La democracia entre Beijing y la Cumbre de las Américas
Miguel Angel Rodríguez [email protected] | Lunes 31 octubre, 2022
El pasado martes nos reunimos Expresidentes de IDEA en el Miami Dade College (MDC) con el patrocinio de la Catedra Mezerhane en el VII de nuestros encuentros anuales bajo el título La Democracia Occidental Tras el Flagelo de la Guerra
Tuvimos dos paneles de Expresidentes, el primero con el título de este artículo liderado por el Expresidente Duque de Colombia en el que participé. El segundo fue liderado por el Expresidente Aznar de España, con el título de Crecer en libertad, el desafío de Occidente
Estos fueron algunos de mis comentarios.
Aún los optimistas que tenemos fe en la bondad humana a pesar de sus vicios y caídas, y que confiamos que la historia es la marcha de las personas en la conquista de su libertad para vivir fraternalmente y con dignidad, sabemos que es una marcha que debe vencer cuestas empinadas y experimenta retrocesos.
En América Latina vivimos la extraordinaria ola democrática de finales del siglo XX. De 3 democracias pasamos a que solo Cuba no lo fuera al inicio de este nuevo siglo.
En esa Ola Democrática aprobamos por iniciativa de mi gobierno la Cláusula Democrática para las Cumbres de América en Ciudad Quebec en 2001 y pocos meses después la Carta Democrática Interamericana promovida por Canadá, Perú y Costa Rica en San José preliminarmente, y finalmente en Lima. Nos preocupamos desde entonces de proteger la democracia liberal contra los retrocesos democráticos.
Este siglo XXI nos ha hecho caer en un retroceso de la democracia liberal en el mundo, que nos ha afectado gravemente.
El retroceso es más grave y sus consecuencias más pronunciadas por el cambio de época que estamos viviendo
Desde hace casi 100 años Ortega y Gasset que muy apropiadamente nos condicionó a nuestras circunstancias, nos advirtió que podía estar iniciándose un cambio de época, cuya plenitud y consecuencias toman mucho tiempo en definirse.
Pensemos en el paso del Imperio Romano a la Edad Media, o el transito de la Edad Media a la Moderna con el renacimiento, el dominio de la ciencia, la reforma y la contrarreforma, y el descubrimiento de América. Incluso la Época Contemporánea se dilató en sus efectos: la prolongada revolución parlamentaria inglesa, la Independencia de EEUU que no integra a todos sus ciudadanos sino hasta los años de 1960, la Revolución Francesa que solo inicia con la democracia después de Napoleón III
¿Por qué hablo de cambio de época?
Porque se dan muchos diferentes cambios simultáneos y muy rápidos, que ya vivimos pero que aún no hemos asimilado en nuestros patrones mentales y culturales.
Cambios que se dan sobre todo en la Comunidad Atlántica de la que formamos parte en América con nuestro valioso aporte del encuentro de las culturas del siglo XVI.
Cambios en el rol de la mujer, del hombre, de los hijos, sea cambios en la familia. Cambios en la preparación y la vida del trabajo. Cambios la adhesión a nuestras religiones y en la relación del clero y los feligreses. Cambios en la estructura de las empresas. Un cambio radical en a tecnología con la rápida llegada de la IV Revolución industrial. Los cambios que nos provoca la vida con las redes sociales, para muchas personas vida en las redes sociales, con sus fake news y anonimato y con la cultura del entretenimiento que todo lo banaliza. Cambios por la pérdida de aprecio por la democracia, el estado de derecho, los partidos políticos, las élites, la globalización y las instituciones internacionales
Cambios que en lo geopolítico se generan con nuevas confrontaciones entre las democracias liberales con su fe en derechos humanos universales y el estado de derecho acompañadas por los países que aún aspiran a ese estado, y los gobiernos autocráticos liderados por Rusia, China, Irán, en nuestros lares Cuba, Venezuela, y Nicaragua, y en otras latitudes sus simpatizantes.
Poco antes de la cruel invasión de Putin a Ucrania, en Beijing los Presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping declaran que las “relaciones internacionales entran en una nueva era” y afirman que la democracia y los derechos humanos “son asuntos internos de los Estados soberanos” y que “Solo corresponde al pueblo del país decidir si su estado es democrático”, rompiendo así con la universalidad de los derechos humanos establecida por las NNUU desde su carta fundacional con la regla de la inviolabilidad de dignidad humana y con posteriores declaraciones de derechos civiles y políticos.
