Ese capitán trazó este rumbo
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 03 marzo, 2011
De cal y de arena
Ese capitán trazó este rumbo
La semana pasada y ante un auditorio “a la medida” de las providencias para que nadie llegara a importunar, el ex presidente Arias Sánchez elucubró acerca del rumbo que lleva la democracia costarricense. No fue la elaboración intelectual de un político de alto linaje acostumbrado a sermonear por los desatinos de los políticos y de los pueblos, ni el aporte del estadista a la solución de todo ese cúmulo de factores que está corroyendo por sus bases las instituciones fundamentales de una democracia de primera calidad. De lo que habló con más énfasis, con más amargura y frustración, fue de la presión que emana desde algunos espacios periodísticos y partidos políticos por que se investiguen determinadas actuaciones suyas y de sus colaboradores, de las que sospechan tener una motivación corrupta. Salvo una superficial referencia a la reforma fiscal, la ley sobre generación eléctrica y el pacto comercial con China, no hubo un solo aporte a la solución de los problemas que desvelan al costarricense (corrupción, inseguridad ciudadana, aumento de la carga tributaria, costo de la vida, infraestructura, pobreza, desempleo, calidad de los servicios en salud). Y mucho menos, al cómo emprender la construcción de un Poder Ejecutivo vigoroso, una Asamblea Legislativa independiente y un sistema de partidos políticos fuertes y eficientes, emprendimientos de los que nos habló años atrás a efecto de mejorar nuestra democracia, penosamente truncos aún, y que bien merecida tenían una reflexión para saber qué hizo o qué dejó de hacer don Oscar Rafael de Jesús en sus dos gobiernos y en su reinado liberacionista, y entender, entonces, si el rumbo de la democracia en Costa Rica es ominoso y si el Dr. Arias indujo este rumbo.
Visualizaba una realidad caótica y anárquica cuando en 2005 planteó la necesidad de una tiranía en democracia para superar ese desmadre. Fue conteste. En su segundo mandato fue el gobernante que más poder concentró, tanto como Tomás Guardia y José Figueres. Sus tentáculos anduvieron tras el bazucazo al artículo 132 de la Constitución Política y luego desde la Presidencia de la República llegaron (y llegan aún) a todos los centros de poder del Estado, con los resultados propios de una autocracia como la que él construyó. La independencia de los Supremos Poderes quedó desdibujada y con casi todos los partidos políticos estableció un concubinato escandaloso, muy parecido al que le ligó a la oligarquía financiera dueña de los grandes medios de comunicación y gracias al cual sus desvaríos autocráticos (el memorandum del miedo, v.g.) fueron disimulados, aunque fuesen de claro sesgo antidemocrático. Nada de eso ha desaparecido ni hay fuerza política suficiente para deponerlo, ni en Liberación Nacional ni fuera de él (se juega el arma de la división de los partidos opositores para evitar poner en peligro el califato de los Arias). Por supuesto, la víctima de este proceso de concentración del poder es la democracia, sus instituciones, la división de poderes, el juego limpio dentro del partido. ¡Vaya ironía: el Dr. Arias advirtiendo de la proximidad de Escila y Caribdis, habiendo sido él el capitán que trazó este rumbo a la frágil democracia costarricense!
Alvaro Madrigal
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