Intenciones
Marcello Pignataro [email protected] | Lunes 14 julio, 2008
Marcello Pignataro
Hoy hace ocho días me dirigía de regreso a mi casa. Eran cerca de las 6 p.m. —restricción vehicular en su máxima expresión para las placas terminadas en uno y dos. La ruta que sube de Spoon, en Los Yoses, hacia Burger King generalmente presenta inconvenientes porque los vehículos que van de Sur a Norte, por el carril izquierdo, buscan siempre “colarse” frente a aquellos que nos dignamos hacer la fila correspondiente.
Ese día en particular había tres oficiales de tránsito haciendo partes a los osados que se atrevieran a usar sus vehículos en día prohibido cuando, para mi sorpresa, un autobús y dos carros particulares decidieron brincarse la fila “a la brava” y meterse en nuestro carril —el de los ingenuos que todavía creemos que las leyes de este país se deben respetar.
Para mis adentros —y debo decirlo, con cierto dejo de satisfacción— pensé que los oficiales iban a actuar, detener y multar a los imprudentes. Mas, inocente que soy, dejaron pasar el incidente como si no fuera con ellos y siguieron parteando a los verdaderos infractores de la ley.
Pregunto: ¿qué puede causar más daño: un conductor que circule con su vehículo en el día prohibido —no por esto lo estoy justificando— o un trío de imprudentes que ponen en peligro la vida de los demás?
En ese momento me puse a analizar el verdadero sentido de la presencia de los oficiales de tránsito en los horarios de restricción: no se trata de agilizar el fluido vehicular. Se trata de ver de qué manera el Estado obtiene más ingresos a costa de los ya de por sí maltrechos bolsillos de los conductores.
Esta situación, sumada al hecho de que el Gobierno no ha planteado una verdadera solución al problema de los combustibles (por ejemplo: reducir temporalmente el impuesto único —que de nada ha servido, valga el comercial— mientras los precios del petróleo se estabilizan), lo que me demuestra es que, más allá del bienestar de los ciudadanos, lo que Casa Presidencial busca es engrosar sus arcas a más no poder.
Ya uno sentía una menor cantidad de vehículos en las calles con solo los aumentos que nos receta el monopolio que desde hace años debió dejar de existir en Costa Rica: la Refinadora Costarricense de Petróleo.
Las personas que siguen esta columna darán fe de que siempre he apoyado las iniciativas del Ministerio de Obras Púbicas y Transportes para mejorar las condiciones de manejo en el país pero, luego de lo comentado el día de hoy, debo decir que me ha causado una total y absoluta decepción la medida de la restricción vehicular por números de placa.
Y es que, si por lo menos uno viera que invierten adecuadamente ese dinero…pero ni eso. En este caso uno más uno no dan dos como resultado.
Finalmente —y cambiando apenas levemente de tema— quisiera recordarles a los señores del Gobierno que “Transparencia” no quiere decir “nadie tiene por qué cuestionar”. Quiere decir, más bien, “no tenemos nada que ocultar y estamos dispuestos a evacuar todas las dudas que surjan cuando nos cuestionen”.
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