El póquer del PUSC
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 23 mayo, 2013
Mientras otros partidos torpemente gestionados perdieron la carrera, el PUSC se sitúa atrás de Liberación Nacional
De cal y de arena
El póquer del PUSC
Como que la conflagración no produjo su extinción. De lo que quedó ha emergido el Partido Unidad Social Cristiana como el segundo conglomerado, dicen los sondeos de opinión pública, en el arco político nacional, ciertamente muy distante del Partido Liberación Nacional.
Nació en la década de los 80 y ganó una prometedora vitalidad por la orientación filosófica y los contenidos programáticos que hizo visibles durante la administración Calderón Fournier.
Podía decirse que el PUSC iba para larga vida. Pero no fue así pues los episodios en que se vieron envueltas connotadas figuras suyas determinaron su caída en picada.
En sus filas se produjo una estampida mayúscula: el partido perdió tamaño, perdió músculo y perdió autoridad moral. Allí no se quedaron ni siquiera los empresarios y académicos que lo habían cooptado para despojarle su orientación social-cristiana e imponerle la armadura del neoliberalismo. Bastante lucraron, como tenía que suceder en aquel río que ellos también ensuciaron. Contra todo pronóstico y a pesar de graves avatares, aquel cascarón tuvo capacidad para sobrevivir y para capitalizar modestamente el masivo descontento popular desatado por funestos gobiernos en cuyos aleros anidó una pavorosa corrupción.
Mientras otros partidos torpemente gestionados perdieron la carrera, el PUSC se sitúa atrás de Liberación Nacional y hace cábalas sobre las posibilidades que esto le abre en una campaña en la que Johnny Araya va adelante, aunque abajo del mágico 40% que tan elusivo se le manifiesta, dígase que por la ola de corrupción sin precedentes, por el desastroso gobierno también liberacionista, por su opacidad intelectual ante una coyuntura programática muy exigente. Esta es la realidad a la que está apostando el PUSC.
Algo más del 66% del padrón electoral confiesa su repudio hacia los partidos y los políticos, lo que plantea un manojo de incógnitas respecto al tránsito de nuestra democracia y un descomunal desafío para cualquier agrupación, de seguro una exigencia para que se renueven y se depuren también por el lado de sus candidatos.
El PUSC salta al ruedo con dos figuras moralmente intachables, una de ellas de manifiesta trascendencia humanista, otra de sólida formación académica. En la convención que realizó este domingo —una consulta de dimensiones que no parecen poder repetir los otros grupos no liberacionistas— eligió a Rodolfo Hernández Gómez como su candidato presidencial.
Le espera una faena descomunal por el lado de la custodia de la ética, de la reconstitución de un partido aún agobiado y desencantado, de la elaboración de una plataforma de gobierno centrada en los cuatro o cinco grandes problemas que socavan la calidad de la democracia, la justicia social y el crecimiento de la economía con efectos equitativos, y de la forja de una concertación nacional multicolor llamada a amalgamar un apoyo del electorado suficientemente mayoritario como para desplazar del poder a un partido que se ha esmerado en reproducir aquí al PRI mexicano con todos sus perniciosos vicios.
Álvaro Madrigal
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