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El asalto a los fondos públicos

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 17 mayo, 2012



De cal y de arena
El asalto a los fondos públicos

“Los volúmenes de compras del Estado (ICE, Recope, Codesa, CCSS, Racsa, MOPT, Japdeva, etc) son poderosos imanes para jugosos y fáciles negocios. Atraen a los partidos gente sin interés en los problemas sociales: razón de la política. Abundan los mercaderes, ‘señores’ que pasan de un despacho a otro, buscando negocios, sin aportar nada bueno. Con ellos tiene que convivir la gente decente y capaz que se acerca a trabajar por el país. Un solo contrato o paquete ha sacado a más de uno de la miseria y ha transformado medianas empresas en poderosos emporios…
Detrás de estas mamparas están los promotores: comerciantes y ‘políticos-mercaderes’; los de aquí y los de allá; bufetes enchufados con las cúpulas, o son las cúpulas profesionales vinculados con Casa Presidencial, directivos, presidentes ejecutivos y otros que conforman las redes del tráfico de influencias”. Esta cruda radiografía de una realidad socio-política plagada de signos de descomposición moral se publicó el 27/6/04 y lleva la firma del Lic. Rafael A. Chinchilla, ex Contralor General de la República de meritoria y ejemplar carrera.
Desde entonces para acá, la corrupción ha empeorado y hace metástasis en el cuerpo social, precisamente al mismo tiempo en que se dan los embates del crimen organizado y el narcotráfico internacional. Esto es grave, gravísimo.
La corrupción estalla en medio de una crisis política sin precedentes, sin figuras plenas de liderazgo nacional y autoridad moral, con partidos desprestigiados, con las organizaciones sociales atrapadas en sus cotos de privilegios y cegadas por sus polarizados enfoques, sin preocupación por que el notable crecimiento que confirman los indicadores económicos deje algo más que magros resultados para las grandes mayorías, las de la Costa Rica excluida principalmente.
El asalto a las arcas públicas fraguado con alevosía y burda premeditación a propósito de la construcción de la Ruta 1856, confirma las dimensiones de la penetración de la corrupción. ¿Cuánta inversión en obra pública lleva la mácula de la compra de conciencias y del tráfico de influencias, anudadas so pretexto de modernizar infraestructura y al servicio de la codicia de grupos económicos y políticos con acceso privilegiado al poder? La robadera en la Ruta 1856 (lacerante agravio a la dignidad nacional) es la característica punta de un iceberg de dimensiones devastadoras. Se destapa al mismo tiempo que otras escandalosas formas de aseguramiento del enriquecimiento ilícito con fondos públicos, cuando ruedan cabezas ministeriales y se descubre que tras el desequilibrio en las finanzas públicas existe un verdadero paraíso fiscal que refugia a consultores, evasores y elusores.
Si no rectificamos la hoja de ruta, hemos de tener muy en claro lo que significa un Estado fallido en estos 51 mil Km2. ¿De qué vale una Junta de Notables con propuestas para modernizar la estructura del Estado si los mercaderes del templo van a seguir adentro medrando?

Alvaro Madrigal

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