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Fuera de contexto

Juan Manuel Villasuso [email protected] | Martes 14 julio, 2009



Dialéctica
Fuera de contexto

De vez en cuando vale la pena hacer un esfuerzo por abstraernos del estrecho contexto que nos rodea para tratar de ver las cosas desde una perspectiva más amplia. Hoy lo haremos.
Es evidente que vivimos una vorágine de cambios. Criterios y conceptos consagrados por siglos se han esfumado y renovado. Ideologías con pretensiones hegemónicas han desaparecido o están desapareciendo. Hemos sido testigos de la caída de muros que conjuraban la libertad, aunque otros se han levantado para separar pueblos y culturas.
Vemos elevarse hacia el espacio el fruto del conocimiento en búsqueda de nuevos horizontes y de nuestro propio origen. Observamos mutaciones genéticas provocadas por la especie humana que procuran simular el Génesis y nos deslumbran máquinas que buscan replicar el músculo y la mente. La ciencia ficción se torna realidad.
El caleidoscopio político y económico adquiere nuevas tonalidades y los peligros y las oportunidades se entrelazan para construir escenarios en los que el desarrollo y el bienestar comparten el planeta con el atraso y la miseria. El triunfo de la libertad y de la democracia constituyen logros extraordinarios pero no siempre garantizan una mayor participación en la distribución de la riqueza.
La política intenta personalizarse. La dignidad de los seres humanos y el respeto al individuo son cada vez más importantes. Se han ido extinguiendo las dictaduras y se ha iniciado un difícil proceso democrático que pretende consolidarse, aunque los enfrentamientos fratricidas, la intolerancia y la hipocresía empañan su devenir.
La retórica política eleva las aspiraciones en cuanto a calidad de vida pero las economías, en tanto no impongan nuevos esquemas distributivos e incrementen su producción y productividad, no parecen estar en capacidad de llenar esas aspiraciones.
Nuestro mundo globalizado y en constante evolución tiene en su vientre semillas de contradicción. El triunfo de la ciencia y la tecnología convive con una creciente deshumanización de la economía. El hombre, como animal político, interactúa en sociedades fragmentadas, caracterizadas por la exclusión de grandes mayorías y contaminada por la delincuencia, la corrupción y la inseguridad.
Cada día el ser humano está más desprotegido. La crisis económica golpea con mayor intensidad a los más pobres. Se pretende disminuir los desbalances macroeconómicos pero no existe la misma preocupación ni se pone el mismo empeño por reducir los enormes desequilibrios sociales que provocan desigualdad e inestabilidad en las sociedades.
La búsqueda desesperada para restablecer el crecimiento conduce a un uso excesivo e irracional de los recursos naturales, agotando materias primas y fuentes de agua y de energía que ponen en peligro el medio ambiente y el futuro de las próximas generaciones.
Aún se observan importantes sectores de la población rural que no han logrado acceso a la propiedad de la tierra ni a los requerimientos e innovaciones indispensables para la producción. La economía informal se ha constituido en una última opción para miles de personas que buscan sobrevivir, aunque esta solución solo les garantice condiciones infrahumanas de vida.
Esta dualidad prevaleciente en el mundo, esta dicotomía entre el progreso y el estancamiento, entre el bienestar y el hambre, configura el entorno en el que nos hallamos inmersos. Constituye el reflejo de nuestras propias interrogantes. Representa, de manera cruda y descarnada, la disyuntiva que encaramos.

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