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El clamor de los pueblos

Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 02 octubre, 2009



El clamor de los pueblos


Los días pasados nos han mostrado no un mundo hecho sino en gestación. Asistimos al surgimiento de un mundo multipolar luego del fracaso de los Bush de imponer uno unipolar. Así lo ratifica el discurso de Obama en la Asamblea General de la ONU y la cumbre del G-20 en Pittsburgh, en que se le dio un entierro de primera al G-8 como rector del planeta. Hay que mencionar igualmente lo acaecido en Isla Margarita en las costas venezolanas, donde se reunió por primera vez en suelo americano una cumbre de países de Africa y de América del Sur. Si a lo anterior añadimos las múltiples reuniones que han tenido el Grupo de Río y UNASUR, los países asiáticos y los africanos, no resulta difícil constatar que, efectivamente, la multipolaridad se hace realidad no solo entre las grandes potencias sin importar si son del Norte o del Sur, del Este o del Oeste, del Atlántico o del Pacífico, sino también en otras configuraciones por el momento menos poderosas, pero que constituyen un eje Sur-Sur que, más temprano que tarde, ocuparán un lugar prominente en la forja de los destinos de la humanidad.
Una nueva geopolítica mundial se configura con vertiginosa rapidez ante la decadencia irrecuperable, no solo de Estados Unidos, sino de todo el mundo occidental, como lo dijera el Primer Ministro británico Gordon Brown con una lucidez y honestidad, que desgraciadamente brilla por su ausencia en no pocos “analistas” o formadores de opinión de aquende y allende. La toma de conciencia de los países periféricos y el ascenso indetenible de las “potencias emergentes” que hoy exigen un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y, en general, su protagonismo en la escena mundial, demuestra con creces que esos pueblos están dispuestos a asumir su lugar en la construcción del futuro de una humanidad, sumida hoy en una profunda crisis.
Las causas de este fenómeno, el mayor a que asistimos en estos tiempos, son múltiples. Visto desde un enfoque de largo alcance, se trata del fin de la hegemonía de la civilización occidental, que ha dominado de manera creciente la historia universal desde el siglo VI antes de nuestra era, tal como lo predijera otro británico, el filósofo e historiador Arnold Toynbee. Mas, si vemos las cosas en forma inmediata, es evidente que la crisis financiera mundial está como trasfondo de esta realidad, objeto de mi reflexión de hoy. Sin embargo, ambos puntos de vista no destacan suficientemente el hecho un tanto apocalíptico, de que la especie humana por primera vez en su historia se ve abocada a enfrentar como desafío mayor la alternativa de su propio suicidio, como lo presintiera Freud. Ya Sartre advirtió que la autodestrucción de la especie se convertía, desde Agosto de 1945 (Hiroshima y Nagasaki), en el epicentro de todas las decisiones serias que en lo porvenir deban tomar los políticos. Hoy la proliferación de los arsenales nucleares y un eventual desarme es el tema central que agita al mundo.
A lo anterior se añade lo advertido por el Club de Roma desde 1968, en torno a la destrucción ecológica que, si no la detenemos, llevará inexorablemente a la especie sapiens (?) a autoaniquilarse muy pronto. La actual angustia en torno al cambio climático demuestra lo dicho entonces y repetido ahora dramáticamente por Al Gore.

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