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La necesidad de reinventarse cada día

Natiuska Traña [email protected] | Miércoles 04 julio, 2018


La necesidad de reinventarse cada día

Hoy el café era negro, pero me cayó en los papeles que tenía mientras estaba escribiendo y eso me recordó la frase de que el universo tiende a la entropía, o sea al desorden. ¿Han considerado ustedes alguna vez la razón de que casi todos seamos más bien descuidados desde la forma en que vestimos, como hablamos, en la manera en que pensamos y a veces hasta en la de hacer las cosas? ¿Se han preguntado por qué a veces somos tan poco puntuales y desconsiderados con otros?

Si la respuesta fue afirmativa a alguna de las anteriores, lo más sensato sería plantearse cómo obtener ese orden al que no estamos condicionados y como maldición el universo nos lleva a los resultados contrarios.

Ya empezó por buen camino, dicen que el primer paso siempre es aceptar la realidad y bueno el manual para lograr estas metas tan ambiciosas sería algo como lo que sigue:

Vean, se falla en cada esfuerzo para ser ordenados o metódicos, porque tomar esta decisión tiene una influencia muy limitadora. Si yo trato deliberadamente de ser ordenada en mi casa, si tengo sumo cuidado de ponerlo todo en su lugar, si siempre estoy vigilándome a mí misma —dónde pongo los pies, etc.— Entonces, ¿qué sucede? Me convierto en una pesada intolerable para mí misma y para los demás; en una persona aburrida que siempre está tratando de ser “alguien” o “algo”, con pensamientos que están muy cuidadosamente razonados, en alguien que escoge un pensamiento con preferencia a otro. Y no me malinterpreten, una persona así puede ser muy sensata, clara, equilibrada, muy atenta y considerada, pero ha perdido la alegría creativa del vivir. Entonces, ¿será este “presunto orden lo que estamos buscando?

Lo que nos pasa a todos tristemente y lo voy a generalizar, es que dejamos de sentir intensamente, no nos entregamos por completo a algo. Por ejemplo, la vez pasada vi a “Chente” y a “Bolita” (un par de perritos), jugando y persiguiéndose, de un lado para otro, sin parar, casi diez minutos y sin detenerse ni un instante tan solo por la alegría de ser perros, o en nuestro caso diría que entregados a la alegría de vivir; pero ustedes y yo no podemos conocer esa alegría si no sentimos las cosas profundamente, si no hay pasión en nuestras vidas. Cuando digo pasión, no para hacer el bien o para producir alguna reforma, sino pasión en el sentido de percibir las cosas, de darles su espacio y relevancia. Esa pasión vital solo podemos tenerla cuando hay un cambio en la forma de pensar.

Ahora bien, les invito a preguntarse, ¿qué sentimiento profundo tienen con respecto a cualquier cosa? ¿Qué sienten profundamente? Ahí es donde está el orden. Si se tiene la capacidad de sentir con intensidad, la vivencia de un mendigo que recibe en su rostro el polvo que le arroja el automóvil del conductor que pasa a su lado, si de repente nos volvemos extraordinariamente receptivos, sensibles a todo, entonces esa misma sensibilidad trae consigo el orden.

En este país, desafortunadamente, igual que en todo el mundo, las cosas nos interesan muy poco, no tenemos un sentimiento profundo por nada, casi que no existe la empatía y no nos ponemos en los zapatos de los demás. Casi todos somos intelectuales, intelectuales en el sentido superficial de ser muy ingeniosos, de estar llenos de palabras y teorías acerca de lo que es bueno y lo que es malo, acerca de lo que debemos pensar y de lo que debemos hacer. Mentalmente estamos muy desarrollados, pero internamente hay muy poco significado.

Por eso es que hay que tener sentimientos intensos y observarlos, jugar con ellos, porque si meramente los reprimen, si dicen: “No debo enojarme, no debo ser apasionado porque eso está mal”, encontrarán que poco a poco la mente se encierra en una idea y, debido a eso, se vuelve muy superficial. Podrá ser muy hábil en su profesión, ser un ratón de biblioteca, pero nada de eso vale la pena si no desarrolla su inteligencia emocional. Eso es como ser una flor si aroma, o como dice una canción de Mijares: “como una fruta sin comer”.

Ser revolucionario es un concepto equivocado para la mayoría de las personas, que se consideran revolucionarias. Debe tomarse en el sentido total de la palabra, como seres humanos integrados por completo. Seres humanos con una mente fresca, inocente y por tanto, capaz de una creatividad extraordinaria. Pero si confunden el significado de todo esto, la vida se les volverá muy monótona y rutinaria, porque se verán atropellados por la sociedad, por la familia, por la esposa o el marido, por las teorías, por las organizaciones religiosas o políticas. Por eso, hay que hacer la tarea y no ser máquinas repetidoras, sino individuos creativos, generadores, que sientan, jueguen, vivan, que sean felices.

No es un secreto para todos que han ocurrido varios suicidios, que muchas veces no entendemos pues son personas que para muchos de nosotros lo tienen todo y muy pocas razones para no querer vivir, éxito, fama, dinero… Pareciera que tenerlo todo no es suficiente, pareciera que solo basta que usted se detenga un momento y se dé cuenta de que la vida tiene sentido. Como dice una frase que leí, las personas que se suicidan no quieren morir, solamente quieren dejar de sufrir.

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