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COLUMNISTAS


La batalla del Covid-19

Emilio Bruce [email protected] | Viernes 28 mayo, 2021


Sinceramente

Hace muchos años cuando la Alemania Nazi esperaba una invasión de Francia desde las Islas Británicas, el Mariscal Rommel le señaló a su colega y superior Mariscal Gerd von Rundsted que la batalla de la invasión se iba a decidir en las playas de desembarco.

Hoy nuestro país se enfrenta a una batalla sin cuartel contra un virus que ha ido mutando, ya han aparecido varias cepas diferentes que afectan de manera diversa al organismo humano. Hoy ante este combate desigual, diría que esta batalla por la salud del país se va a decidir no en los hospitales, no en el número de unidades de cuidados intensivos sino en detener o reducir la velocidad del contagio.

Durante la Campaña Nacional la guerra se ganó en las batallas del tránsito. Santa Rosa fue el primer combate, Rivas fue el inicio de la Peste del Cólera, pero la guerra la ganaron los valientes que interrumpieron el suministro de boca, tropa y cañón que navegaba por el río San Juan hasta Granada. Allí el invasor se quedó sin municiones, sin armas, sin refuerzos. La interrupción de los procesos logísticos y de la cadena de reaprovisionamiento filibustera acabó con la guerra y terminó con nuestra victoria.

William Childs Westmoreland comandante en jefe del ejército de EUA en Vietnam entre 1964 y 1968, expresó con claridad su doctrina al señalar que el interrumpir los procesos logísticos de boca, tropa y cañón del norte hacia el sur era la clave de la victoria. Perdió la guerra política, pero el concepto de interdicción de la infiltración y el suministro de más y nuevos pertrechos e insurgentes era la forma de acabar con la guerra. Hay que atacar el proceso logístico del contagio del virus de más y nuevos enfermos de Covid-19.

Actualmente la velocidad de contagio es mayor que la velocidad de salida de las unidades de cuidados intensivos y mayor que la recuperación de los pacientes en los hospitales. Donde radica el frente de combate es en el contagio no en la curación. Si no detenemos el contagio, si no reducimos la velocidad del mismo, no habrá hospital ni UCI que alcancen.

La vacunación es de una trascendencia mayúscula por lo que el país debería vacunar las veinticuatro horas del día todos los días de la semana. La vacunación debe de ser desarrollada por todas aquellas instituciones públicas o privadas que puedan inyectar. El suministro de vacunas debe de agilizarse de manera dramática. La llegada de vacunas chinas y rusas, británicas y alemanas, norteamericanas o de la India debe de permitirse y Costa Rica debe mandar desamarrar todas las regulaciones, reglamentos, trámites y barreras mentales que estén siendo frenos para la importación, distribución y aplicación de las vacunas. Es el momento de actuar con espíritu de urgencia. Es el momento de aclarar los conceptos y desamarrarnos de las ataduras existentes.

Es claro que la CCSS ha desarrollado una gran labor. Mi reconocimiento a ella. Es claro que los procesos de vacunación masiva donde es urgente cubrir a la inmensa mayoría de quienes deseen vacunarse en el país deben de contar con el multiplicador de la alianza público privada. Miles de farmacias privadas deben de sumarse. Miles de empresas deben de vacunar a sus trabajadores en el puesto de trabajo. Todas las comunidades donde la infección ha mostrado la mayor virulencia deben de atenderse con espíritu de urgencia. Distritos y pueblos completos, casa a casa deben de vacunarse. Escuchar que los privados no vendan vacunas para que no ganen… es una atrocidad sin límites. Escuchar que la salud no es un negocio es tapar el sol con un dedo y desconocer la legitimidad de la salud privada aún más. Los fabricantes de vacunas no son empresas estatales son empresas privadas. Estoy convencido que la complementariedad del servicio privado ayudará de manera inconmensurable al esfuerzo de salud nacional como se viene haciendo desde siempre.

Si el suministro de vacunas de una de las farmacéuticas es limitado rompamos ese nudo gordiano de un solo tajo. Abramos el mercado y procedamos a vacunar en gran escala. El sector privado debe de sumarse.

El vehículo del virus no es el automóvil particular. El vehículo del virus no es el autobús atestado ni la cola de espera en las paradas de tren o de autobús. Esos son sitios de contagio. El vehículo es la persona y esa persona no tiene placas pares ni impares. El vehículo de infección es el individuo y no importa su edad o condición, él transmitirá y sufrirá de las consecuencias de la enfermedad. Una persona enferma de cualquiera edad contagiará a otros, ocupará cama y los casos más severos necesitarán unidades de cuidado intensivo.

Hay que vacunar parejo a quienes deseen hacerlo. Hay costarricenses que no desean vacunarse. Muchos hablan de que es algo diabólico esa vacuna, otros que es experimental y ellos no son conejillos de indias. Muchos no desean vacunarse porque es Dios el que decide entre la vida y la muerte. Muchos han sido persuadidos por sus guías religiosos a no hacerlo. Hay que respetarlos y no obligarlos a vacunarse.

El contagio debe detenerse allí en el vehículo del virus. Es el individuo, la persona, la que es el vehículo del virus y del contagio. En todas las personas y con espíritu de urgencia debe de detenerse el virus y el contagio. Un proceso masivo de información debe de darse para que la población sepa qué hacer para evitar el contagio, cómo enfrentar los primeros síntomas, como evitar llegar a la hospitalización.

Los distritos, cantones y provincias con problemas de infección más importantes deben de ser prioritarios en vacunación y en medidas estrictas de movilización personal. Nada se logra deteniendo autos, motos y autobuses. Las personas son el vehículo de infección y deben de ser vacunadas todas.

La batalla contra el Covid-19 se gana en el contagio.

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