La quiero, no la quiero… la quiero…
Iris Zamora [email protected] | Lunes 12 septiembre, 2016
Las y los costarricense hoy no profesan lealtad ciega a los partidos políticos, ni a los políticos… la población está más informada, es más crítica, más libre para escoger, más irreverente…
…desde Moncho
La quiero, no la quiero… la quiero…
De niñas, las margaritas ayudaban a resolver nuestras indecisiones.
La angustiante vacilación del presidente Arias, nos tiene sin pegar ojo… de verdad que la pasamos mal; las presas no nos importan, ni la clasificación a la hexagonal… Si Otto se atragantó con meneítos, si Ortiz sigue en la Liga o va para Heredia… Nada nos importa… Estamos pendientes de su trascendental decisión. No hay periódico, noticiario de radio o TV, o programa de opinión, o analistas, que no tengan como prioridad saber si la almohada habló. Incluso yo, agnóstica arista. No me excluyo de esa vorágine paralizante… Tengo cinco apuestas para almorzar; escogí Limoncello, el restaurante italiano de mi amigo Jorge y su socia Eloísa, por aquello de que no la pegue, y me hagan precio…
Tengo una hipótesis, que no obedece a ninguna investigación científica, podríamos decir que es una percepción, o una ocurrencia, dirán los analistas que sí saben. Este país cambió electoralmente en el 2002. El diputado Abel Pacheco, contra todos los pronósticos gana la convención interna del PUSC; más tarde, la segunda ronda, en la elección nacional. Frente a dos de los hombres de más experiencia, mejor preparados, los ingenieros Rodolfo Méndez y Rolando Araya.
Algunos estudiosos mencionaban en esa época el riesgo de la llegada de un “outsider”. Sospecho que ese “outsider” fue el presidente Pacheco. Ocurrió al interior de un partido político y no fuera de ellos, como ha sido la experiencia en América Latina. Se negó a usar los colores del PUSC, usaba guayaberas blancas, su discurso era “antipolíticos”, “light”, sin plan de gobierno, sin oferta fiscal, o social... Convocó a la emoción, a la rebelión con la guasa y la sátira… la gente se divirtió.
Dos derrotas continuas del PLN, era un escenario inédito en los últimos 50 años. La Sala Constitucional permite al PLN sobrevivir electoralmente. El presidente Arias gana “dejando los pelos en el alambre”. Su elección es un paréntesis, en medio de las aguas subterráneas del cambio.
La elección de la presidenta Chinchilla confirma esa nueva energía electoral. Es electa con una votación muy superior a la del presidente Arias. La gente no vota por ella, porque es liberacionista, aunque lo es. No vota porque el presidente Arias la apadrina, aun cuando insistan en ello, analistas periodistas y políticos. El pueblo costarricense no la ve verde. Su elección es producto de la irreverencia, la ruptura contra el “establishment”; es el desafío al “statu quo” de la ciudadanía electoral.
Las y los costarricense hoy, no profesan lealtad ciega a los partidos políticos, ni a los políticos… la población está más informada, es más crítica, más libre para escoger, más irreverente…
Quienes ponen a jugar su nombre no pueden confiar en estudios de opinión, que continúan midiendo intención de voto con aparejos de ayer… Existe un electorado que fluctúa, sin apegos.
Esa energía elige al presidente Solís. Su promesa de que obtendría un millón de votos, en la segunda ronda, que hizo sonreír de manera burlona a cientos, fue superada en las urnas…
Pretender entender la política, lo electoral, con los instrumentos de análisis del pasado, me parece, insisto, solo es mi opinión, un error garrafal. Apostar a que las lealtades permanecen, que los atributos que antes “jalaban gente” están presentes, es una lectura deficiente de la realidad electoral, de las preferencias de las y los ciudadanos costarricenses.
Para no seguir en ansiedad desbordada. Creo que la almohada habló. El presidente Arias sabe que corre riesgos incontrolables. No es un tema de edad. Es un tema de realidad. Él es muy listo... Así que como canta su buen amigo Alejandro Sanz, es posible que “bajo la lluvia, bajo el sol la margarita dice no”.
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