
Es probable que varios de los representantes del pueblo no han leído la Constitución Política, mucho menos comprenderla y sus implicaciones. Es posible que salgan de la asamblea leyes que rocen en contra del documento supremo y por esa razón existe el poder judicial que estudia las leyes y determina si están acorde a la Constitución.
Hay quienes argumentan que debería de haber requisitos mínimos para los que aspiran a un curul – por ejemplo, mínimo bachillerato de colegio, experiencia en algún puesto público, tener propiedad, aunque solo fuera la casa donde reside, pero imponer este tipo de filtros implica que ya no sería asamblea representativa de lo que es la población del país. Se debe recordar que todo ciudadano adulto tiene derechos inalienables y uno es que tenga representación en las decisiones que se toman y que afectan a todos.
Que al tener personas de poca preparación implica que aparecerán proyectos de ley que son “animaladas” es cierto. Pero habrá otros proyectos que no se les hubiera ocurrido a los mejor educados y acaudalados y que son importantes para todos. La advertencia de Platón que permitir a todo el pueblo participar se convertiría en “gobierno de la turba” se ha dado muy poco en las democracias. Cuando aparece una turba en las calles bloqueando todo, por ejemplo, en Panamá en julio de este año, en Chile y Francia en años recientes, es normalmente porque el pueblo ha sentido que no tiene voz y que la vida que llevan es extraordinariamente mala. Panamá, que permite reelección de diputados, se caracteriza por tener una Asamblea Nacional especialmente inepta.
En Costa Rica se distorsiona la “representatividad” de la Asamblea porque las papeletas de votación tienen nombres de partidos políticos y no de personas. Entonces los elegidos, escogidos por los partidos políticos, en general no son conocidos por los votantes. En otras palabras, los diputados responden a el partido político que los escogió y no a algún grupo de ciudadanos. En efecto lo que hay es el sistema descrito por el inglés Edmund Burke donde cada uno vota su consciencia independiente de lo que quisieron los que emitieron su voto para escogerlos.
La asamblea es “espejo” pero a veces refleja distorsionado y esto requiere corrección.
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