Estos cambios geopolíticos producen destrucción y muerte en Ucrania con la cruel y totalmente injustificada invasión de Putin, con expresas intenciones de anexarla a su país repeliendo con esos hechos, y por desgracia, los principios claramente establecidos por NNUU contra semejantes atropellos y que fueron este año declarados específicamente en contra esa invasión que sigue en curso.
La calamidad mundial de esta invasión se une al crecimiento de la pobreza y la desigualdad originadas en políticas económicas destructivas de la eficiencia de los mercados, en la ineficiencia de los estados en la prestación de sus servicios y en la corrupción rampante en muchos estados. Y además se agravan con la pandemia, el rompimiento de las cadenas de producción y el alza de los fletes, el encarecimiento de alimentos, energía y fertilizantes causados por la invasión a Ucrania, y ahora por la inflación y por las alzas de intereses requeridas para controlarla.
El resultado son pueblos que sufren un profundo desarraigo por pérdida de sus ambientes y costumbres previas, y gran frustración ante estos cambios en las relaciones tradicionales que aún o hemos interiorizado.
Además, aumenta la incertidumbre lo que agrava el miedo a lo desconocido.
También nos confunde el relativismo que difumina los valores, los conocimientos y hasta los hechos.
La respuesta es un profundo enojo de una gran parte de los ciudadanos que surge de estos resultados y también por percepciones equivocadas y por la influencia de la desinformación.
Se privilegia la emotividad y se debilita el razonamiento informado y el relativismo avanza hasta erosionar los valores fundamentales dando paso a una generación abrumadora de derechos sectoriales en demerito de los primeros.
El fin de la guerra fría contrario a ser el fin de la historia y el consenso en los valores se convirtió en el abandono de los valores fundamentales. Se menosprecia la institucionalidad que paso a paso, en medio de la ignorancia y el mal y con retrocesos ocasionales, se ha venido creando gradualmente gracias a grandes pensadores, al desarrollo de una espiritualidad basada en el amor y a la evolución gradual de la sociedad por prueba y error.
Se espera entonces un cambio mágico. El gran hombre que con soluciones sencillas y falsas pretende milagrosamente resolver problemas complejos. En la práctica solo logra dividir radicalmente a las personas magnificando los defectos de enemigos ficticios que se han confabulado para atropellar al pueblo. Y acaba por atar al pueblo que le dio inicial soporte, encadenándolo a la pobreza
El retroceso de los valores constitutivos del desarrollo occidental que se había venido difundiendo en el mundo, repito que es utilizado por los gobernantes de las dictaduras más poderosas para proclamar que lo distinto es igual, que la dictadura autoritaria violadora de las libertades fundamentales de las personas es una democracia si así lo definen los autócratas que interpretan a esos pueblos.
Mientras tanto en nuestra América la democracia, el estado de derecho y sus valores fundamentales se debilitan.
De la Cláusula Democrática en Quebec en 2001 se transita sin sonrojarse a invitar a Cuba a la Cumbre de Panamá de 2015 y a que la discusión de fondo de la Cumbre de Los Ángeles de este año haya sido pretender condenar al país anfitrión por no invitar las dictaduras más oprobiosas de nuestro continente.
La Carta Democrática que sirvió para proteger al Presidente Hugo Chávez de un golpe militar, se tornó inaplicable después de su aplicación a Honduras en 2009.
Sería absurdo oponerse a los cambios “inclusivistas” que reivindican el derecho de todas las personas a disfrutar de las libertades fundamentales, al progreso y a la superación personal y de sus intereses. Esta es regla claramente establecida en NNUU desde sus orígenes en la Carta de San Francisco de 1945, al “reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas”
Pero es igualmente absurdo dejar que se pierdan las reglas fundamentales que nos permiten vivir en libertad, proteger nuestra dignidad y gozar fraternalmente de oportunidades para superar nuestras condiciones de vida materiales y espirituales.
Frente al huracán de cambios con los que nos aturde y confunde el cambio de época, nuestra respuesta -me atrevo a afirmar- debe ser el rescate de nuestros valores fundamentales, que deben de ser la armadura que nos proteja contra esa vorágine.
Nuestra respuesta al conciliábulo de Pekín y a la invasión a Ucrania debe ser retomar el amor y el compromiso con la libertad, la igualdad, la fraternidad, la cultura del encuentro. Debe ser, por consiguiente, defender el estado de derecho, la eficiencia de mercado y estado solidarios y una cultura de hermandad que nos permiten avanzar en la conquista del progreso de todo el pueblo, con opción preferencial por los pobres.
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