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Grave y confuso incidente

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 20 marzo, 2014


Está en el TSE garantizar que las fisuras por donde se coló la impudicia se cierren y en el celo de los militantes honrados de cada partido impedir todo chanchullo


De cal y de arena

Grave y confuso incidente

Desde el Tribunal Supremo de Elecciones se trata de vender la versión de que la sustracción de papeletas con las características de las que servirán para elegir al próximo Presidente de Costa Rica, ha obedecido a la intención perversa de un custodio lejana de todo afán de urdir un fraude.
Ensaya así un ardid dialéctico, un esfuerzo dirigido a despojar el delito de cualquier connotación institucionalmente peligrosa, sabedores en el TSE de que estos hechos —de repetirse en el tiempo y multiplicarse en cantidad— pueden erosionar la confianza del ciudadano en la aptitud del mismo Tribunal para desempeñar las delicadas tareas asignadas.
Es obvio que no se está ante un error y que la conducta de quien sustrajo las papeletas manifiesta la intención de exhibir la vulnerabilidad del proceso en una de sus etapas claves, lo que fomenta la desconfianza en el proceso y en la democracia.
No tiene importancia cuántos documentos fueron sustraídos ni si son o no material de prueba. Lo trascendental ha sido demostrar que es posible sustraer fórmulas originales para trasegarlas y que por esa vía podría llegarse al fraude. Es, pues, un hecho grave ante el cual la cúpula del TSE no ha estado a la altura de las circunstancias; lo evidenciaron sus magistrados cuando tomaron las de Villadiego y dejaron a sus colaboradores “con el rancho ardiendo”.
El país va a la segunda ronda con la misma irrenunciable exigencia de pureza y blindaje para la institución del sufragio. Errores y fallos habrá; vital será que por su magnitud no puedan trastocar la voluntad de los ciudadanos. Está en el TSE garantizar que las fisuras por donde se coló la impudicia se cierren y en el celo de los militantes honrados de cada partido impedir todo chanchullo.
Conozco las preocupaciones surgidas en Acción Ciudadana desde que se supo de sorprendentes resultados habidos este 2 de febrero en algunas juntas receptoras de votos de lejanos lugares en las que las tareas de fiscalización fueron una pena. De ahí que estén conformando una legión de fiscales generales a cargo de una refinada vigilancia de los centros electorales mayormente expuestos a una fechoría.
Existe el recuerdo de otras elecciones con un resultado muy apretado, las de 2006 que Óscar Arias ganó por 18.169 sufragios, que hubo 416 juntas con algún tipo de inconsistencia o errores y que en 233 de ellas se afectaron los votos presidenciales indistintamente para uno u otro.
Una actuación indebida en una mesa (apertura o cierre a hora indebida, sacar o meter papeletas, manipulación de actas, suplantación de persona, anulación o convalidación arbitraria de un voto, “chorreo”, fotografía del voto) puede generar un resultado espurio capaz de alterar la sumatoria de las papeletas.
Son posibilidades presentes (y ahora revividas por la sustracción de las papeletas en un mundo con los recuerdos del “chorreo”) cuya proscripción está bajo la responsabilidad del TSE y de los ciudadanos íntegros.


El sufragio es elemento clave en la configuración de la democracia. El grado de su pureza y blindaje hablan por la calidad de la democracia

Alvaro Madrigal
 

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