El día después
Leiner Vargas [email protected] | Martes 19 marzo, 2013
Requerimos urgentemente un cambio en la forma de gestionar el Estado, necesitamos acciones y no reacciones, hechos y no palabras
Reflexiones
El día después
Nuestro accionar en materia de políticas públicas nos hace casi siempre observar únicamente el corto o cortísimo plazo, las decisiones entonces son más ocurrencias que ideas estratégicas por lo que los resultados resultan bastante escasos.
Esto puede sonar trillado, pero es poco común ver a los tomadores de decisiones en política pública hacer un buen plan y en muy pocas veces dicho plan se ejecuta, casi nunca se evalúa y en muy pocas ocasiones, se aprende y redefine el camino con las lecciones del pasado.
En síntesis, caminamos casi siempre con los ojos bajos para evitar tropezar con las piedras del día y no en pocas ocasiones terminamos tomando rumbos dispersos y diversos, que no son el camino que pretendíamos tomar.
En ese caminar guiado por ocurrencias casi siempre nos topamos con los eventos inesperados del día después.
Este mal endémico de la gestión pública se ha venido convirtiendo en un serio problema para el Estado de Costa Rica debido a que la mayoría de las ocasiones las promesas de campaña quedan en eso, promesas.
El gobierno pasa dos o casi tres años acomodándose y cuando de verdad pretende retomar el camino correcto, ya no tiene tiempo ni fuerzas y poco capital político, para enfrentar los retos.
Por lamentable que sea lo anterior, pareciera que la historia se repite y uno tras otro los gobernantes van dejando un camino de improvisación, que se suma en algunos casos a la poca capacidad de gestión o a los problemas de administrar el Estado, no poca cosa en Costa Rica, ante un sinsentido de controles y controladores que dedican su esfuerzo a derrotar el esfuerzo de los demás.
El día después unos y otros se lamentan por lo que no fue, la platina que no funcionó, la trocha que no se terminó, el campeonato que no resultó, la beca que no se entregó, el puente que no se construyó.
Cada uno con sus razones de por qué no, pero todo calza al final con un Estado paralizado y sin capacidades para resolver las cosas esenciales que solicita la ciudadanía.
El día después las cosas parecen distintas, lo que se planeó desaparece, lo que no se resolvió se olvida, solo quedan excusas y el sinsabor de promesas no cumplidas.
El accionar público requiere entonces no solamente buenas ideas, planes y programas claros y objetivos; rutas de gestión eficaces y en lo posible eficientes; tomadores de decisión que miren al frente mientras llevan con cautela y honradez el día a día.
Estamos urgidos de personas que ejecuten con claridad y que pongan menos pretextos y peros en lo que hacen o dejan de hacer los demás.
Requerimos urgentemente un cambio en la forma de gestionar el Estado, necesitamos acciones y no reacciones, hechos y no palabras, obras y no de buenas intenciones. Todo lo anterior debe darse antes del día después, donde seguramente todos tendremos una historia por contar.
Leiner Vargas Alfaro
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