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Entre sueños y pesadillas

Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 12 agosto, 2011



Entre sueños y pesadillas


La crónica periodística no hace más que reflejar las secuelas de una crisis que cada día solo se explica si la reconocemos como el fin de una época histórica. Un fenómeno de esta naturaleza se caracteriza por abarcar todos los ámbitos del quehacer humano. Es una especie de tsunami que no deja nada igual. Altera la vida financiera, social, política, cultural, moral, religiosa.
En esas circunstancias lo más importante es, no solo estar consciente de lo que pasa a nuestro alrededor, sino también de tener los criterios para discernir lo que es causa y lo que es efecto, lo que es principal y lo que es secundario, lo que tiene consecuencias a corto o a largo plazo.
En los momentos actuales de globalización en todos los campos, lo que más abunda es la información. Google y Facebook han venido a cambiar nuestro conocimiento de la realidad, lo que nos permite incidir en los acontecimientos de manera directa.
Ya no somos espectadores sino actores directos del rumbo que toma la historia universal. Ya no son solo algunos países considerados hegemónicos, sino todos los pueblos del planeta los sujetos activos del devenir histórico.
El ambiente social y político se manifiesta en todos los ámbitos de la tierra, tales como las revueltas en Grecia y España, las protestas estudiantiles en Chile, las luchas políticas en el mundo árabe, la violencia en las ciudades británicas, las marchas en México, Alemania y Japón, las huelgas del sector público en Wisconsin, por no hablar de Costa Rica donde no hay una semana en que no haya manifestaciones callejeras.
La humanidad está con dolores de parto pero no sabe qué nueva criatura parirá. En el siglo XIX Wagner, el artista, hablaba de “ocaso”, mientras Nietzsche, el filósofo, hablaba de “aurora”. Ambos se referían a lo que acaecía en su época, pero veían en ella rasgos muy disímiles.
Paradójicamente, ambos tenían razón. Lo que para uno era el fin, para otros era el comienzo; lo que para uno anunciaba la noche, para otro era el amanecer. Al cumplir su cometido histórico de ser la única cultura realmente universal que ha tenido la humanidad, Occidente ha llegado a su límite.
Hoy vive su declive como poder hegemónico. Nuevas potencias emergen. El mal llamado Tercer Mundo, era visto tan solo como la periferia del autocalificado Primer Mundo.
Hoy el primero se comporta como protagonista de su propia historia, tanto por razones demográficas (85% de la humanidad), como por poseer la casi totalidad de las materias primas, pero principalmente porque ha tomado conciencia de sus derechos; por lo que presiona por establecer un nuevo orden mundial más equitativo, más fraterno, el único viable a futuro.
Solo una guerra mundial que, en razón del armamento nuclear, sin duda sería la última de la especie, podría impedirlo.
Por eso crear las condiciones para una paz justa se ha convertido en el mayor imperativo ético de la hora actual.
De todos los hombres y mujeres de buena voluntad depende que ese anhelado sueño no termine en la peor de las pesadillas.

Arnoldo Mora

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