La Hoguera de las vanidades
Natalia Díaz [email protected] | Jueves 03 septiembre, 2020
Algunos autores y otros especialistas en esta temática periodística convergen en señalar al estadounidense Tom Wolfe, como el periodista que incorporó un nuevo estilo a esa disciplina. Como todo en lo divino o humano, habrá quienes así lo crean, y también quienes sean abanderados de la disidencia de la consideración que trataremos hoy.
Una de sus más leídas y comentadas obras ha sido “La hoguera de las vanidades”. Si bien su aleccionadora trama nos deja una enseñanza sobre el cómo las apariencias se agotan cuando una realidad ineluctable se impone, es el título de la obra- entre otros aspectos – lo que más llama a la realidad.
En las presentes circunstancias agobiantes para la humanidad cabe preguntarnos, ¿cuánta autenticidad hay en nosotros? ¿Cuánta rectitud de intención existe en nuestras acciones? La respuesta no debe causarnos sorpresa, puesto que “las vanidades” son casi inseparables de los seres humanos. Sin embargo, partiendo de la premisa que solo algunos seres superiores logran una evolución espiritual y desprendimiento, nuestra tarea bien podría consistir en no ser prisionero de las vanidades, y que no sean estas apariencias del Nueva York de los años 80 que nos retrata el autor, las que conduzcan nuestras vidas.
Lo expuesto en las líneas anteriores puede asimilarse a procurar que logremos ser la mejor versión de nosotros mismos, porque si cada uno está dispuesto a ello, las personas serán las beneficiadas, y el beneficio de ellas es también el beneficio de la sociedad. La desconfianza imperante, en un proceso lento como lo son todos los cambios paradigmáticos, cederá su lugar a renovadas luces de esperanza.
Se ha pretendido limitar la desconfianza al quehacer político, que si bien es cierto existe, no es menos cierto que se está extendiendo a los diferentes ámbitos de la vida cotidiana. Existe renuencia a creer que no se está en política por vanidad, o por acumular dinero de procedencia oscura. Esto nos ha conducido a la falacia de las generalizaciones, y con facilidad etiquetamos así a diferentes grupos; y estas generalizaciones, nos conducen a la incredulidad.
Tendemos a creernos mejores que los otros, que todo oficio o profesión la ejerceríamos mejor, que toda acción humana de otros es ridícula, infundada; y en muchas ocasiones tendemos a “dictar cátedra” sobre todo lo divino y humano.
Démosle una oportunidad a todos, aceptemos nuestras limitaciones sobre algunas materias donde no somos profundos, seamos humildes y solicitemos consejo y ayuda cuando no podemos con algo, sin que eso nos convierta en menos. Es en fin, el momento de “la hoguera de las vanidades” para todos los seres que nos encontramos inmersos en esta dura crisis. Solo así saldremos del bache donde nos encontramos.
¿Podremos llegar a la profundidad y dimensión del poeta Amado Nervo, cuando afirmaba:
“Dejadme, voy muy bien por la existencia,
Sin mendigar ni un vítor ni una palma,
Pues bastan a mi anhelo y mi creencia,
Un pedazo de azul en mi conciencia
Y un rayito de sol dentro de alma”?
Es posible, pero para ello necesitamos invertir el título de la novela de Wolfe: “las vanidades a la hoguera”.
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