Hablando Claro
Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 17 octubre, 2007
Aliviados del pesado fardo que significaba el pendiente de nuestra primera consulta democrática directa, creímos que podríamos dejar en reposo los altibajos emocionales pero no hubo tiempo. Sin resolverse aún el futuro de la agenda de implementación de cuya aprobación dependerá que el TLC con Centroamérica, República Dominicana y los Estados Unidos sea efectivamente ratificado por nuestro país, hemos dado vuelta a la página de la vida cotidiana sin más tiempo que para el día a día.
Por un lado, los muchachos y muchachas que nos representaron en las Olimpiadas Especiales nos han deparado alegrías, satisfacciones y legítimo orgullo tico -tan unánime como necesario por estos días- haciéndonos recordar que ninguna proeza es imposible cuando permitimos que el espíritu vuele tan lejos como nos lo propongamos.
Sin miedo -o aún teniéndolo como es humano- estos jóvenes nos han hecho recordar que cada logro que alcanzamos en la vida es solo producto de la perseverancia, del trabajo, del esfuerzo, del coraje, de la disciplina, del propio sacrificio y del apoyo que todos necesitamos de los demás para conseguir nuestras metas.
Nadie logra alcanzar un sueño solo. Todos necesitamos un empujón, que alguien nos recuerde cuánto valemos y de cuánto somos capaces. Pero tampoco es posible alcanzar ninguna meta, ningún sueño, sin nuestra propia fuerza interior. Sin esa capacidad de levantarnos en la adversidad y volver a confiar en nosotros mismos para construir y reconstruir vidas y proyectos que llegan a destruirse por asuntos tan diversos como el egoísmo propio de la naturaleza humana o tan fuera de nuestras manos como las inclementes condiciones atmosféricas que en estos días han golpeado a nuestros conciudadanos de Guanacaste, de Parrita, de Acosta, de Santa Eulalia de Atenas...
Una temporada lluviosa que no cesa, deslizamientos aquí, inundaciones allá; pueblos enteros anegados y comunidades que lloran sobre los escombros de lo que algún día fueron sus hogares y peor aún, sobre los restos de aquellos que fueron sus amigos, sus vecinos, sus familiares y que ya no están con ellos. Las secuelas de los intensos aguaceros nos han deparado una inestabilidad que mantiene hoy en alerta roja toda la región pacífica del país y sistemas de alerta preventiva en varias zonas más. Se puede sentir la impotencia y la desolación en el ambiente. Y también el dolor.
Por eso es tiempo de solidaridad. Es tiempo de reconciliación. Nadie puede ser tan egoísta como para no tener en cuenta que lo que están viviendo nuestros conciudadanos en gran parte del país debe obligarnos solo por consideración y respeto a ser más humildes, mejores personas, más consecuentes, más congruentes entre el hacer y el decir.
Si los jóvenes de Olimpiadas Especiales nos dieron la lección del fruto del esfuerzo y el tesón, y nuestros compatriotas golpeados por los embates de la naturaleza nos están dando lecciones de coraje y valentía para recomenzar, lo menos que podemos hacer todos los demás es seguir adelante con empeño y empuje. Hay que sacar el país adelante.
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