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El Liceo en sus 125 años

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 05 abril, 2012



De cal y de arena
El Liceo en sus 125 años


Sin la pompa y la resonancia merecida, el Liceo de Costa Rica alcanzó un día de la semana pasada los 125 años de fructífera y ejemplar existencia. Por su proyección en la vida nacional cuna de Beneméritos de la Patria, Presidentes de la República y figuras políticas de primer plano, partícipe también de grandes jornadas cívicas el Liceo pasa a ser un símbolo del desarrollo institucional de Costa Rica.
Fruto señero del gobierno del Presidente Bernardo Soto y legado indiscutible del impulso a la educación y la cultura del país de ese insigne su Ministro de Educación, Mauro Fernández, la presencia del Liceo debe ser parte de la permanente recordación de lo que debe esta sociedad a lo que fue la Escuela Normal, a la Ley General de Educación Común, el Colegio Superior de Señoritas y el Instituto de Alajuela, instituciones todas que llevan la paternidad de Soto y Fernández.
El Liceo de mi generación, el Liceo de Costa Rica de tantas generaciones, ha sido factor determinante en la construcción de una sociedad solidaria y cohesionada. No igualitaria, pues nunca ahí se perdió de vista el sentido de la realidad. De aquella realidad en que convivían los jóvenes de variada procedencia, rango social y holgura económica. El Liceo libre de diferencias de clases en el que aprendimos a darnos la mano en los momentos de gozo y dificultad, a compartir la mesa como hermanos, en el que se cultivó la semilla de un país socialmente equilibrado.
He recalcado estas ideas entre mis compañeros y amigos, seguro de que el Liceo fue el instituto educativo que más aportes dio a este resultado. En sus pasillos, patios y aulas adquirimos consciencia de que hay muchos compatriotas padecientes de dificultades y merecedores de ayuda. En proveerla no han sido mezquinas sus legiones de egresados que encontraron feraz guía cultural entre un conglomerado de profesores de gran nota. Ir al Liceo era motivo de orgullo y ostentar su Bachillerato abría muchas puertas.
Hoy las cosas han cambiado. En escuelas y liceos se reflejan la estratificación y la división de la sociedad, en unos con la presencia de la miseria y en otros de la opulencia, aquellos con una infraestructura propia de un segundo mundo y estos con la de un mundo industrializado.
Es una realidad que marca mucho de las diferencias en el acceso a la calidad de la educación de los profesionales de hoy en día, salvando los casos de quienes partiéndose el pecho consiguen superar esas limitaciones y alcanzar la excelencia.
A algo más de 50 años de mi graduación como bachiller del Liceo de Costa Rica, echar un vistazo a aquellos tiempos me produce grandes satisfacciones. Pero también preocupación porque el Liceo y otros colegios públicos han perdido capacidad para actuar como crisol de la sociedad.

Alvaro Madrigal

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