Empresas “funámbulas”
Luis Mastroeni [email protected] | Viernes 26 julio, 2024
Cuando era menor fui en algunas ocasiones al circo. Ya mayor empecé a disfrutar del Circo del Sol (Cirque du Soleil), sus movimientos casi perfectos, sus acrobacias, su forma de innovar y de estar siempre vigentes. Todo eso me atrae muchísimo hasta el día de hoy.
Sin embargo, siempre esperaba el momento del funámbulo, que es la persona que camina en altura, sobre una cuerda tensada. Ese acto me llenaba de miedo, pero a la vez sentía la adrenalina de ver como poco a poco avanzaba sin caer, hasta que llegaba al otro extremo. En algunos casos saltaba y volvía a caer sobre la cuerda, que cedía ante sus movimientos y lo hacía tambalearse.
Estos artistas saben que la permanencia sobre la cuerda depende de su capacidad de mantener las condiciones que hacen posible su acto: la tensión de la cuerda, la distancia adecuada, en algunos casos una red que los reciba si fallan, etc; sin todo lo anterior la función no tendría razón de ser, es más, no se podría hacer.
En resumen, los funámbulos son artistas del equilibrio; su vida depende de la capacidad que tengan para manejar el balance.
Yo creo que necesitamos más empresas funámbulas que logren entender que el largo plazo de su actividad depende del manejo del equilibrio; de la comprensión que tengan de que si deterioran con sus actividades el entorno (la cuerda), no podrán seguir avanzando porque el contexto se volverá contra ellas.
Por un momento hagamos algunas analogías de este acto circense aplicado al mundo empresarial. La cuerda es el planeta, que, si se le “tensa” más de la cuenta acaba por debilitarse y en algunos casos, ya hemos visto cómo se revienta, es decir, si no lo cuidamos no podríamos caminar sobre él.
El balance, para el funámbulo, es fundamental, un resbalón podría ser fatal, sobre todo si no hay una red que lo atrape en la caída. Lo mismo pasa con los negocios. ¿Cómo podrían “resbalarse”? Cuando mienten y debilitan su reputación, cuando generan impactos negativos y no hace nada por solucionarlos, cuando tratan mal a sus colaboradores, cuando no se preocupa por ser inclusivo. En algunos casos, cuando esto paso, la empresa puede caer en una red que lo salva (buena reputación tradicional), pero en otros, no hay red y su caída se nota en bolsa o en pérdida de mercado y clientes.
Ahora vamos a la altura, entre más alto, mayor el reto, la adrenalina, la proeza épica del funámbulo. Pero esto tiene un límite y eso lo tiene claro el circo y el artista. Hay alturas a las que no se puede llegar: porque falta el aire, porque no hay una cuerda tan extensa, porque los extremos no dan, etc. La mayor altura (crecimiento) es lo que todas las empresas quieren. Siempre escucho que desean las mayores ventas, el mayor margen, la mayor participación de mercado, siempre más, más y más. Esto no es posible, porque no somos infinitos.
Hay que tener la capacidad de detenerse para poder seguir. Hay que ser sabios para entender que continuar creciendo es el principio del final para la empresa. No se trata de perder, se trata de decidir cuánto es suficiente para no deteriorarse. La altura no es sinónimo de éxito, el éxito viene por el balance y porque todo lo que hace posible la empresa se perpetúe y no se deteriore.
Finalmente, las empresas funámbulas saben que hay que cuidar la cuerda, el balance, las condiciones que permiten operar. Las funámbulas son maestras del equilibrio entre las ganancias, la sociedad y el ambiente. Las que no lo comprendan podrían caerse y en muchos casos, no habrá red que las sostenga.
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