En memoria de doña Cecilia Jiménez Lara
Emilio Bruce [email protected] | Viernes 30 agosto, 2019
Sinceramente
In the rising of the sun and its going down,
We Remember Them.
In the blowing of the wind and in the chill of winter,
We Remember Them.
In the opening of the buds and in the rebirth of spring.
We Remember Them.
In the blueness of the skies and in the warmth of summer,
We Remember Them.
When we have joys and special celebrations we yearn to share,
We Remember Them.
So long as we live, they too shall live, for they are part of us.
We Remember Them.
By Rabbi Sylvan Kamens
Doña Cecilia, persona de extraordinario talento y de exquisita humanidad, murió hace nueve días. Su primo hermano don Jorge Jiménez Guardia sobre ella tuvo una expresión que la describe con sutileza de genial manera. Escribió don Jorge: “Era esa persona que como el sol, iluminaba sin hacer ruido, y como la luna, a veces no se veía, pero uno sabía siempre que ahí estaba.”
Nació doña Cecilia en el hogar formado por doña Claudia Lara Fernández y don Emilio Jiménez Pacheco. Tuvo una única hermana Feliciana Jiménez Lara de quien fue su inseparable amiga y compañera por toda su vida. Su hogar fue fuente de profundos valores. Trabajo, generosidad, solidaridad y una ejemplar sobriedad en su forma de vida fueron algunos de ellos que la formaron de manera clara y permanente.
Su familia era un crisol de grandes tradiciones y de historia. Su madre doña Claudia Lara Fernandez era hija de don José Antonio Lara von Chamier y de doña Clemencia Fernández Guardia. En su sangre corría el servicio público y la política. Su bisabuelo Lara era don Salvador Lara Zamora quien había ejercido la presidencia de Costa Rica en ausencia de don Tomás Guardia Gutiérrez. Su bisabuela Anna von Chamier und Pascher era una emigrante de Prusia cuyo padre y abuelo habían sido figuras políticas y militares en el mundo de ayer. Su abuela doña Clemencia Fernandez Guardia era hija de doña Isabel de la Guardia y de don León Fernández Bonilla político e historiador costarricense. Doña Isabel fue la hermana mayor de don Tomás Guardia. Así las cosas el entorno de la familia materna no podía ser más serio y dedicado a los asuntos costarricenses.
La familia Jiménez era de muy antiguo origen. Don Domingo Jiménez de Maldonado –El Coplero- le había dado su apellido. Su llegada al país en el siglo XVII generó confrontaciones con la jerarquía española. Los desencuentros con el Gobernador Anguciana los recoge la historia nacional como un canto de libertad e independencia. Pues esa familia era el tronco de cafetaleros, comerciantes, músicos, artistas e intelectuales que nutrió a su padre don Emilio Jiménez, cuyas raíces profundas en la ciudad de Cartago de otro momento se pusieron de relieve a través de su vida. Su familia Pacheco era igualmente un tradicional baluarte de la Costa Rica de ayer y de siempre. Don Emilio Jiménez Pacheco recordaba como su padre describía a su madre Josefina Pacheco como la playa donde se deshacen las olas ya que el carácter de los Jiménez se disolvía en la serenidad de los hermosos Pachecos. Doña Cecilia al igual que su abuela fue el remanso en el que las olas bravías de la vida se deshacían siempre.
Ella casó con don Walter Kissling Gam, nacido en Limón, hijo de doña Adele Gam, vienesa y de don Walter Kissling, suizo. Ella era una persona de excepcional talento y empuje. Trabajó de manera incansable, empujó a su familia a la superación de igual manera. Esa constancia y esos bríos hicieron a su hijo Walter un hombre de provecho. Don Walter Kissling, el marido de doña Adele había sido el gerente de los comisariatos de la United Fruit Company en la zona del Caribe y contribuyó con su ejemplo de trabajo, carácter hermoso y sereno, su temperamento social y bondadoso a formar al hijo de ambos. “No por haber nacido los gatitos en el horno son bollos de pan, son siempre gatitos” dice el adagio popular. Don Walter fue lo que fue por su familia, por sus valores e iniciativas, por ser formidables sobrevivientes y constructores. Fue el gigante empresarial que creó empresas y fuentes de empleo dentro y fuera de Costa Rica por sus virtudes personales y por el ejemplo recibido.
Doña Cecilia y don Walter fundaron su hogar y comenzó la aventura de su vida en común. Tuvieron varios hijos todos llenos de talento y de disposición al trabajo y capacidad creativa. Walter, Tania, Alexandra, Manfred y Randolf fueron los “frutos del humano huerto” y reprodujeron las virtudes de sus vertientes costarricenses y europeas que sus padres les heredaron y les ejemplificaron. Fueron don Walter y doña Cecilia un excepcional paradigma de complementariedad.
Concluye su existencia doña Cecilia Jiménez Lara unos 17 años después de su marido. Al ocupar su sitial en la eternidad, quienes tuvimos la suerte de conocerla nos hemos llenado de nostalgia por el final del ciclo de su existencia, pero a su vez hemos reflexionado sobre las lecciones que de ella recibimos, los cariños que de ella fuimos objeto y así como su legado descrito por don Jorge Jiménez Guardia cuando expresó “ iluminaba sin hacer ruido, a veces no se veía, pero uno sabía siempre que ahí estaba”, en bien, generosidad, humanidad y lealtad hacia todos.
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