Grupos estudiantiles paralelogramos IV autoritarismo y dictadura
Alberto Salom Echeverría [email protected] | Viernes 06 septiembre, 2024
Alberto Salom Echeverría
Continuación del relato.
Los jóvenes amigos salieron de la sala de teatro, verdaderamente impresionados con el soliloquio que acababan de presenciar. El impacto fue aun más grande porque la obra fue presentada en una sala considerada secundaria, es decir donde por lo general se presentan obras que carecen de reputación. Pero ya en las afueras del teatro, alguien que parecía bien informado, explicaba que ese teatro estaba cobrando significación, porque se caracterizaba por presentar casualmente, obras poco conocidas, pero de calidad, según la crítica.
Pocos minutos después llegó la “vanette” a recogerlos, con la puntualidad que distinguía al chofer.
- Gerardo dijo: vamos a tomar y comer algo, para comentar entre nosotros la obra que acabamos de ver, que para mí fue una verdadera sorpresa. Bendita la confusión de Lucrecia, gracias a la cual nos topamos, de pura casualidad con esta “joyita”.
- Inmediatamente intervino Margarita para sugerir que fueran a “Carmine´s Midtown”, un establecimiento no muy grande, estilo familiar, ubicado en el centro de “Time Square” en 44 Street, entre 7th y 8 th avenue, que ofrece una gastronomía Ítalo estadounidense del sur de Italia. Por supuesto que el primero en bendecir también esta sugerencia fue Gerardo Luján Donodelli, por su afinidad con el sur italiano de donde proviene su familia por el lado materno, como ya se sabe. Los demás aceptaron la sugerencia.
Por dicha llegaron a tiempo, porque el único inconveniente es que el restaurante cierra sus puertas a las 9:45 pm. Los jóvenes entraron antes de las 9;00 pm. Encontraron un “ambientazo” familiar, acorde con la propaganda del lugar que reza: “¡Aquí todos los días parecen un domingo por la tarde en casa de la abuela!”.
Una vez sentados a la mesa, fueron atendidos con la cordialidad y eficiencia que se anuncia en el menú. Los amigos decidieron compartir el plato que se les ofreció para cinco personas, basado en unas tablas de antipasto casero y, después ordenaron pasta y mariscos, con buen vino italiano, sin que faltara un postre “hecho en casa”.
- El primero en incursionar en el tema de la obra fue Leonel Bajamonte Fernández. A mí el monólogo me encantó -dijo-, la actuación fue impecable, sin que se hubiese producido un solo error, al menos que yo me hubiera dado cuenta. El soliloquio tenía algunos arreglos interesantes, como por ejemplo la presencia de un “narrador”, que lejos de incomodar fue adicionando algunos comentarios que ayudaron a que pudiésemos penetrar en la psicología del personaje de una manera más profunda.
- Es cierto -repuso Lucrecia- A mí eso me encantó. Shakespeare usa ese recurso, por ejemplo, en Hamlet, no sería nada raro que el autor fuera un estudioso de la obra “shakesperiana”. Me acuerdo ahora -agregó haciendo un derroche de conocimiento de la obra del gran escritor inglés- de la introducción que hace el autor en el Acto 5, escena 1, sobre Enrique IV; esa narración, por cierto, ayuda mucho a entender el contexto en el que se desarrolla la obra, en el que Enrique IV debió enfrentar una sedición organizada por nobles liderados por Northumberland y su hijo Percy.
- Híjole -dijo Leonel- qué conocimiento Lucre. -Pero esta vez el elogio no tenía, ni por asomo, un tono jocoso, como el que se le atribuye a Leonel en otras ocasiones. –
- Margarita, después de manifestar su complacencia con lo expresado por Lucrecia, aportó lo suyo, razonando que la argumentación del soliloquio es profunda, denotando la complejidad que entraña el concepto de dictadura. No es sencillo, puesto que de una democracia puede brotar una dictadura, aunque suene paradójico. Y no solo -repuso- porque como es obvio, de una asonada contra un presidente electo democráticamente puede surgir una dictadura, sino porque como lo expresó el oficial, -según lo entendí- en el alma y en la mente de un presidente de un régimen democrático, puede anidarse un dictador.
En la mesa contigua a la de nuestros veraniegos amigos, se encontraban dos parejas que habían llegado al restaurante “Carmine” apenas un momento antes que ellos. Como las mesas estaban tan juntas, fue imposible que, aun sin proponérselo, no se escuchara parte de la conversación de las otras personas.
