La vida te da sorpresas
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 16 marzo, 2009
Claudia Barrionuevo
Uno de los grandes éxitos musicales de 1978 fue la ya clásica canción de Rubén Blades “Pedro Navaja”. Todos los jóvenes de aquel tiempo nos volcamos a la salsa y esperamos con ansias las composiciones de Blades que demostró ser un gran compositor, arreglista y poeta. Además —para los amantes del teatro— es evidente la inspiración de esta canción en la —aún más clásica— “Mack de Knife”, de la “Opera de tres centavos” de Bertold Brecht y Kurt Weil.
El estribillo final de la saga del maleante —entonado por el borracho que se tropieza con los dos cuerpos— es el inolvidable: “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”.
Filosofía simple y como todas las sentencias sencillas, repleta de verdad.
La cotidianidad nos obliga a tomar rutinas, a cumplir con horarios. En almanaques y agendas tratamos de encuadrar lo que haremos por obligación y/o placer cada semana. Y aunque intentemos cumplir con lo planificado siempre surgen hechos inesperados, citas no consideradas, hechos ajenos a nuestro control. La vida te da sorpresas.
Hace un par de meses una pequeña de 13 años a quien quiero mucho resultó estar enferma. Su vida y la de su madre —joven, jovial, trabajadora y batallando con su propia enfermedad— dio un giro de 180 grados.
Cuando uno está cerca de una tragedia real —como la de la niña que describo o como la de los miles de damnificados por el terremoto del Poás—, los pequeños malestares de la vida cotidiana y las mezquindades a las que estamos expuestos, desaparecen como por arte de magia. Empezamos a mirar la realidad con otros ojos, decidimos no quejarnos tanto, elegimos la solidaridad con los demás antes que el egocentrismo.
La vida siempre nos dará sorpresas. Los accidentes en la rutina diaria pueden ser tan irritantes como caer en una presa de carros que nos impida cumplir con algo programado, tan satisfactorios como el encuentro fortuito con un amigo que hace tiempo no vemos, tan trágicos como la imprevista situación de salud de un ser querido, tan emocionantes como una noticia que puede cambiar nuestras vidas. La vida te da sorpresas y no siempre son desagradables.
Entre las grandes virtudes que son útiles para vivir la vida, el sentido de la oportunidad es uno de ellos. No el oportunismo, palabra ligada a una lucha feroz por no darle el espacio a otro o —peor aún— por robárselo, por aplastarlo en nuestro beneficio. Hablo de aprovechar las oportunidades que la vida te regala eventualmente: disfrutarlas, sacar partido de ellas.
A pesar de ser intrínsicamente pesimista, estoy siempre dispuesta a disfrutar todos lo regalos que me da la vida. El máximo —sin lugar a dudas han sido mis hijas— pero he tenido la suerte de ser muy regalada y he tenido el buen tino de aceptar y disfrutar todos los regalos. Entre esos muchos, el de tener una columna semanal para compartir mis opiniones con ustedes.
La semana pasada la vida me dio una serie de regalos inconmensurables —diría mi mamá— y supe aprovecharlos y gozarlos.
Como siempre comparto con mis lectores las desdichas y desencantos de la mujer atormentada que soy, quiero compartir también mis alegrías. Y aunque no soy quién para dar consejos les recomiendo que —si la vida les da sorpresas positivas— saquen el mayor provecho de ellas.
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