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COLUMNISTAS


El sector informal; fuente de creatividad

Carlos Denton [email protected] | Miércoles 20 enero, 2021


Recientemente un caballero de 21 años me visitó para conversar de la empresa que había creado en las redes. Tiene seis meses de existir, emplea más de 20 personas y es todo un éxito. Me confirmó la historia de este joven empresario lo que todos sabemos; la creatividad y la inteligencia de los costarricenses no tienen límites. Durante la pandemia miles sin empleo se han dedicado a algún tipo de emprendimiento y no son pocos los que han tenido éxito. Sí son limitados los números de los que operan en la formalidad. Quizás saliendo de la pandemia no regresan a su empleo regular porque su empresa les da más ingresos, más campo de acción y más libertad de acción. ¡Son los dueños!

No pregunté a mi visitante si su empresa opera “formalmente” pero por el tamaño de la operación me imagino que sí. En el momento que hay planillas, la necesidad de establecer una relación bancaria, y la obligación de entablar relaciones con proveedores se hace imperativo registrar a una compañía.

Se estima que un 40 por ciento de la economía nacional operaba en la informalidad antes de la pandemia y es seguro que aumentó ese porcentaje desde marzo de 2020. Una de las razones principales es que Costa Rica es uno de los países que crea más obstáculos con trámites y costos (118 de 140 en el mundo) para los que quieren formalizar la existencia de una empresa. Lo que dura un mes, 18 trámites y $1000 en el país toma horas, la visita a una ventanilla y $200 en otros que realmente quieren fomentar la formación de empresas.

El sector informal está compuesto por microempresas (10 o menos trabajadores) y también por personas con empleo fijo que hacen “camarones” en su horario libre. Es probable que la forma de pago es en efectivo, pero también pudiera ser canje. Los camarones normalmente son servicios – pintada de casas, arreglo de automóvil, cuidado de chiquitos, fontanería, electricidad, clases de baile, tutorías en matemática, decoración de cuarto de bebé, lavado de carros, planchada de ropa, --constituyen algunos ejemplos. Las microempresas venden servicios, pero también productos como verduras orgánicas, frutas, flores, queques, helados caseros, comida de todo tipo, muebles, closets, y muchos más.

Irónicamente el Ministerio de Hacienda y el gobierno en general perciben al sector informal como nocivo para la economía, pero muchos de los mejores camaroneros son empleados públicos buscando aumentar sus ingresos. Si quiere ese Ministerio y otras instituciones traspasar empresas ahora en la informalidad a la formalidad el primer paso sería “meter machete” a todos los trámites y las instituciones metidas en el proceso. Actualmente la mayoría de los emprendedores no tienen el dinero para pagar permisos, abogados, y tampoco pueden cumplir con todos los reglamentos.

La “salida” del país de la debacle económica en que se encuentra en parte importante depende precisamente del establecimiento de nuevas empresas que den empleo y produzcan. Es seguro que el costarricense es capaz de aceptar y llegar al reto que esto implica.

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