La palabra crisis
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 09 marzo, 2009
Claudia Barrionuevo
El lenguaje está en permanente evolución. Palabras y expresiones aparecen, desaparecen y —a veces— reaparecen. No solo el argot se modifica constantemente: las palabras “formales” también se hacen más o menos constantes según las circunstancias históricas.
Si pudiéramos utilizar un buscador de palabras en las conversaciones cotidianas —tal como podemos hacerlo en los documentos escritos en una computadora— estoy segura que la palabra “crisis” —a veces seguida del concepto “económica”— aparecería miles de veces.
Todos, independientemente de la educación formal y/o el origen social, hemos incorporado a nuestro léxico esa palabreja utilizándola constantemente.
La célebre frase de nuestra Ministra de Seguridad —“la percepción de inseguridad es más alta que la inseguridad misma—” puede aplicarse a la situación económica global.
No quiero decir que la crisis monetaria no sea real. Ni siquiera me atrevo a afirmar que nuestra percepción sobre esta sea mayor o menor que la realidad.
Lo que me aventuro a asegurar es que —como la economía siempre está ligada al aspecto sicológico de la percepción— si todos pensamos que vienen tiempos difíciles, seremos más cautos en nuestros gastos y esto puede afectar a muchas empresas.
La economía mundial ha sufrido un vuelco importante. No por razones inevitables, no por un accidente fuera del control humano. El terremoto del Poás fue inevitable, no es responsabilidad humana, es un accidente de la naturaleza.
En cambio la caída de la bolsa norteamericana tiene los nombres y apellidos de grandes irresponsables que solo pensaron en su riqueza personal.
El Gobierno de Estados Unidos los ayudará a salir adelante —con la excusa del desempleo y la pobreza que este genera— dándonos a entender que las ganancias son para unos pocos, pero las pérdidas son colectivas.
En Costa Rica estamos viviendo un reflejo de lo mismo.
Desde el inicio del año las empresas más grandes de nuestro país están realizando despidos masivos. Cientos de personas han sido obligadas a aumentar el índice de desempleo. Si bien estas compañías deben cumplir con todos los pagos por cesantía que la ley exige —y no dudo que lo hayan hecho— muchas o casi todas han aprovechado el hecho de que nadie puede censurarlas por su decisión —puesto que la crisis económica es real, además de una percepción— para deshacerse de una cantidad considerable de empleados. Muchos de ellos —más allá de su buen rendimiento laboral— podían resultar incómodos o molestos por las más diversas razones entre las cuales están las posiciones políticas contrarias a los que detentan el poder. La DIS —al parecer— tiene reportes de todos y cada uno de nosotros.
Mientras las medianas y pequeñas empresas no solo se han visto obligadas a disminuir sus gastos, sino que se enfrentarán a una baja considerable en sus ganancias, las grandes corporaciones nacionales e internacionales que operan en nuestro país disminuyen gastos pero van a mantener sus ganancias. O sea: no van a perder.
Los que pierden —siempre— son los pobres. Aquí o en cualquier lugar del mundo.
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