Una de las parejas está conformada por, hombre y mujer, los dos abogados y españoles; la otra estaba compuesta por una pareja de afrodescendientes; el varón es un intelectual y la mujer una profesora de canto, son españoles también, pero estos últimos residen en New York.
-El intelectual acerca la silla hacia la mesa de los estudiantes y educadamente les dice: - disculpas por interferir en tan interesante intercambio. De pura casualidad nosotros venimos de ver la misma obra, igualmente bien impresionados. Parece que se trata de un elenco de actores jóvenes la mayoría de ellos, que se lanzaron “al ruedo” como se dice coloquialmente, para abrirse camino. Nosotros hemos visto un par más de obras de este mismo elenco, y nos han gustado sobremanera. ¿Les interesa que les externe mi opinión? -interrogó el intelectual. –
- A mí sí por supuesto, -dijo Margarita. - Todos los demás se fueron pronunciando a favor e interesados en escuchar la opinión del intelectual, aun sin saber que lo era. Lo primero que hizo fue presentarse ante los jóvenes y, cuando habló de sus calidades, el hombre de una mediana edad, resultó ser un economista y a la vez filósofo con doctorado en ambos campos; de Oxford University se especializó en economía y de la Sorbona de París, obtuvo el doctorado en filosofía. El interés de los estudiantes se avivó más todavía, al darse cuenta de que estaban en presencia de un gran profesional.
- En mi opinión -dijo el intelectual- en el monólogo que vimos hoy, está concernido un tema que tiene que ver, en primer lugar, con la concepción del autoritarismo frente al de dictadura, en segundo término. La conjugación de ambos temas -me parece entender, dijo- que tiene relevancia por encima del sujeto que está como omnipresente en toda la obra y que, aparentemente es un gobernante, democráticamente electo, pero que aspira a ser un dictador. El primero me parece un tema de mucha actualidad y relevancia en todo el mundo y, es por lo consiguiente de un ámbito general o mundial. El otro, sin quitarle mérito, considero que es un tópico más circunstancial, y que tiene vigencia, por lo tanto, solo en algunas partes; es por ende de alcance local o a lo sumo regional.
Parto de la convicción de que el autoritarismo, es una forma de ejercer la autoridad, cuando se han agotado todas las posibilidades de persuadir a la gente por medio de mecanismos legales y echando mano de la vía del consenso democráticamente forjado. Cuando la forma autoritaria de imponer el poder se hace rutinaria, se abre el camino a la represión y a un ejercicio del poder, que bien puede desembocar en una dictadura, aunque no siempre ocurre así. Como se ve, el autoritarismo puede expresarse también en gobiernos de sociedades democráticas; en este caso, se excluyen las vías de participación ciudadana. Entonces, el orden social democrático, tiende a deteriorarse. Normalmente se quebranta el principio del equilibrio de poderes, tal como lo propuso Montesquieu. De allí se sigue que, en tales circunstancias, se debilitan los mecanismos de control que posee toda democracia y el gobernante autoritario busca la senda de la manipulación de las masas. Como dijera el eminente politólogo italiano Giovanni Sartori, el autoritarismo es un enemigo de la libertad, antes que de la misma democracia.
-Entonces -interroga Leonel Bajamonte, concediéndole al intelectual, ya en este momento, plena autoridad en la materia- si el autoritarismo constituye un mecanismo de ejercicio del poder que está presente, o puede estarlo en todas las diferentes formas de gobierno que conocemos, sean estas democráticas, tiránicas, oligárquicas o totalitarias ¿cuál es su especificidad?
-El intelectual contesta- En mi opinión -dijo acentuando su deseo de conversar y no aparecer como sentando cátedra- El autoritarismo es, como acabo de expresarlo, un mecanismo de imposición de la autoridad que, en democracia se hace presente, cuando languidecen o se relajan las reglas mismas de la democracia: división de poderes, control político eficaz, uso efectivo de mecanismos de descentralización hacia órganos de poder local bien constituidos, representativos del interés popular y que tiendan a garantizar el bien común. Por otra parte, históricamente es menos frecuente que los mecanismos autoritarios tengan lugar y se asienten con solidez, cuando operan correctamente las reglas de una democracia electiva, competida, que goce de transparencia e independencia plena de un tribunal electoral.
En cambio, -continuó el intelectual- en las formas dictatoriales y despóticas de gobierno, totalitarias o no, el autoritarismo en el ejercicio del poder es una constante. El poder totalitario implica, la desaparición rotunda de los mecanismos de control sobre el poder ejecutivo, se desvanece la división de poderes, la libertad de expresión queda sujeta al control arbitrario del ejecutivo, desaparecen las elecciones competidas y transparentes, bajo el control de un tribunal electoral independiente y por último, se expeditan las formas de manipulación del pueblo por parte de un poder central, generalmente muy concentrado en una cúpula de élites políticas reducida. El otro asunto que altera de una manera drástica los mecanismos democráticos es el poder del dinero que, siempre se inmiscuye en las elecciones…y las altera ¡de qué manera! -martilló el intelectual. -
- Bueno -expresa Margarita- estoy bastante de acuerdo con su pensamiento expresado hasta ahora; qué dicha que se le ocurrió abordarnos esta noche. Yo tengo, sin embargo, una interrogante que, me sorprende que no la haya mencionado hasta ahora, es el tema de la democracia y el mercado, dicho de otra forma, la dictadura y el mercado, o, sin querer jugar con las palabras, usted comprenderá, la dictadura del mercado.
- A sí -repuso el intelectual- lo había dejado para el postre que suele ser lo que mejor se saborea. Jaja -se apoyó en una risa.
Quedó en el ambiente la duda entre sus contertulios, de si en realidad había dejado el tema para postre, como dijo el intelectual, o se le había escapado mencionarlo, cosa grave por tratarse de semejante temática.
- En realidad, este no es un tema menor y nos ha cogido un poco tarde para abordarlo como se debe, cuando ya casi cierran el establecimiento. El análisis del mercado y el poder político hace la diferencia entre el tratamiento de este espinoso asunto del poder, desde una perspectiva puramente formal y positivista, y un examen más profundo y real desde una perspectiva materialista dialéctica e histórica. El mercado -prosiguió el intelectual- remite inmediatamente a un contexto histórico, el de la sociedad capitalista. Es en este modo de producción donde el mercado ha demostrado funcionar a plenitud. Es también donde casi sin excepción, el mercado dejado “de la mano de dios”, deviene en un caos que produce una gigantesca riqueza y capacidad de innovación, pero al servicio de la producción y, como esta no es nunca igualitaria, provoca una enorme centralización y además una concentración de los capitales. Aquí se encuentra el meollo de la desigualdad social que afecta hoy, como nunca, a todas las sociedades donde el mercado está presente sin control; desde los países más desarrollados, hasta los subdesarrollados. En los primeros, con mucho mayor razón, porque estamos presenciando en ellos a plenitud, el fenómeno al que se refirió Marx en El Capital, en el segundo tomo me parece, de la acumulación ampliada. Imaginémonos con la aparición de la “Inteligencia Artificial”, cómo se está potenciado el desarrollo tecnológico puesto al servicio de la producción. Podemos entender ahora, de qué forma se ven afectadas las relaciones de poder en una sociedad, con semejante concentración de los capitales. Claro que, esto no es todo, dejarlo ahí nos llevaría a un examen muy esquemático. En realidad, en cada sociedad, es decir, en cada formación económico social, no existe solo un capital o grupo de capitalistas, pueden existir muchos que tienen contradicciones sociales, económicas y políticas entre sí, así como con otros sectores de desarrollo medio y desde luego con los pobres del campo y la ciudad. Marx denominaba a estos sectores, fracciones sociales. Finalmente, hay que tener en cuenta el tema de la cultura en una sociedad, de las tradiciones históricas, de las ideologías que perviven en ella, especialmente de la ideología dominante, y del desarrollo de las instituciones y de la legalidad. Los pensadores originales del materialismo histórico y dialéctico llamaban a esto la “superestructura ideológico-política”. Las relaciones entre esta “superestructura” y la base material, es decir de las relaciones económicas, es compleja. Pero digo por ahora solo que tiende a preponderar la base material.
-Señores, disculpen la molestia, pero ya vamos a cerrar -dijo uno de los saloneros-
-Por supuesto. -expresó Margarita- Más bien, muchas gracias porque sabemos que traspasamos la hora a la que ustedes suelen cerrar.
Los jóvenes estaban conturbados, algunos sintiéndose obviamente implicados entre los grupos de la clase dominante. Pero al mismo tiempo muy interesados. Desde luego, a ninguno se le ocurrió, ni por asomo, entrar a contradecir al intelectual; no porque fuese irrebatible, sino porque les faltaban herramientas, o carecían de argumentos para debatir con él. Entre ellos y el intelectual, al final se repartieron el contacto y se despidieron con cortesía. Fue una iniciativa de los estudiantes que quedaron plagados de inquietudes.
Pagaron sus respectivas cuentas y se marcharon.
Este relato continuará…
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